Septiembre de terremotos; ciudadanizar la reconstrucción
Ya es parte de nuestra historia. Septiembre negro. Septiembre con dos terremotos que han cimbrado al país.
Dos veces mismo día; diferente año.
¿Qué decir?
¿Qué palabras hay para confortar al que perdió todo?
¿Cómo se pueden recuperar las vidas humanas?
Las palabras las encuentro en Pablo Neruda, quien dice en su “Canto General” sobre los terremotos que azotan a Chile y que bien se pueden aplicar a los sismos mexicanos:
Desperté cuando la tierra de los sueños faltó bajo mi cama.
Una columna ciega de ceniza se tambaleaba en medio
de la noche,
yo te pregunto: he muerto?
Dame la mano en esta ruptura del planeta
mientras la cicatriz del cielo morado se hace estrella.
Ay!, pero recuerdo, dónde están?, dónde están?
Por qué hierve la tierra llenándose de muerte?
Oh máscaras bajo las viviendas arrolladas, sonrisas
que no alcanzaron el espanto, seres despedazados
bajo las vigas, cubiertos por la noche.
Y hoy amaneces, oh día azul, vestido
para un baile, con tu cola de oro
sobre el mar apagado de los escombros, ígneo,
buscando el rostro perdido de los insepultos.
Vivo el recuerdo, abierta la herida nacional. Pero hay que participar donando lo que se pueda. Solidarizándose con quienes lo perdieron todo. Seamos parte de la sociedad civil en movimiento que aporta lo que puede para las víctimas y los damnificados.
Hoy con el sismo parece que se reeditaran de nueva cuenta las crónicas periodísticas del temblor de 1985. La diferencia es que a esas crónicas, se les suma también las redes sociales.
Irónico pensar que el temblor con epicentro en Chiapas tuvo efectos rurales en nuestro estado, precisamente por la conformación socioeconómica de nuestras localidades; pequeñas y numerosas; y que el sismo del día 19 tuviera efectos sobre la concentración más grande de personas de nuestro país; es decir nuestra capital, la Ciudad de México. Son aspectos de nuestra desigualdad como nación.
Una ciudad, la más rica del país que necesita descentralizar sus servicios hacia otras regiones y ciudades. Una ciudad que la tragedia le vuelve a recordar que en gran parte está construida sobre un lago.
Un estado; Chiapas que necesita aglutinar sus localidades para aminorar los impactos de los desastres naturales y el costo de la infraestructura pública. Un estado que con la tragedia del terremoto, también le recuerda a la federación la tragedia de su pobreza y su marginación; dos condiciones que hacen que con o sin sismo; clame ayuda federal para salir del subdesarrollo.
Como en el 85, en la Ciudad de México rápidamente la sociedad rebasó al gobierno. La parálisis gubernamental indignó a la sociedad. Es con ese sismo, que la desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones mexicanas explota. Es evidente que esa desconfianza nunca ha parado de crecer y los sismos del 2017 podrían ser el catalizador para organizar a una sociedad que desconfía de los políticos.
En el terremoto del 85, la sociedad era menos organizada, menos informada y de un movimiento espontáneo sobre todo de los jóvenes, nació la sociedad civil mexicana. El reto de la generación del terremoto del 2017 es expresar la solidaridad espontánea que hoy se ve, en las urnas en el 2018.
México ha demostrado en las dos ocasiones que tiene capacidad de lograr iniciativas colectivas si los intereses de las mayorías son los mismos. En materia política, el interés común mexicano es acabar con la corrupción.
El “zape” y los gritos a Miguel Ángel Osorio Chong que circula en redes sociales, es lo que sintetiza a una sociedad civil indignada con sus autoridades, pero firme en su determinación de ayudar. Esa movilización nacional es lo que hay que transformar.
Una sociedad que está encaminada hacia su primer triunfo sobre la clase política; pide que una cantidad de los enormes recursos otorgados a los partidos políticos se canalice a la atención de la emergencia y la reconstrucción.
¿Cuál es el siguiente paso? En mi humilde entender, es que la sociedad civil, los líderes de opinión y la ciudadanía en general pugne por todas las vías posibles que los gobiernos estatales y el gobierno federal ciudadanicen el ejercicio financiero de la reconstrucción.
Ese es mi deseo como ciudadano y espero que el de muchos ciudadanos también. Un deseo que podemos hacer realidad si lo pedimos todos juntos en la medida de nuestras posibilidades. En las redes sociales por ejemplo.
Se requiere que las autoridades divulguen el diagnóstico y a partir de ello determinar las prioridades de financiamiento, definir los costos y vigilar el cumplimiento de los programas y las acciones de reconstrucción.
Mi deseo personal es que estos días trágicos, pero luminosos en solidaridad ciudadana sean la catapulta que regrese al gobierno y el sistema político mexicano a la justa dimensión que tiene que tener; la de estar al lado de una sociedad organizada.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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