Sismos y patrimonio histórico
Me ha tocado ver a la distancia los sismos que han sacudido a Chiapas y a otros estados del país, aunque he seguido con preocupación lo ocurrido, así como la situación de los amigos que vivieron estos tristes acontecimientos con el lógico temor causado por eventos de la naturaleza, imposibles de controlar como seres humanos.
Los fallecidos son irrecuperables para sus familiares y amigos, lo más importante de las pérdidas sufridas en estos pasados días. Igualmente, a lo mejor ciertos bienes materiales de los afectados serán difíciles de reponer, por muchas ayudas recibidas por las instancias pertinentes, aunque alguna noticia resulta más que preocupante en este sentido, como la posible desaparición del Fondo Estatal para la Atención de Desastres Naturales; información, que si se confirmara, sería un grave contratiempo para los afectados, además de una irresponsabilidad pública.
Frente a ello hay que destacar la solidaridad entre chiapanecos, y del país completo, ante desastres naturales constantes en México. Un territorio acostumbrado, aunque nos pese, a este tipo de tragedias y seguramente por ello su población está siempre decidida a respaldar a los afectados; una muestra de fraternidad repetida y que ennoblece a un pueblo castigado por tales catástrofes, y por otras muchas alejadas en su origen de la naturaleza y que están relacionadas con las políticas sociales.
No voy a entrar en las políticas de planificación urbanística o de construcción de hogares, bastante abordadas durante hace tiempo por distintas plumas en Chiapas, y que deberán seguir siendo motivo de preocupación porque de ellas depende la vida de muchos conciudadanos chiapanecos. Hoy quiero hacer hincapié en la pérdida o destrucción de aquello dado en llamarse Patrimonio Histórico, y que se ve reflejado en construcciones prehispánicas y coloniales, edificios que en el territorio chiapaneco se extienden por todos sus rincones dado que en sus tierras había asentamientos de población antes de la llegada de los conquistadores castellanos y, por ello, el periodo colonial se aprovechó de ella para explotarla como parte de los derechos de conquista, y ello sin entrar en los debates del periodo sobre la condición humana de los habitantes del suelo americano.
Tras los sismos, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) están haciendo balance de las pérdidas de tal patrimonio o de los daños, alguno de ellos que incluso podría ser estructural, con las dificultades que implicaría su reconstrucción. Desde la Costa hasta los Altos las pérdidas han sido mostradas en la prensa o en las redes sociales, y a las autoridades competentes les tocará definir las medidas que se deban tomar para solventar las destrucciones sufridas.
Nunca me ha gustado etiquetar lo hecho por los seres humanos que nos antecedieron o lo que siguen haciendo, en cualquier manifestación cultural, como Patrimonio. La razón es simple, cuando se le etiqueta de tal forma suele inmovilizarse o se convierte en referencia casi exclusiva del turismo, aunque haya contadas excepciones. Es decir, ciertos sellos ubicados sobre obras humanas pueden transformar algo propio y usado por los ciudadanos en un lugar alejado de ellos.
Lo anterior no significa despreocupación por ese denominado Patrimonio, puesto que sigue siendo referente del pasado más o menos reciente. Algo que debe conservarse por motivos tanto históricos como emotivos. Y ahí es donde la población debe hacerlos suyos y conocerlos, más que simplemente admirarlos. En tal sentido, la noticia de que muchos vecinos de los municipios donde se encuentran monumentos afectados serán los que participen, de forma altruista y gratuita, en su reconstrucción regocija en momentos de pesar como los que se viven en Chiapas.
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