En todas partes y en ninguna
Casa de citas/ 356
En todas partes y en ninguna
Héctor Cortés Mandujano
En realidad, toda ficción es ficción. Todo arte es engaño
Nabokov
El Curso de literatura europea (Ediciones B, 1997), de Vladimir Nabokov, analiza siete novelas clásicas: Mansfield Park, Casa desolada, Madame Bovary, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Por el camino de Swann, La metamorfosis y Ulises. Las novelas de Dickens y de Flaubert son, según mi opinión, las mejor analizadas; donde mejor luce el talento del profesor Nabokov.
Pero no piensa que lo que enseña sea trascendente. Me voy casi al final del libro para citarlo (p. 541): “Las novelas que hemos estudiado no os enseñarán nada que podáis aplicar a ningún problema evidente de la vida. No ayudarán en la oficina, ni en el ejército, ni en la cocina, ni en la escuela de párvulos. De hecho, los conocimientos que he estado tratando de compartir aquí son un puro lujo”.
Insiste en el tema, aquí con una ironía dirigida a sí mismo (p. 195): “No nos engañemos; recordemos que la literatura no tiene ningún valor práctico, salvo en el caso especial de que alguien se proponga ser nada más y nada menos que profesor de literatura”.
Lo dice antes, de otra manera (p.144): “Este curso, entre otras cosas, es una especie de investigación detectivesca en torno al misterio de las estructuras literarias; […] Un libro es como un baúl repleto de objetos. En la aduana, la mano del funcionario se sumerge en él someramente, pero el que busca tesoros examina cada hebra”.
Nabokov no tiene interés en ligar la biografía del autor con su obra. Desdeña a quienes hacen eso, pero ha leído, por supuesto, sobre la vida de sus autores, a los que cita fuera de sus obras de creación (p. 155): “Gustave Flaubert definió con claridad el ideal del novelista cuando dijo que, al igual que Dios en Su mundo, el autor, en su libro, debe estar en todas partes y en ninguna, invisible y omnipresente”.
De nuevo se refiere a Flaubert, lo cita (p. 214): “Una frase verdaderamente buena en prosa debe ser como un verso logrado en poesía, algo que no se puede cambiar, e igual de rítmico y sonoro”.
De sus notas finales es esta idea (p. 534): “Los criminales son por lo general personas sin imaginación. […] El crimen es el triunfo de la vulgaridad, y cuanto más éxito tiene, tanto más idiota parece”.
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Busco siempre algo que no haya leído de Beckett. Ahora me encontré con Encuentros con Samuel Beckett (Siruela, 2006), de Charles Juliet.
Juliet, lector, relector, conocedor de la obra de Beckett, lo entrevista en cuatro ocasiones, en fechas precisas de 1968, 1973, 1975 y 1977. Ama lo que ha escrito Beckett, lo ama a él y eso se trasmina en las páginas de este bello y pequeño libro. Dice Beckett (p. 19): “Siempre he deseado tener una vejez tensa, activa… El ser que no deja de arder mientras el cuerpo huye… He pensado muchas veces en Yeats… Escribió sus mejores poemas después de los sesenta…”
Y más adelante (p. 20): “Siempre he tenido la impresión de que dentro de mí había un ser asesinado. Asesinado antes de mi nacimiento. Tenía que encontrar a ese ser asesinado. Intentar devolverle la vida…”
Dice Juliet que Beckett (p. 66): “Me habla con fervor del silencio. Del placer de poder seguir el curso del sol desde que se levanta hasta que se pone”.
En la última entrevista, Beckett resume su conocimiento (p. 76): “La caída de una hoja y la caída de Satán son la misma cosa”.
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