Los soñadores (3)
En 1823 se fundó el primer consulado mexicano en los Estados Unidos, en la ciudad de Nueva Orleans, en La Luisiana, porque hasta allí llegaba el territorio norteamericano antes de la guerra de 1846-1848 mediante la que México fue despojado de 2,000,000 de kilómetros cuadrados de su territorio. La mitad del país. Así que la llamada Frontera Norte nació en 1848 al finalizar la guerra provocada por el gobierno norteamericano precisamente con el objetivo de expandir su territorio a costas de su vecino, México. Por ello, no está lejano a la verdad el letrero que portan en pancartas los manifestantes latinos cuando salen a las calles de ciudades como Los Ángeles y que dice “I was born in a stolen land” (nací en una tierra robada). Justo es uno de los problemas que viven los soñadores, ser tratados como extraños en un territorio que perteneció a sus antepasados, que les pertenece a ellos.
Ese suceso bélico en el que México se desgarró lo comentamos ampliamente con los dreamers en Tijuana. En la mañana del 19 de agosto pasado, junto con los 35 soñadores y personajes como Armando Vázquez-Ramos, Mario Alberto Nájera, el fotógrafo de prensa ganador del premio Pulitzer, Don Bartletti, la Dra. Valero y Gregorio Luque, importante difusor de la cultura mexicana y con orígenes chiapanecos en Pichucalco, recorrimos el llamado “bordo”, el terrible muro que se levanta en plena frontera México-Estados Unidos. Este muro está reforzado con planchas de acero y tubos que dejan unos pequeños espacios por los que es posible que las personas puedan verse de uno a otro lado. Es conmovedor observar como las personas pasan el dedo meñique entre los estrechos barrotes para tocarse y decirse palabras de cariño y afecto. Allí están familiares separados por ese muro y por la falta de papeles. Hay personas que hace años acuden una o dos veces a este lugar para verse, tocarse los dedos, decirse lo que no han podido decir, y desear un pronto reencuentro que nunca llega. La “border patrol” es una amenaza constante. Los vehículos con policías poderosamente armados patrullan el bordo buscando el menor pretexto para golpear o para encarcelar a las personas que están allí. Es una visión siniestra de la maldad humana, del rostro más profundo del fascismo: el racismo. Los letreros que la gente ha escrito en las paredes de esos muros de acero son elocuentes. He aquí algunos: “La esquina en donde rebotan los sueños”; “Leave no man behind” (no dejes a nadie detrás); “Perdona a la migra, Señor, porque si saben lo que hacen”; “La poesía es gente con sueños”.
Dejamos el bordo para dirigirnos a la Casa del Migrante Scalabrini, también conocida como Madre Assunta, situada en uno de los barrios de Tijuana. En esta casa se recibe a mujeres y niños. A unos metros calle abajo, está otra casa en la que se recibe a los hombres. La Casa de la Madre Assunta está atendida por religiosas brasileñas que acceden de muy buena manera a explicarnos cómo funciona. Mientras nos acomodamos en una sala espaciosa sentados en el suelo para escuchar a la monja, observo el movimiento de la casa, con las mujeres y los niños haciendo diversas tareas. Informa la monja que nos atiende que el gobierno del Estado de Baja California les asigna un modesto presupuesto que lo completan con los donativos que llegan de todas partes del país: ropa, medicinas, comida enlatada, donaciones en dinero, botellas de agua, refrescos, etc. Vemos un constante movimiento del personal voluntario que se encarga de almacenar y repartir los víveres y enseres. Las personas pueden estar entre 2 semanas a 2 meses. No más. En ese tiempo deben resolver si se atreven a cruzar la frontera o si se regresan a sus países de origen. Durante el tiempo que permanecen en la Casa de la Madre Assunta, las personas reciben instrucción de diversa índole, desde cursos de lectura y escritura, hasta nociones elementales de derecho y aún, de historia del arte. Los niños reciben una atención escolar de acuerdo a su edad. Todo el magisterio es voluntario. Nadie cobra un centavo. Además, el servicio de asesoría legal, el internet, los servicios médicos y todas las atenciones que reciben allí los migrantes, son gratuitas.
La Casa de la Madre Assunta tiene habitaciones con Literas que permiten la estancia de 12 personas, con baños, por cierto, muy limpios, amplios espacios, comedor y lugares para tener cierta privacidad. Existen en los Estados Unidos organizaciones que mandan donativos y ropa, lo que causa problemas a las monjas que tienen que pelear contra la corrupción de los aduaneros quienes las acusan de “vender” esos enseres y por lo tanto, “cobran” para dejar pasarlos. Es inaudito. Indigna. Se está fortaleciendo una “coalición de albergues” en Tijuana para protegerse de los ladrones uniformados.
Por la noche asistimos al Centro Cultural Tijuana, inmenso, espléndido, para ver la película DESIERTO protagonizada por Gael García y dirigida por Jonás Cuarón. Es un excelente documento fílmico, de primera calidad. Lo vimos junto con los dreamers que una vez terminada la proyección, hablaron de experiencia similares a las que describe la película experimentadas por sus propios familiares. Muchos de ellos, cruzaron en brazos de sus padres, hermanos o tíos, esos desiertos en los que operan los rancheros asesinos de migrantes, que matan sin escrúpulos a los caminantes y lo celebran. La película retrata con crudeza estas situaciones que son de no creerse.
En la cena, la conversación fue muy animada. Todos hablamos. Don Bartletti narró su experiencia de fotógrafo de prensa; la Dra. Valero, nuestra paisana tuxtleca, hija del ingeniero Enrique Valero, fundador de la XEON, habló con sensibilidad de los problemas psicológicos que enfrentan los migrantes y de la fortaleza que caracteriza a los mexicanos; Mario Alberto Nájera narró su experiencia como bracero que fue algún día; yo hablé del México de Lázaro Cárdenas, de ese país que acogía a los migrantes del mundo, que sostenía una de las políticas de relaciones internacionales más avanzadas del planeta; los dreamers hablaron, preguntaron, se mostraron ansiosos de saber más de México. “Existe también el Sueño Mexicano” les dije.
Nos despedimos. La emoción nos embargó. Nos abrazamos. Los chiapanecos, Gregorio Luque, que añora su niñez en Pichucalco; la Dra. Valero, que recuerda aquel Tuxtla maravilloso sembrado de framboyanes; yo mismo, nos prometimos encontrarnos de nuevo, en algún lugar, en otro momento, quizá bebiendo pozol en Chiapa de Corzo. El sociólogo Gonzalo Santos y el politólogo Primitivo R. Oseguera, aseguramos el volver a vernos; con Armando Vázquez-Ramos, nos veremos muy pronto en Guadalajara, en el Congreso del Seminario Permanente de la Gran Chichimeca. Los dreamers a través de sus lideresas, excelentes muchachas, nos agradecieron haberles enseñado un México que no conocían. Valió la pena.
Horas después, en mi casa de Ajijic, recibí el mensaje de Armando Vázquez-Ramos: pasamos la frontera sin problemas.
Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. 31 de agosto de 2017.
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