El futuro de Chiapas: políticos y sociedad civil (2)
En la primera parte de este artículo acababa aplaudiendo el papel de los jóvenes emprendedores que aparecen en el estado chiapaneco, pero también reafirmo que el surgimiento de posibles empresarios, o personas de visión de futuro, no se produce por generación espontánea. Hay casos, por supuesto, pero existen instituciones dedicadas a estimular a las jóvenes. Entre ellas cabe destacar la o las Universidades en Chiapas. Unas casas de estudio que deben convertirse en propositivas, aunque aquí es donde tenemos problemas serios por el poco interés, sino directamente desinterés, por parte de nuestros gobernantes dedicados a utilizarlas como monedas de cambio para pagar favores políticos. Y ello, eso sí, con una verborrea que habla de jóvenes y de su futuro mientras que ellos cuentan con herramientas cada vez más deterioradas para el logro de metas, como ocurre en nuestras universidades.
Muchas de esas instituciones han realizado un magnífico trabajo, encabezadas por profesores e investigadores, y han facilitado el pensamiento crítico, pero junto a él es necesario estimular la ambición en la creación de proyectos de futuro. Olvidar esta función de los centros educativos universitarios parece un paso seguro para condenarnos a un futuro cada vez más incierto y sin logros previsibles.
Mientras el mundo se mueve sin cesar y con transformaciones tecnológicas, nosotros estamos viviendo, en muchos casos, de las ayudas dirigidas por el gobierno federal. Un gobierno decidido a otorgar a los territorios más empobrecidos del país aumentos en las ayudas económicas, pero invertidas sin perspectiva o desaparecidas, aunque no para todos, sin que se reduzcan los niveles de pobreza y donde los jóvenes con cierta inquietud observan como única salida la emigración a polos de desarrollo económico nacional o hacia el norte, los Estados Unidos y Canadá, territorios convertidos en inhóspitos para los ilegales y cuyo camino para arribar es una literal odisea vital donde se juegan la vida.
Hay sociedades que han efectuado cambios radicales cuando parecían abocadas a la debacle social más estrepitosa. El caso de Colombia, o en concreto de la ciudad de Medellín, debería servir de referente y ejemplo para muchos políticos. La ciudad controlada por el narcotráfico supo reponerse a su situación de decadencia y quiebra social con la participación de todos sus ciudadanos, y donde las asociaciones civiles de distinta naturaleza y signo político, o religioso, se erigieron en fundamentales para su transformación. No todas las injusticias sociales se han resuelto, no cabe duda, pero existe una pujanza en la ciudad inimaginable hace varias décadas.
Chiapas, junto a instituciones como las mencionadas arriba, necesita una sociedad civil fuerte y activa, decidida a no dejarse vencer por el desánimo. Una transformación profunda en la manera de pensar la relación con los políticos y el poder, lejos del vasallaje colonial que cuesta retirar de nuestro imaginario.
Sin una sociedad civil resuelta a construir el futuro se lo dejaremos a quienes no tienen más interés que el servirse ellos mismos de las prebendas del poder, y de la sumisión de la ciudadanía. Una sociedad civil débil o desaparecida deja paso a los pseudolíderes convertidos en referentes de entelequias, y por supuesto alejados de cualquier proyecto de significación para las ulteriores generaciones. El camino no es fácil, pero si no se sigue la construcción de una ciudadanía comprometida, aquella que surge y se demuestra en algunas ocasiones críticas como son los desastres naturales, solo podremos ofrecernos frustración.
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