El corazón del hombre

Casa de citas/ 358

El corazón del hombre

Héctor Cortés Mandujano

 

Doktor Faustus (Altaya, 1995; el libro se escribió en 1947), de Thomas Mann, es la biografía ficticia de Adrián Leverkühn, músico que se supone (la verdad es ambigua) le vendió el alma al diablo para poder triunfar en su arte.

Como en La montaña mágica, otra novelota de Mann, ésta, aunque se detiene en muchas páginas sobre la música, habla de varios temas, aunque el principal se refiera a los años 20 en Alemania, años del triunfo de Leverkühn, pero visto después de la muerte del protagonista, durante el nacimiento, el triunfo y la derrota del nazismo. La exploración de la maldad humana está en el meollo del asunto y, por supuesto, su contrario: el bien. El Diablo y Dios.

El narrador, amigo y admirador de Adrián, pide disculpas continuamente por su torpeza narrativa y sus largas parrafadas, pero Mann es un maestro y se leen con agrado las 588 páginas de esta historia, que en la página 55 dice: “ ‘No hay nada mejor que la presencia de relaciones ordenadas. El orden lo es todo’. Epístola a los Romanos, trece. ‘Lo que es de Dios es del orden’ ”.

Lo que escribe Mann tiene ideas a la par que anécdota (p. 60): “Wender Kretzschmar proclamaba como principio que lo que importa no es lo que interesa a los demás sino lo que le interesa a uno”.

Hay, decía, mucho sobre música en este libro. Aquí un botón de muestra (p. 71): “Para conocer el valor de un músico hay que saber hasta qué punto aprecia las obras de Bach”.

Dice Adrián (p. 98): “Ha habido siempre en la palabra belleza algo que me repugna”.

Una frase inquietante (p. 128): “Una hembra hermosa es como un anillo en la nariz de una cerda”.

 

Foto: Raúl Ortega

Adrián está constantemente enfermo, hasta la explosión final. Piensa en la enfermedad como en su contraria, como si fueran lo mismo (p. 285): “Hay quien afirma que de los enfermos sólo pueden venir dolencias. Nunca oí mayor estupidez. La vida no es melindrosa y de la moral lo ignora todo. La vida se apodera del producto de la enfermedad, lo engulle, lo digiere y esto basta para convertir la dolencia en salud”.

Adrián, en su proceso de creación, va enfermándose cada vez más (p. 410): “El genio no es otra cosa que una energía vital profundamente vinculada a la enfermedad y que en ella encuentra la fuente de sus manifestaciones creadoras”.

Mann habla, claro, de la palabra (p. 530): “La palabra ha sido creada para la alabanza y el elogio, el escritor la ha recibido para asombrar, para maravillar o para bendecir, para dar cuenta de los fenómenos según los sentimientos que suscitan, no para conjurarlos ni reproducirlos”.

 

***

 

El corazón del hombre es una selva oscura,

como reza uno de los dichos que tienen en Brasil

Susan Barton,

citada por Pablo Lazo Briones

 

Como he leído, creo, todas las novelas que hasta el momento ha publicado J. M. Coetzee [de Las tierras del poniente (1974), la primera, hasta Los días de Jesús en la escuela (2017), la más reciente], leí con mucho gusto Las encrucijadas de J. M. Coetzee (Universidad Iberoamericana-Ediciones Navarra, 2016), colección de ensayos coordinados por Pablo Lazo Briones que analiza la novelística del Nobel de Literatura 2003 desde distintas perspectivas filosóficas.

Dice Mike Marais, uno de los ensayistas (p. 40): “La postura de Cotzee sobre la ambivalencia de la literatura resuena en el argumento de Theodor Adorno de la ‘doble esencia’ en la obra de arte, que es, al mismo tiempo, ‘una entidad autónoma y un hecho social’ ”. Y él mismo dice más adelante (p. 42): “Lo que ‘nosotros’ somos es una negación determinante de lo que ‘nosotros no somos’ ”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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