El abandono del proyecto Meade; la coyuntura electoral chiapaneca
Rumores, dichos, asambleas reventadas, pre-destapes; de todo ha pasado en estos días de fin de año en Chiapas; y muchos otros acontecimientos se desarrollarán en lo que se refiere a los temas electorales.
La fecha fatal es el 15 de enero. A más tardar ese día, las precandidaturas para la gubernatura de los partidos políticos, estarán ya configuradas.
Cualquiera puede manifestar su interés en ser candidato a la gubernatura de Chiapas; María Elena Orantes López, Jesús Orantes Ruiz y José Antonio Aguilar Bodegas han externado su interés en participar en el proceso electoral local.
Pero para efectos prácticos y citando el clásico: “no se hagan bolas”; solo hay tres políticos chiapanecos que tienen -todavía- la posibilidad de ser el jefe del ejecutivo estatal para el periodo 2018-2024; ellos son Luis Armando Melgar Bravo, Eduardo Ramírez Aguilar y Roberto Albores Gleason.
A los tres, un mundo de intereses los separa. Y esos intereses hacen también que diferentes escenarios los acerquen o los alejen de la posibilidad real de ser el próximo gobernador chiapaneco.
En los últimos días, se mueven rumores de que la coalición PRI-PVEM no irá unida al proceso electoral local. Tanto PRI como el PVEM han analizado la posibilidad de ir solos en la elección de gobernador. Solo habría alianza electoral para efectos de la elección del presidente nacional.
La ruptura estatal es un hecho; se asegura
Si este escenario de caminar solos hacia la gubernatura se cumple; obedecerá a un solo hecho: nadie del PRI-PVEM se puso de acuerdo para una candidatura de unidad que garantizara conservar el poder a la clase política local actual y al mismo tiempo, detener el avance de MORENA en Chiapas.
Es decir, nadie de la estructura política nacional del PRI-PVEM se le impuso al ejecutivo estatal doblegándolo para aceptar un candidato del centro. Y también; nadie de la estructura nacional PRI-Ecologista, quiere que el candidato a la gubernatura de Chiapas esté identificado con el gobierno local actual. Esto es especialmente en el PRI, donde quieren un candidato de dicha alianza, que sea priista.
De igual forma, nadie dentro del PVEM chiapaneco, quiere que el candidato a la gubernatura de la coalición, sea priista.
Entonces, la ruptura PRI-PVEM es inevitable y los efectos colaterales inminentes, tanto en el ámbito de las elecciones federales como estatales.
¿Qué mueve la ruptura?, ¿Cuáles son los elementos que en estos momentos de definición hacen impensable el surgimiento de un candidato de unidad en la coalición PRI-PVEM?. Es claro que son los intereses.
A la clase política estatal la mueve la sobrevivencia
Un gobierno local que dejó mucho que desear entre la ciudadanía chiapaneca. Un gobierno que pecó -y con creces- de omiso y también de reproductor de los mismos vicios que la administración anterior; lo mínimo que querrá es que quienes los sucedan le tapen legalmente sus vicios o también omitan las acciones punitivas que la ciudadanía desea ante tanta impunidad estatal y municipal.
La clase política actual ¿Por qué no habría de pensar que puede imponer candidato si son dueños de la franquicia estatal?. El problema es convencer a los socios del “centro”.
El problema también es que el otro miembro de la alianza; el PRI quiere poner candidato local. Pero los intereses hacen que las posiciones sean irreconciliables con el socio PVEM.
Un candidato priista catapultaría al PRI estatal hacia una gubernatura que perdió en el año 2000 y que aún no la recupera. Un candidato Verde ecologista le daría continuidad a la franquicia nacional. Recuerde que los votos, luego se traducen en prebendas electorales.
Al contrario, si -aun en coalición- el candidato no es priista; sería la cuarta ocasión en que el PRI vería “los toros desde la barrera”. O lo que es lo mismo, se aprovecharían otra vez de su base militante con purgas, expulsiones y renuncias.
