Desde la tierra caliente a Los Altos
Parte décima tercera
Incluso un tiradero formal, pestilente, se observa a la izquierda, “armonizado” sin embargo, dirían los eruditos, con la basura expresada por los anuncios publicitarios ofensivos varias veces aludidos: la propaganda de los bandidos de la política local. Las del Jaguar Negro, Fundación la Luz de los Pobres, “Eduardo Ramírez casa de enlace legislativo”, Fundación Guirao y etcéteras.
Pueblo Nuevo Solistahuacán.
Continúan ahora camino hacia arriba, para vencer el desnivel profundo del encajonado y el valle anterior; todo por llegar a lo alto de las montañas de Jitotol y Pueblo Nuevo. Arriban a Puerto Caté, puerto de altura efectivamente, punto en el que se separan los caminos: el que traen desde la montaña, rumbo Nororiental; el que va hacia San Andrés Larráinzar, San Juan Chamula y San Cristóbal, rumbo Suroriental; el que va a Bochil y a Tuxtla Gutiérrez, rumbo WSW, y el que ahora toman, a la derecha, rumbo Noroccidental.
Entran al municipio de Jitotol, asiento de la precortesiana Xitoltepeque, “la de la lengua hermosa”, por cuya ciudad cabecera transitan. Adelante pasan a la gasolinería, pues les informan que Solistahuacán carece de una estación de servicio. Se surten de combustible y agua, checan niveles y… avanzan por en medio del jardín, bosque y retiro en que se ha convertido el tramo Jitotol-Pueblo Nuevo. Embellecido con pinabetales entremezclados de liquidámbares, suelos cubiertos de césped, ranchos acondicionados como centros de recreo y camping, todos provistos de cabañas, restaurantes y distracciones, venta de fresas y zarzamoras frescas. Encurtidos y mermeladas.
No está por demás recordar, tal como lo hace Augusto, que Pueblo Nuevo es asiento desde los años sesenta, y quién sabe si no desde antes, del antiguo colegio, hoy centro de rehabilitación física La Yerbabuena; del viejo Colegio Linda Vista de los adventistas del séptimo día, hoy provisto de todos los niveles educativos, universidad incluida, y del Convento de Santa Clara, hermandad religiosa de las clarisas pobres: par institucional de los frailes de San Francisco. No olvidar tampoco, que estos se establecen, a lo largo y ancho de la provincia zoque, recién a mediados del siglo pasado; región del Mezcalapa y todo el estado de Chiapas, de donde se retiran los dominicos fundadores, desde finales del siglo XIX, a raíz de las reformas juaristas.
Llegan finalmente al Real Ramírez, hotel de la entrada de la ciudad junto a la carretera, “reservado previamente por aquello de no te entumas”, como expresa don Augusto. Descansan tantito, se dan una ducha y… ¡A abrir los sentidos para ubicar la cena!, luego a tumbarse a la cama ante el televisor. Cuestión que les resulta como a pedir de boca, pues muy pronto, desde la calle y a lo lejos, escuchan que alguien anuncia algo.
Abren la ventana, paran la oreja, va acercándose el altavoz y algo dice de “lotes servidos” aunque de pronto escuchan clarito: ¡Tamalitos-de’lote-y-elotes’ervidooos! ¡Elotes’ervidos-y-tamalitos-de’loteee! Bajan corriendo hasta la calle, llaman al carrito, y helos ahí, diez minutos después: cenando precisamente elotes hervidos y tamalitos tiernos, en honor a la verdad ¡riquísimos!, tal como dice Clarangélica, aunque deberían llamarlos pictes, piytes, pachitos, patzitos o patzes, para honrar las palabras y la memoria de sus viejos.
Frailes franciscanos en Pantepec.
Inician jornada nueva, día tercero, 07:30 de la mañana. A la salida del pueblo un Twenty Seven que no Seven Eleven (¡Rarísimo!, por demás extraordinario, señala Augusto), se encarga de rellenar su termo de café por tan sólo 30 pesos. Van camino a Rayón, en donde deben encontrar la carretera que conduce a Pantepec. Van hacia allá, hacia la antigua San Bartolomé Solistahuacán, aunque primero se encuentran con Rincón Chamula, desde hace algunos días nuevo municipio libre, de acuerdo con las reformas introducidas a la Ley Capital. “Pueblo alrevesado y anarquista, igual que sus predecesores tzotziles de San Juan Chamula, de donde emigran”, lee Clarita precisamente, de una columna periodística del diario Cuarto Poder. “Pueblo y autoridades metidas en negocios ilícitos”, escuchan en algún noticiario.
Rijosos o amables… ¡Vaya usted a saber! dice don Augus. Pero la cuestión es que pasan por aquí, área extendida, desde Pueblo Nuevo a Rincón Chamula, en donde a todo el mundo le ha dado por construir cabañas de concreto y madera. Casas “de estilo californiano” afirman sus albañiles, aunque son en general remedos de las que se ven en el medio rural, en el Sur y Oeste norteamericano; todos adefesios extravagantes, contrahechos. Nada que ver con la arquitectura tradicional de la región, formada por corredores, maceteras y pretiles, techos de teja de barro y calles empedradas, áreas de jardín, patio y traspatio. O bien, el uso de materiales propios: roca tajada, piedra de río, adobe y ladrillo; barro y paja; horcones, vigas y tablas, aunque sobre todo tejamanil: las laminillas de pino u ocote, heredad española de la época colonial.
No hay en esta carretera central la señalización adecuada. Hace falta desde hace rato mantenimiento a este tramo precisamente, y para amolar: no se nota la presencia de ninguna policía estatal o federal. Adelante observan cómo una camioneta se bambolea a lo largo del camino por sobrepeso, atestada de personas con mochilas. Lleva incluso, parados sobre la tapa externa, seis adultos y un niño, que a ratos parece que se desgajan y caen hacia el pavimento.
Llegan a Rayón, pueblo de ascendencia zoque, alejada sin embargo de su lengua y quién sabe si no hasta de sus tradiciones.
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