Definición de ciudad
Todo mundo sabe qué es una ciudad. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española dice que es “un conjunto de edificios y calles… cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas”; es decir, la ciudad se sustenta en tres elementos: calles, edificios y una población.
Rafael siempre le agrega a esta definición un elemento más: un río. Él dice que las grandes ciudades del mundo siempre tienen un río. Dice que en Chiapas la ciudad más digna (así lo dice él) es Chiapa de Corzo, porque es una ciudad que creció a la vera del Río Grande.
Rafael no me deja oportunidad de rebatir su idea. En cuanto lo dice habla de las grandes ciudades europeas: Praga, París, Londres, y de inmediato las relaciona con los ríos que son como columnas vertebrales: El Moldava, el Sena, el Támesis. Agrega que las grandes civilizaciones crecieron alimentándose del agua de los ríos.
A mí me da escozor la seguridad de Rafael. Pienso en Palenque, en San Cristóbal, en Tuxtla y en mi Comitán. Según el criterio de Rafael, estas ciudades no tienen “la dignidad” de Chiapa de Corzo.
A diferencia del pueblo (masculino), la ciudad es, por encima de todas las cosas, femenina. Dice que cuando, hace como tres años, fue a Colombia, viajó a una ciudad que se llama Leticia. Leticia, a pesar de ser una ciudad pequeña, al igual que las fastuosas ciudades europeas ya mencionadas, también tiene un río: ¡el Amazonas!, ni más ni menos.
Con ello concluye que las ciudades más dignas son las que tienen un río, porque el agua es vida y la mujer que da vida es la mujer más sublime.
Por fortuna, esto sólo lo comenta conmigo. Sabe que su razonamiento tiene muchos huecos por donde las feministas y los urbanistas a ultranza pueden resquebrajar sus argumentos.
Me dijo que fue feliz en la ciudad colombiana. Rafael me preguntó si podía imaginar ciudades con nombres de mujeres o, lo contrario, mujeres que fueran como ciudades. Y cuando vio mi cara llena de nubes sonrientes me metió la puñalada trapera, que, dicen los que saben, es la puñalada producto de la traición. Rafael dijo que si yo era capaz de pensar en una muchacha bonita como ciudad ¿le pondría un río? ¿Sí o no? ¿Qué decir? Parecía que la respuesta era sí, porque las ciudades europeas que mencionó siempre me han seducido. ¿Quién puede imaginar a París sin su Sena? Mucho del encanto de París se sustenta en esos paseos por la orilla del río o por los viajes a través del río encaramado en un bateaux parisino, donde se puede cenar como sibarita viendo desde el río a la torre Eiffel y a Notre Dame.
Tuve que darle por su lado y decir que sí, por supuesto que sí, a la muchacha bonita de mis deseos le pondría un río como el Sena y calles bellas como las de París, y teatros como los de París, y cafés al aire libre como los de París, y bulevares como los de París y museos como el Louvre o como el de Orsay o como el de Picasso. ¡Sí, en definitiva, mi muchacha sería París! Cuando vine a ver ya le había dado todos los elementos para que él diera la estocada final. Sonrió con una sonrisa de rata de albañal y dijo: “¿No que querías mucho a Comitán?”.
¿Qué decir ante eso? Sólo repetir lo que una muchacha bonita me dijo en Puebla, cuando le pregunté acerca de su impresión de París, ciudad en la que había estado durante un mes y había regresado hacía dos días: “París la construyeron para ser una ciudad bonita”.
La definición de ciudad debería, según Rafael, incluir un elemento más: ¡el río!, un río con agua limpia. Si Chiapa de Corzo es la ciudad más digna de Chiapas, la porquería que arrastra sus aguas la convierten en una ciudad indigna. ¡Qué pena!
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