El “Tapado” todavía vive
Nunca ha sido un secreto en México; en los años postrevolucionarios y hasta la aparición de la alternancia política, el presidente de nuestro país era elegido por su antecesor en el cargo.
El partido hegemónico y el presidente en turno hacían un ritual que guardaba las formas, evitaba las rebeliones y producía equilibrios y consensos; era el juego de la sucesión presidencial, el juego del “tapado”. Bautizado así por el caricaturista político Abel Quezada. Varias eran las razones de buscar los equilibrios y el consenso con un “tapado”. Pero lo que inspiraba el proceso era evitar la sangre y la violencia política. El país salía de la revolución y buscaba la modernidad y la justicia social.
País pobre o en vías de desarrollo -como usted prefiera- pero con un presidente que detentaba todo el poder, durante seis años, todo el tiempo; la elección de su sucesor dependía de un solo hombre. Ese hombre, el presidente en turno; decidía la suerte y destino común de
millones de mexicanos para los próximos seis años. Y claro; pensando en dejar un legado a través de un heredero; muchas veces se equivocaron.
El “tapadismo”, el destape del “tapado” es un ritual político basado en el engaño, la simulación, la mentira; tanto de quien designa vía “dedazo” -otro término de la vida política mexicana- como de quien pretende ser designado. Es como un secreto que no puede hacerse público, pero del que todos hablan puertas adentro.
Ese ritual, parecía muerto con la alternancia democrática mexicana, pero todavía vive. Parece que a muchos mexicanos, ese ritual todavía les gusta. Reapareció cuando lo pensábamos muerto; casi como la canción “el muerto vivo” del colombiano Guillermo González Arenas.
¿Será nostalgia del pasado de un partido hegemónico?, ¿producto de la incertidumbre de los tiempos electorales?, ¿resabios del paternalismo mexicano? O simplemente, ¿es reflejo de la opacidad y la falta de transparencia de la política y los políticos mexicanos y de la toma de decisiones tan verticales de la clase política?.
El ritual del tapado lo realiza el PRI. Y lo recicla ahora mismo que es el instituto político al que pertenece el presidente de la república. Pero los tiempos ya no son los mismos. Antes, durante la época del partido hegemónico, ser el “tapado” era la antesala de ser el presidente de México. Ahora el tapado, es un político que aspira ser el próximo presidente de México.
Ya faltan pocos días para que el PRI elija candidato a la presidencia de México. Quizá solo falten horas. Y una parte del proceso que hace posible el “tapadismo y el dedazo” está vivo: es la incertidumbre del futuro de toda una clase política.
Yo soy amigo del amigo, es mi compadre, fulano será diputado, etcétera y etcétera.
Pero la realidad actual es que ser el “tapado” ya no garantiza ser el presidente de México. No había “tapado” desde Ernesto Zedillo a la fecha. El propio presidente Enrique Peña Nieto surge de un proceso y un contexto muy diferente al ritual y la liturgia que hoy intenta imponer.
José Antonio Meade, Miguel Ángel Osorio Chong y Aurelio Nuño Mayer cumplen las características para ser el “tapado” actual. Forman parte de tres grupos políticos u origen político distinto. Meade forma parte del grupo de Luis Videgaray el poderoso Secretario de Relaciones Exteriores y de la tecnocracia mexicana; Osorio Chong es la otra parte de la balanza del actual gobierno mexicano y Nuño Mayer es hechura política de Peña Nieto.
El PRI en tercer lugar de las preferencias electorales en cualquier encuesta publicada hasta el día de hoy necesita mantener la unidad. Una unidad que se resquebrajó en el 2000 y el 2006; precisamente los dos sexenios en que el poder estuvo en manos de su contraparte ideológica, el PAN.
En ese sentido, ¿El método del tapado garantiza la unidad priista?. Probablemente solo el presidente Peña Nieto lo sabe. Muchos apuestan a que ante la alternancia política que vive el país, esto ya no es así. En ese caso, los gobernadores priistas y no priistas tendrían la última palabra.
Pero supongamos que el “tapado” corra hacia Los Pinos como “cabalgando en caballo de hacienda”.
Si el “tapado” es Meade, ganará la tecnocracia y específicamente Luis Videgaray volverá a ser el poder tras el trono otros seis años. Ya vimos cómo le fue al país con la relación de poder entre Carlos Salinas, José Córdova Montoya y Ernesto Zedillo.
¿Permitirá el PRI o el propio presidente Peña Nieto que Videgaray sea el poder tras las sombras otros seis años?. ¿Cuál sería la reacción de Osorio Chong que en el papel, tiene la relación política con los gobernadores?.
El pre-destape de Meade a través de Videgaray evidenció el poder del Secretario de Relaciones Exteriores. Pero tal parece que a Meade, ello no le ayudó en nada.
Si el “tapado” es Chong, ¿no habrá reacción de la tecnocracia?. ¿Trabajarían con el ganador?. ¿Osorio Chong los invitaría a colaborar en su eventual gobierno?.
Nuño Mayer presentaría menos complicaciones. Tal vez solo en el sureste del país por su confrontación con el magisterio. Pero esos problemas son en el sureste, la zona más pobre del país. Nada que no puedan arreglar más subsidios, despensas y promesas.
En los tres escenarios ocurriría de entrada que en automático, Andrés Manuel López Obrador de MORENA, diga que de todas formas es la mafia del poder la que no quiere soltar la presidencia. Ayer mismo, estuvo en México Carlos Salinas de Gortari.
Pero lo más relevante es preguntarse y preguntarle al PRI y al Presidente Peña Nieto: ¿Por qué reviven al tapado? ¿Piensan que eso los sacará del tercer lugar de las preferencias electorales?
Es una ilusión priista, -y los priistas se ilusionan mucho, sin pensar en la alternancia y la competitividad electoral actual- creer que al estar ya listos los nombres de los candidatos, ello permitirá alcanzar en las encuestas a Andrés Manuel López Obrador.
El tabasqueño encabeza las encuestas porque la ciudadanía está harta de corrupción, impunidad, falta de empleo y oportunidades. No las encabeza porque todavía no hay nombres de contrincantes.
El reto para el PRI es entonces mayúsculo y hoy están encandilados con su “tapado”. Claro; todo puede suceder; pero hoy por hoy, el tapado -sea quien sea- no tiene como antaño, asegurada la presidencia.
Elegir tapado es potestad -de acuerdo a la liturgia política mexicana- del Presidente priista en turno. Elegir presidente de la república es responsabilidad y derecho de todos los mexicanos. Eso es lo que no debemos olvidar.
Allá Peña Nieto y su tapado.
Lo que los ciudadanos queremos es un presidente responsable, que sea abierto a la crítica, que aliente el desarrollo y que trabaje para todos, no para unos cuantos. Revivir el proceso antiguo del “tapado” en nada ayuda.
Perdieron la presidencia doce años, regresaron a ella. Pero nada aprendieron del México que hoy vivimos y de lo que quiere el país. Los priistas no cambian. Los ciudadanos si lo han hecho.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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