¿ERA o Albores?, el dilema de MVC

Al final de su sexenio, los gobernadores se enfrentan a la decisión más importante de su futuro personal: elegir a su sucesor. Y lo hacen con el peor enemigo posible: el miedo.

Como nunca antes, los envuelve una neblina de incertidumbre, desconfían de todos, se vuelven irritables, impredecibles, se alejan de sus antiguos aliados y juntan su destino a hombres o a mujeres con los que no han congeniado con suficiencia.

Manuel Velasco Coello está en esa encrucijada por saber a quién o a quiénes apoyar, y podrá dejar fuera, en ese enroque final, a su favorito a sucederle: Eduardo Ramírez Aguilar.

No sería raro que eso sucediera. Pablo Salazar, quien no permitió que brillaran sus colaboradores, tuvo que sacrificar a Rubén Velázquez, su amigo de siempre y su apoyo en los momentos más difíciles, al inclinarse por Juan José Sabines Guerrero.

En la sucesión, además, aparecen fuerzas del contexto federal que maniatan o entorpecen las decisiones locales. En el 2006, Andrés Manuel López Obrador prefirió que lo acompañara Sabines, en lugar del gris Velázquez, que no levantaba en las encuestas.

Pablo Salazar, quien no podía oponerse a la decisión de AMLO por temor a verlo convertido en su persecutor si ganaba las elecciones presidenciales, decidió prestar su estructura a Sabines. Comandó, desde Palacio, la campaña del que se convertiría en su verdugo y figuraría en la galería de la infamia chiapaneca.

Juan Sabines corrió con mejor suerte, porque aunque su candidato fue Yassir Vázquez, encontró en Manuel Velasco a un gobernante que no lo incomodó pese al legado de traiciones, malversación y desorganización en las finanzas públicas y en la estructura gubernamental.

A diferencia de Pablo Salazar y Juan Sabines, Manuel Velasco podría decidir, sin mayores contrapesos, quién podría ser el candidato a gobernador de su partido o de la alianza PRI-Verde.

Albores Gleason.

En sus manos está adoptar como su candidato al impredecible Roberto Albores Gleason o su amigo de siempre Eduardo Ramírez, quien podría protegerlo mejor en un contexto en que a los exgobernadores les saldrán enemigos para la picota en todos lados.

Si ERA no se convierte en candidato por la alianza PRI-Verde, estaría obligado a buscar una candidatura por el partido que sea y, de acuerdo a sus declaraciones públicas, incluso una candidatura independiente, que la veo poco prometedora, por la falta estructura necesaria en un Chiapas rural y altamente dependiente de las jerarquías partidistas.

Esa decisión, si se concreta, llevará a Velasco a un camino inexplorado y con consecuencias desconocidas, porque si ganara Roberto Albores Gleason, no estaría asegurando su blindaje, y si lo lograra Eduardo Ramírez, se sentiría agraviado por haber sido eliminado del PRI-Verde.

Manuel Velasco se enfrenta a esa disyuntiva solitaria y altamente comprometida de apoyar o no al amigo y aliado de toda su vida.

Lo mejor para él sería impulsar el divorcio de los dos partidos de mayor presencia en la entidad. Solo en una contienda de a de veras, y no en encuestas, se constataría quién es el candidato de más votos y voluntades; si Albores, del PRI, o ERA, del Verde.

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