¡Ah qué los catalanes y su puigdemont!
Dos veces mientras anduve por allá fui a la provincia de Cataluña. La 1ra para conocer la ciudad y su “seu”, sede o catedral, y la 2da para visitar el mar, Badalona y los procesos industriales de mi licor preferido, el Anís del Mono. Y ya desde entonces, recuerdo, me parecía un absurdo su separación de España: Cataluña y el País Vasco junto con Castilla, León, Navarra y Aragón son históricamente fundadoras del Estado Nacional. En otras palabras, España no es producto de guerra y geopolítica como los Balcanes y la Europa Oriental, sino de cierta composición a lo largo de la historia.
Pero además, ya desde entonces me parecía tal idea un contrasentido, pues el mundo avanza hacia su integración geográfica, macroregional, tal como se confirma en el fenómeno de la Europa unificada (ratificada a su modo por la propia Inglaterra), Rusia, China y actualmente el proceso de los BRICS, desde una perspectiva económica. Pero también desde la geopolítica ante la formación de esos bastos conglomerados mundiales: USA-Inglaterra, Rusia-China, etcétera.
Me parecía, eso sí, todo esto, fenómeno y modelo digno de estudio desde la Ciencia Política y la psicología de masas; modelo de lo que NO debían hacer sus dirigentes (autonomistas y nacionales, ultras en ambas vertientes), respecto de la exacerbación de sus pretendidas identidades culturales. Pues, es cierto que la comunidad fue víctima de la Guerra Civil y el franquismo dictatorial durante 40 años, pero la gente perdona y el tiempo pasa. Pues, la lengua catalana no es toda identidad, lo mismo que el gallego, el vasco y demás lenguas locales. Pues, los grandes capitales, aún los catalanes, no reconocen patrias…
¿Qué queda ahora si no más que la verdad? Que Cataluña es parte indivisible de España, al igual que El Tíbet de China, Crimea de Rusia o Yucatán de México. Que todo el proceso de su separación es ilegal desde el derecho internacional y la constitución española. Y lo peor: que a la hora que el parlamento español lo decida, Cataluña puede perder su relativa autonomía, del mismo modo como ella ha violado su lealtad a la Nación. Y no es cosa de opinión. No. Esto narra la historia y el marco jurídico internacional, siempre que el ámbito de su aplicación no sea la amnesia, la locura o la guerra.
Retroalimentación porfas. cruzcoutino@gmail.com
Creo que existe un problema con cómo ves el mundo actual y sus fronteras. La configuración de las naciones mundiales, si algo hemos de aprender de la historia es que son lábiles, y nunca permanentes. Las identidades locales muchas veces son más fuertes que las nacionales, y las regiones que mencionas como parte de países modernos, aunque ahora son parte de los mismos, ésto no es razón para pensar que así tenga que ser. Además, las leyes, o el marco jurídico internacional son construcciones humanas, susceptibles de ser pensadas y transformadas. La libre determinación de los pueblos, y las identidades de éstos son más complejas que la historia lineal de cualquier estado nación, que al final echan mano de construcciones históricas para la dominación sobre diversas regiones.