Desde la tierra caliente a Los Altos

© Obsequios al Señor de Tila. Santuario de Tila, Chiapas (2017)

Novena parte

La parte inferior del crucifijo —madero, pies, y piernas incluidas— está aislada con cristales para evitar su deterioro, mientras las escaleras bordean el ábside, continúan sobrepuestas a los muros y concluyen a mitad de la nave, pasando por arriba de las puertas laterales, la izquierda que da hacia el atrio y el traspatio, y la derecha que conduce a las oficinas del santuario y los servicios.

Por el lado izquierdo los devotos ascienden al sagrario, bajan por el derecho y ahora mismo, antes del presbiterio, un rezador calificado, evidentemente un intermediario tradicional, quizá un chamán, reza, invoca a la imagen, conversa en alguna lengua original con ella, le señala con la mano derecha extendida, mientras con la izquierda sostiene una vela rutilante. Se dirige a los solicitantes que atiende a su lado, probablemente una familia completa; le acompañan en su rezo, a veces erguidos y en ocasiones arrodillados, mientras sobre el piso procuran el consumo de sus velas blancas, rojas, amarillas.

Claramente escuchan sus voces apagadas, compungidas, en ocasiones francas lamentaciones, sollozos. El chamán impone su mano a todos, sobre su cabeza y hombros, mientras la mujer más grande de la familia extiende su mano derecha apretada hacia él. El rezador le acerca, toma su mano con las suyas y vuelve sus ojos al Cristo Negro. Toma para sí la dádiva de la matrona, al tiempo que le agradece y continúa.

Dos o tres pequeños grupos, postrados ante el altar, hacen lo mismo por el lado derecho, mientras los escasos peregrinos en lo alto, hurgan, abrazan, besan, los vidrios que protegen la imagen. Pero los viajantes continúan su visita. Pasan al corredor junto a la Notaría, de cuyas paredes, columnas e incluso del techo, cuelgan sobrepuestas, centenas de cuadros, dibujos, acuarelas, certificados, fotografías personales y de familia; niños, bebés y adultos. Naturalmente, son los sustitutos de los antiguos exvotos, “retablos” e incluso “milagros” con que la gente agradecía (y aún agradece en otras partes) a la divinidad, por su intercesión, favores y auxilio.

Llama especialmente su atención, las fotografías de animales junto a personas. En particular ganado: vacas, toros, becerros. Garabateadas arriba o abajo, sus leyendas dan a entender que obsequian al Señor de Tila estos animales, en retribución de algún auxilio o cura; una buena yerra e incluso algún portento. Merodean algo más los puestos de la parafernalia fervorosa. Divisan desde esta altura y hacia el Poniente, el camino que conduce hacia las grutas del cerro. Cuevas en donde inicialmente, de acuerdo con la tradición, aparece la efigie del crucificado a principios del desbarajuste colonial, siglo XVI aunque… ya es hora de volver por donde han venido.

 

Zona Cho’l, municipios zapatistas.

Don Augus, como bien dice Juan José, le explica a Clara y a él, que justo a partir de aquí, hacia el NNO, una carretera conduce primero hacia El Limar, El Campanario y en general a la zona ch’ol, luego a Salto de Agua, camino que ahí se bifurca hacia las tierras vecinas del estado de Tabasco y hacia Palenque. Bien recuerda cómo trabajaba para el gobierno del Estado cuando en una ocasión, a principios de los años noventa, vino a Tila, a atender alguna comisión arrebatada, de voy y vengo; con mucha gente entre las calles, el atrio y la plaza, fecha en la que seguramente prometió volver con calma, como ahora hacen.

Desandan pues, estas calles intrincadas, se marchan de la ciudad y ya están de vuelta en Chilón, punto desde el cual reinician esta travesía, ahora hacia el rumbo Oeste perfecto, pues buscan Simojovel, la tierra del ámbar que consideran suyo, de Chiapas, aunque más bien mesoamericano. Ruta ahora sí, absolutamente desconocida por ellos y por el grueso de los chiapanecos. Ello debido a la reciente conexión de sus trayectos, y ubicada a trasmano; por solitaria y peligrosa precisamente ahora, durante el tiempo de aguas.

Y comienzan bien, con pavimento, guarniciones, señalización y todo, aunque muy pronto la buena ruta es pura ilusión: continúan hoyancos, tramos angostados, lodazales, desaparición del asfalto y todo lo demás.

Un anuncio zapatista a la izquierda los hace parar. Reza el tablero sobre dos postes macizos: “Ejido San Pedro la Nueva Esperanza, municipio autónomo rebelde zapatista Comandante Ramona. Chiapas, México. Caracol IV Corazón del Arco Iris de la Esperanza”, todo rotulado en negro sobre blanco, decorado con tres estrellas rojinegras y al centro las siglas EZLN. Más adelante encuentran otro aún más contundente: “Para todos todo. Nada para nosotros. Municipio Autónomo Rebelde Zapatista”.

Dos señoras llevan en su cabeza enormes racimos de plátanos guineos, y a la mano, “cutos” como llaman en el Soconusco a los machetes tuncos del Chiapas en general. Caminan sudorosas y apenas con sandalias, a lo largo de la carretera. La maleza es cierto, aquí cubre casi en absoluto las señales de circulación. Las milpas invaden los acotamientos de la calzada, pero la perspectiva de sus ojos es insustituible ¡Paisaje de poca madre! dice Clara entre dientes, pues… desde aquí, el Sureste, el Sur exacto, los Altos de Chiapas, las inmediaciones de San Cristóbal y Pantelhó, las observan como si de pronto volaran, divisando todo esto como seguramente hacen las águilas, los gavilanes y otras aves, o desde las avionetas que de repente surcan el cielo.

Pero ahora ya transitan sobre estos pueblos algo abatidos, abandonados de la mano de Dios: El Duraznal, San Francisco, Aurora y El Recreo, parajes asentados sobre el declive de la montaña, hacia abajo, hasta llegar finalmente a Tzajalá, punto estratégico, pues justo desde aquí y hacia el frente, rumbo Sureste, majestuoso se yergue el cerro Shanilwitz. El arroyo que atraviesa la localidad está provisto de un puente angosto y elemental: dos muros de contención y sobre ellos tubos de fierro, aunque… el afluente divide a la localidad en dos: Tzajalá de Abajo, perteneciente a Chilón, territorio en el que estamos, y Tzajalá de Arriba, municipio de Yajalón.

Retroalimentación porfas. cruzcoutino@gmail.com

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