Óscar Ochoa y su protagonismo ante la tragedia
Más allá de su ignorancia, más allá de su insensibilidad y de su verborrea proverbial y ofensiva, Óscar Gerardo Ochoa Gallegos, el coordinador ejecutivo del Fondo Económico de Chiapas Solidario (Fofoe), incurrió en el delito de desviación de recursos al ofrecer ataúdes y demás gastos funerarios a las víctimas del sismo del 7 de septiembre o bien mintió, exageró y se atribuyó logros de otras dependencias.
Esos desaciertos que debieron corregirse con prontitud, con el despido del funcionario y fincamiento de responsabilidades, vemos que pasan los días y sigue con su palabrería desbocada.
Fofoe no tiene como atribución correr con los gastos que, a consecuencias de las desgracias naturales, hayan sufrido familias chiapanecas; desde su creación, el sentido de Fofoe ha sido apoyar a las empresas y microempresas de la entidad.
Por supuesto, que ante la tragedia hay que apoyar, pero cada dependencia tiene su responsabilidad marcada por normatividades estatales. En este caso, los gastos funerarios, debieron correr a cargo de la Secretaría de Gobierno, del DIF o de las presidencias municipales, pero no de Fofoe.
¿Qué es lo que llevó a este funcionario a ofrecer pan, café, ataúd, acta de defunción, carpa, bueno, hasta un “mensaje” del gobernador?
Un protagonismo desmedido, desde luego, y un afán por posicionarse en el ánimo de Manuel Velasco como candidato para las próximas elecciones.
Si un gobierno se mide por su capacidad de resolver tragedias, el gabinete local mostró sus miserias, sus ambiciones, ignorancia y falta de capacidad para solucionar problemas y compadecerse realmente del dolor ajeno.
Lo que sorprende en el caso de Óscar Ochoa es que después de tantos derrapes y atropellos siga en su puesto —pese a las voces internas que han reclamado su despido—, y que con personajes como él, se enfile esta administración a concluir el sexenio.
Después de informar que había ofrecido ataúdes, y por supuesto café y demás, reseñó ante el gobernador de su gira por La Hormiga, en San Cristóbal, y por Cuauhtémoc, por Villaflores, y dijo, con la insensibilidad propia de su fama, que en Suchiapa se habían atendido a “dos indigentes”. Es decir a Román Pérez Nango y a Felipe de Jesús Vicente, dos hombres echados a la aventura, muertos por el sismo, personajes libres a su manera, amantes de la vida sin brújula y del vino, pero que se sustentaban de forma honrada.
En otra más de sus perlas, dijo que se había dedicado a “censar viviendas que fueron dañadas por el sismo”, como si esa fuera la tarea de un coordinador ejecutivo de Fofoe. Después, completó la faena, con aquello que dos de sus restaurantes en Tuxtla, habían chingado «su madre”, sin que hasta el momento tengamos evidencia de tal desastre.
Óscar Gerardo Ochoa Gallegos ha seguido la fórmula elemental de los políticos chiapanecos que consiste en adular al jefe, para ganarse su protección. Esperpéntico como es, le cantó al gobernador, El rey de José Alfredo Jiménez: “No tengo trono ni reina, pero el Güero sigue siendo el rey”. Remató la canción con un “vamos para adelante con Manuel Velasco”. Eso, que debió ser recibido, por la ramplonería, con indiferencia y enojo, generó aplausos y risas.
Los gobernantes, tan expuestos a la crítica, a veces desmesurada, caen de bruces ante el elogio desmedido. Un zalamero de marca fue Juan Sabines Guerrero, que con esas artes fue capaz de ganarse la confianza de Pablo Salazar.
Por eso, todo gobernante debería leer el Tratado de la vanidad del mundo, que su autor Diego Ballestero de San Cristóbal, dedicó a Felipe II, el rey que más territorio ha tenido bajo su mando. Ahí, en ese libro le prevenía del adulador, porque aparte de que engaña, a la larga traiciona.
Trackbacks/Pingbacks
[…] Óscar Ochoa y su protagonismo ante la tragedia. […]