La meseta de Copoya, el desastre que se nos viene

Si alguna bondad tiene la carta urbana de Tuxtla Gutiérrez, que se aprobó en el Cabildo de la ciudad el pasado 21 de diciembre, las propias autoridades se han encargado de invisibilizarla, de que el documento se vea con desconfianza, que sea tan criticado.

El tema se ha centrado, y no es para menos, en el cambio de uso de suelo en una parte de la meseta de Copoya de área de conservación a uso habitacional. Los grupos ambientalistas han sido claros que no están en contra de toda la carta urbana, sino de la parte en que se cambia el uso de suelo de la reserva.

Es cierto que del total de la reserva alrededor de 1 por ciento es lo que se cambió el uso de suelo a habitacional, pero eso no significa que la preocupación debe ser menor porque las implicaciones de cómo se dio esto y sus repercusiones no son pequeñas.

La sesión de cabildo

Fue obvia la prisa por aprobar la carta urbana de parte del alcalde y los regidores.  El presidente municipal aprovechando la facultad que tiene para hacer que algunos asuntos sean discutidos como de “urgente u obvia resolución”, es decir, que sean discutidos en la sesión sin necesidad que sea dictaminado por las comisiones correspondientes, pasó el tema, directamente, a sesión.

La mayoría de regidores pidieron que se leyera primero el documento y ganaron la votación a pesar de que el alcalde insistió en que no se leyera, lo mismo hizo el Secretario Municipal de Obras Públicas y Desarrollo Urbano, que de manera chocante interrumpía la sesión.

Pese a que se suponía que primero se leería el documento y después se sometería a votación eso no sucedió, inmediatamente, después de hacer la votación para que se leyera el documento se pidió la votación para aprobarlo, bajo el desconcierto de los regidores que no sabían bien qué se estaba votando.

La sesión se salió de control por el desconcierto y reclamo de los regidores por la forma en cómo se llevó la votación y el alcalde llamó a un receso. No sabemos qué sucedió en el receso porque conocemos de la sesión por lo que se transmite en el canal de youtube del Ayuntamiento y esa parte no se transmitió.

Al regresar de la sesión las regidoras que votaron en contra de la aprobación de la carta urbana explicaron sus motivos. Dijeron que la Secretaría de Obras Públicas del Estado, quien trabajó el documento, no les respondió nunca las dudas que tenían sobre el documento ni hizo caso de sus observaciones, insistieron en que no se debía cambiar el uso de suelo en parte de la reserva por todas las afectaciones que traería además de que es una zona de riesgo para ser habitacional.

Mientras las regidoras daban sus argumentos, el alcalde se limitó a ver su celular, de vez en cuando levantaba la mirada y se rascaba la cabeza. No respondió a los argumentos de las regidoras y dio por concluida la sesión.

Las repercusiones del cambio de uso de suelo

Las y los ambientalistas han insistido en que es necesario que se mantenga en reserva toda el área de la meseta de Copoya. Uno de los argumentos de las autoridades para no hacerlo es que eso permitirá el abasto de agua potable en parte de la zona sur poniente de la capital, pero esa explicación se cae porque el brazo sur no pasa por el predio en el que se está realizando el cambio de uso suelo, pero sí por la reserva estatal.

El sitio fraccionado es propiedad de la familia Pavia y abarca el lugar denominado Montecristo y Pakal, que están en el margen del arroyo San Roque y que además es considerada como zona de alto riesgo.

El cambio de uso de suelo es en 8.9 hectáreas, aunque el daño por la deforestación y remoción de suelo llega a más de 15 hectáreas, dañando más a la reserva estatal.

Se pretende que esa zona sea habitacional de bajo impacto, es decir, pocas casas en terrenos amplios – probablemente, residencias-, las cuales estarían en una zona de riesgo. ¿Quién en sus cinco sentidos compraría en ese lugar después de lo que ocasionó el sismo del 07  de Septiembre en la zona sur? ¿Quién es capaz de poner en riesgo a su familia y patrimonio?

Esta zona, y en específico esas 8.9 hectáreas, tiene cinco denuncias, han señalado los grupos ambientalistas, ninguna de ellas ha procedido y ahora por el contrario premian a quienes cometieron los delitos ambientales cambiando el uso de suelo y permitiéndoles así tener ganancias de sus acciones que perjudican a toda la ciudadanía y la reserva estatal.

Si bien la zona fue dañada por las invasiones que se habían dado, podrían ser recuperadas si es que no se permitiera su fraccionamiento.

Los grupos ambientalistas han pedido reuniones con el presidente municipal, Fernando Castellanos para discutir el tema, pero no han recibido respuesta.

La importancia de la conservación de la zona, han insistido las y los ambientalistas, es que su vegetación es parte de un corredor biológico, su bosque regula el clima de Tuxtla Gutiérrez y asegura la infiltración de agua, evitando que con las lluvias el agua simplemente corra superficialmente arrastrando suelo que daña la infraestructura de la ciudad, específicamente el libramiento sur.

También son importantes porque protegen a los ciudadanos y a las colonias de riesgos por deslizamientos y derrumbes, las hectáreas deforestadas impactan a todo el corredor, incluyendo las áreas aledañas del arroyo San Roque, previniendo inundaciones en la parte baja. Un ejemplo del daño por afectar estas zonas es lo sucedido en las colonias Altos del Sur y 7 de abril.

La forma en cómo procedieron las autoridades de esta administración tanto a nivel estatal como municipal es algo que nos pasará la factura a todas las personas que vivimos y seguiremos viviendo en la ciudad después de este trienio. Los desastres es algo que se pueden evitar o minimizar sus riesgos.

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