Chiapas: el Congreso, la ciudadanía y los inexistentes contrapesos
El Congreso chiapaneco está integrado por 40 diputados. Poco más de la mitad de ellos (24) llegó a la actual legislatura mediante el principio de mayoría relativa, mientras que el resto por representación proporcional. Los primero son, en sentido estricto, los diputados que fueron electos por el voto directo de los electores; a diferencia de los llamados pluris que llegaron a ocupar su curul de manera indirecta por la votación total emitida por partido. La manera en que se procesan estas últimas candidaturas permite que los diputados terminen obedeciendo a las burocracias partidistas, puesto que son a quienes les deben sus cargos y no a los ciudadanos de manera inmediata.
Por iniciativa del PRI, se ha discutido mucho en los últimos días el tema de las candidaturas plurinominales e incluso han planteado su desaparición. Según esto, permitiría ahorros significativos al erario público. Más allá del carácter demagógico de semejante despropósito priísta, el as bajo la manga es volver a los tiempos en que no existía más que un solo partido representado en todas las legislaturas del país incluida, desde luego, la Cámara de Diputados federal. Si el PRI quiere genuinamente discutir nuevos esquemas para la representación política en el país, debería no cerrarse a una simple eliminación de los competidores, sino incluso explorar otras experiencias en el mundo, como el método de la proporcionalidad pura que, con variantes, se practica en varios países, como en Israel, por ejemplo. Es cierto que los diputados gozan de una muy baja aceptación entre la población, pero podemos aspirar a más si aceptamos que se trata de uno de los poderes que –en teoría- debería actuar como contrapeso frente a los otros; en particular, dada nuestra tradición política en que la concentración del poder a menudo lo tienen los representantes del poder ejecutivo en su distintos niveles, conviene tener un Congreso fuerte que permita restañar justamente esas diferencias.
Es cierto que la pluralidad política por sí misma no puede dar lugar a un mejor desempeño de las funciones de nuestros legisladores, como sería deseable y benéfico para la ciudadanía; pero más daño haría volver al pasado en que no existía forma de someter a escrutinio las decisiones de los presidentes. Tales prácticas se reproducían en todos los niveles de gobierno y cargos públicos. Los gobernadores eran una suerte de amanuenses de los presidentes de la república que no admitían ni la justificación de sus acciones, ni el cotejo de sus decisiones, como tampoco los legisladores locales registraban en su imaginario siquiera realizar una revisión o crítica a los ejecutivos estatales.
Bajo es lógica, en el Congreso del Estado de Chiapas no existirían las bancadas del Partido Acción Nacional, el Partido de la Revolución Democrática o el partido Movimiento de Regeneración Nacional. Sería, para decirlo en pocas palabras, una legislatura monocromática. Un tipo de Congreso así representado, es decir, con un partido que prácticamente monopoliza el poder político materializado en los cargos públicos, no sólo resulta una inercia que va contra la historia política reciente en México y el mundo, sino que alberga el sueño de un pasado infausto que no debe volver a caracterizar nuestra convivencia democrática.
De todas formas, la composición de la legislatura local tiene apenas unos tenues visos de pluralidad, si tomamos en cuenta que 33 diputados pertenecen a las bancadas tanto del Verde Ecologista, como del PRI, Mover a Chiapas y Chiapas Unido. No se necesita ningún doctorado en Ciencia Política para suponer que buena parte de ellos no pueden negar su pertenencia a la vieja clase política priista que ha gobernado Chiapas desde hace mucho tiempo. Así, el Congreso chiapaneco posee un muy bajo nivel de pluralidad política, puesto que ello se reduce a seis diputados de oposición repartidos equitativamente entre el PAN, el PRD y Morena; más una que ahora es independiente, pero llegó al Congreso a través del Morena.
Peor aún, las mujeres no tendrían prácticamente acceso a la competencia por la representación política, como fue el caso durante mucho tiempo. Ahora tenemos en el Congreso chiapaneco, quizá uno de las pocas legislaturas locales con mayoría de mujeres diputadas. En efecto, de los 40 diputados en el Congreso, 25 de ellas son mujeres y solamente 15 son hombres. Tan sólo 10 de los diputados hombres lograron su curul por la vía del voto directo de los ciudadanos, es decir, resultaron elegidos por el principio de mayoría relativa; mientras que el resto (5) alcanzaron el cargo de manera indirecta a través de las candidaturas plurinominales. Por su parte, 14 mujeres fueron quienes accedieron a sus puestos como legisladoras por la vía uninominal y 11 de ellas son plurinominales.
El género, desde luego, no hace al legislador, pero permite al menos que algunos temas puedan ser planteados en la máxima tribuna estatal; cosa que no se lograría si volviéramos al pasado en el que existía una sobrerrepresentación masculina y las mujeres eran una minoría casi inexistente en la mayoría de los congresos estatales del país, mucho más en Chiapas. Pero no es suficiente ser mujer para responder a las expectativas y las necesidades de una ciudadanía cada vez más demandante de gobiernos transparentes y eficientes; se necesitan desarrollar las capacidades tanto intelectuales como éticas, al mismo tiempo en que se va construyendo la carrera parlamentaria. Todos esto, más el control social (los asuntos públicos son demasiado importantes para dejarlo solamente en las manos de los políticos profesionales o semi-profesionales) que siempre debe ejercerse, es lo que nos puede augurar un mejor futuro en las actividades legislativas.
Hay que reconocer que resulta un tanto difícil poder valorar la trayectoria de los diputados actuales por una razón muy simple. Pese a ser funcionarios públicos de alto nivel en la estructura gubernamental estatal, la página del Congreso no reporta el currículum de la mayoría de los legisladores. De los 40 diputados en la presente legislatura, únicamente dos presentan algo que se puede decir está más o menos cerca de mostrarnos a los ciudadanos la trayectoria que han seguido y algo de su perfil profesional. Una de ellas tiene una licenciatura en mercadotécnica y la otra realizó sus estudios de ingeniería en el Instituto Politécnico Nacional. No dudo que varios de ellos sean profesionistas, pero el caso es que la información que debería ser pública respecto de sus perfiles, simplemente no se encuentra disponible. En este sentido, es difícil examinar qué tan adecuados resultan a las funciones que desempeñan, tomando en consideración la muy pobre o inexistente información al respecto.
Si de manera aleatoria uno consulta el Diario de los Debates del Congreso, lo primero que sorprende es la escasa intervención de los diputados, salvo para aprobar de manera mecánica los temas que se les presentan. Con otras palabras, los diputados no hacen uso de la tribuna para cotejar puntos de vista o mantener vivo el sano ejercicio de la discusión racional de las ideas. Ese es el espíritu que da origen a la tradición parlamentaria, es decir, que los parlamentarios dialoguen y pongan en tensión argumentos para tomar las mejores decisiones. Lo que esto nos demuestra es que tenemos un Congreso de muy bajo perfil. Chiapas se merece algo mejor y no hay que esperar que nos llegue del cielo, buscar las trayectorias y los ciudadanos mejor preparados es la mayor contribución ciudadana que se puede ofrecer a nuestra muy infantil democracia existente. Ese debería ser nuestro mayor compromiso en las elecciones del próximo año. Ojalá así sea.
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