Por ello, los priistas van con todo por la gubernatura
Y ello choca contra los intereses de una clase política priista nacional que sabe que de acuerdo a las estadísticas históricas, no podrá ganar la presidencia nacional si no es con ayuda del PVEM y de otras alianzas electorales.
En ese tenor, ¿Para qué importunar al socio electoral que aporta votos y recursos financieros al centro? Que en este caso sería el PVEM.
¿Dejarán al PVEM chiapaneco imponer candidato a pesar del PRI?
De fondo; si al PVEM chiapaneco -por sobre cualquier cosa- le interesa la sobrevivencia política con impunidad incluida y parece dispuesto a buscar unilateralmente la gubernatura chiapaneca del 2018-2024, ¿Qué le garantiza a su socio el PRI que por lo menos en Chiapas el PVEM apoyará con todo a José Antonio Meade?
Por eso también, la sucesión 2018 en Chiapas se calienta, porque la clase política estatal se resiste a entregar su bastión al PRI. Pero el viejo partido hegemónico, quiere recuperar su antiguo bastión.
Si consideramos que a pocos días de arrancada, la precampaña de Meade no parece sorprender a nadie. Esa campaña inicia de manera gris y de continuar así, el precandidato Meade no tendrá el ánimo suficiente para hablar de lo que la ciudadanía quiere oír: ¿Qué se propone para combatir la impunidad y la corrupción?
Es la corrupción y la impunidad lo que le interesa al ciudadano y Meade no puede más que usar la retórica, porque los expedientes de Odebrecht y lo que se continué acumulando, están en el closet del partido político que lo postula a la presidencia.
Ante la ruptura PRI-PVEM que parece inminente, el afectado es el candidato presidencial Meade, que verá como esta ruptura le hará perder votos chiapanecos.
Los que observan esta ruptura son los de MORENA e incluso el Frente del PAN y el PRD, quienes probablemente; o ven como los antiguos socios se despedazan entre sí o también “cachan” candidato defenestrado en esta ruptura.
Para el priismo y el verde ecologismo nacional lo más importante es impulsar a Meade a la presidencia. Pero para los dueños de la franquicia estatal del PVEM, lo más importante es sobrevivir. Y las dos cosas no son compatibles.
Habrá que ver si Meade se impone a la clase política chiapaneca y da un manotazo sobre la mesa priorizando el apoyo a su aspiración.
El problema es que si ya se habla de candidaturas estatales -del PRI y del PVEM- por su cuenta; quiere decir que a Meade le ganaron la partida o quieren ganársela, y ello poco le abona al PRI nacional que quiere retener el poder.
La sucesión en Chiapas corre riesgo de descontrolarse. De haber ruptura enfrentará aliados contra aliados y a todos contra todos.
Víctimas de sus frivolidades y de la ceguera ante las necesidades sociales; ahora la clase política estatal solo quiere sobrevivir y hacerlo con impunidad, precisamente un aspecto del que la ciudadanía clama se termine.
Sorpresas da la vida política estatal; con la llegada de la alternancia y el descenso electoral del PRI chiapaneco, los políticos locales se cobran unos a otros las cuentas.
Primero vimos lo que muchos llamaron el “parricidio” de Juan Sabines a Pablo Salazar y ahora veremos un auténtico “suicidio político” del PVEM y del PRI en Chiapas. Suicidio político porque enfrente se encuentran MORENA y el Frente.
Si la alianza PRI-PVEM se desfonda por los ánimos de la clase política estatal de sobrevivir y del PRI local de imponerse, la ganancia será para los rivales; quienes desean en el caso de MORENA, hacer emerger a una nueva clase política y en el caso del Frente lleno de políticos de otras administraciones; regresar a administrar el presupuesto.
Ese ánimo de sobrevivencia de la clase política local, en nada abona a la candidatura de Meade y ese es uno de sus primeros dilemas a resolver, ¿Qué hacer con Chiapas?
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