Leer y comprar libros
El mundo que nos ha tocado vivir camina aceleradamente en alguno de los aspectos que creíamos nos permitiría tener una mejor vida; en concreto me refiero a la tecnología. Ella ha posibilitado facilitar trabajos que antes eran muy duros, como las labores del campo, aunque en Chiapas tales beneficios no han llegado a todos los campesinos, como es perceptible viajando por su territorio.
Esas modificaciones propiciadas por los avances científicos también han cambiado nuestra relación con la lectura. Hoy, quien posee ciertos dispositivos de fácil transporte, o que tiene las posibilidades para adquirirlos, accede a libros, artículos, etc., simplemente contando con una conexión a internet. Una circunstancia que se amplía o crece cuando un cliente adquiere obras literarias, o de cualquier naturaleza dependiendo del interés del lector, bautizadas como libros virtuales. Incluso las aplicaciones incluidas en los propios textos o en las máquinas donde se leen facilitan el subrayado de párrafos, por citar uno de los ejemplos más comunes para los asiduos lectores.
En lo personal debo decir que cuento con un par de esos libros, poca cantidad para el sinnúmero de obras que ya existen en tal formato, pero que demuestra una cierta forma de entender la relación con el libro que cada lector construye por su entorno y trayectoria personal. En mi caso la historia personal me hizo tener a la vista libros desde mis recuerdos de infancia. Mi padre fue librero “de viejo”, de esos libros que han pasado por varias manos hasta que encuentran otras donde cobijarse. Tras dejar ese oficio, al cual siempre se refería con nostalgia, muchos libros quedaron en nuestro hogar, además de que en todas las ferias del libro íbamos a ayudar a la familia que siguió con el mismo negocio. Libros en el hogar que, además de leerse, eran limpiados año con año, y uno por uno.
Seguramente por esos motivos, y cada quien tendrá los suyos, sigo teniendo la necesidad de comprar libros físicamente tangibles. Debo abrirlos, tocarlos, ver su tipografía e ilustraciones primero, si es que las tienen, antes de emprender el camino del lector siempre esperanzado en descubrir ideas nuevas, razonamientos brillantes o informaciones de relevancia, si se trata de textos académicos. Si son novelas existe siempre el ansia por enfrentarte a una escritura brillante, precisa, y con un desarrollo de lo humano que solo la gran literatura aborda.
Compro libros por necesidad y gusto profesional, por supuesto, pero mi relación con ellos es de complicidad amorosa por tener que tocarlos primero, para después gozar de su contenido, si es posible, y acariciarlos con el lápiz en subrayados, anotaciones o, incluso, exclamaciones. Y todo ello me resulta imposible, todavía, llevarlo a cabo con los libros electrónicos.
No estoy negado a la tecnología y procuro, dentro de mis posibilidades, mantenerme al día en algunos aspectos que permiten estar integrado al mundo del cual formamos parte, pero creo difícil poder modificar por completo la forma de entender el nexo con los libros. El gusto táctil sigue estando presente en mi relación con ellos y espero seguirlo teniendo durante mucho tiempo. Una amorosa caricia siempre renovada con la llegada de un ejemplar, de un libro.
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