Las personas olvidadas del sismo
El sismo en Chiapas es una tragedia rural y de la pobreza. Dejó a la gente que estaba en condición de pobreza, en extrema pobreza, y los de extrema pobreza los dejó hasta sin la posibilidad de nombrar su situación.
A la población de por sí vulnerable, las colocó en mayor vulnerabilidad: las mujeres, personas de la tercera edad, las niñas y niños.
Las condiciones de violencia en contra de las mujeres aumentan cuando tienen que vivir en condiciones de hacinamiento como lo que está ocurriendo en la mayoría de las comunidades de los municipios que salieron afectados. El perder los espacios íntimos –ya sea por tener que estar en un albergue o recurrir a casa de un familiar- hace a las mujeres más vulnerables. Hace unos días reporteaba la situación en algunas comunidades afectadas de los municipios de Jiquipilas y Cintalapa, en cada casa que quedó de píe habían por lo menos cuatro familias viviendo.
El trabajo doméstico que tienen que desempeñar las mujeres, sobre todo en las zonas rurales, aumenta. Las que más padecen la perdida de los pocos enseres domésticos son ellas porque ahora tienen que hacer el doble de trabajo que hacían antes para preparar la comida, cuidar a las y los niños así como las personas enfermas y adultas mayores. Todo se complica porque no tienen un espacio adecuado donde hacerlo, siguen durmiendo en campamentos hechos de pedazos de plástico y tela, o en sitios de manera hacinada. Basta llegar un día a una de las comunidades para darse cuenta de la situación.
Las condiciones de pobreza y vulnerabilidad en que están las personas en zonas rurales juega aún más en su contra en momentos de desastres naturales. Tienen poca información sobre cómo reaccionar en caso de un desastre, se les dificulta hacer los trámites ante los diferentes niveles de gobierno para acceder a los programas institucionales, ya sea por su analfabetismo, la lejanía de los lugares donde viven o la falta de recursos económicos para moverse.
La dispersión poblacional le está pasando, de nueva cuenta, la factura a la población chiapaneca. Lo alejado de las comunidades, inclusive, de una familia a la otra, hace que la ayuda humanitaria sea más difícil de llegar, que la situación que están pasando las personas damnificadas en Chiapas no se logré dimensionar porque los medios de comunicación no lo alcanzamos a terminar de registrar y al gobierno, pareciera, que se la hace cosa común.
En una entrevista en cadena nacional el presidente Enrique Peña Nieto se refería a las viviendas que se perdieron en algunas comunidades de Oaxaca y Chiapas como “pequeñas viviendas de por sí deterioradas y muy humildes”, como que si su perdida fuera cosa menor para quienes significaba ese sitio todo su patrimonio.
El panorama parece bastante adverso, pero con todo y eso han sido, precisamente, las situaciones de crisis en las que las poblaciones más vulnerables, a veces, han logrado salir adelante o al menos visibilizarse.
¿Qué nos toca hacer a la ciudandanía ante esta situación? Visibilizar la situación de esas comunidades y ejidos, no perder la memoria y seguir recordando que esas personas antes y después del sismo están en condiciones de vulnerabilidad, revisar que sus derechos no sean violentados, incidir desde donde estamos y con las herramientas que tenemos para que no sean desdibujados del mapa de la reconstrucción, que nosotros mismos no los olvidemos después del fervor humanitario.
En estos momentos nos sensibilizamos la gran mayoría de los mexicanos, lo cual es muy bueno. Pero pasado el tiempo la vida sigue y nos hacemos indiferentes porque nos olvidamos. Voto porque haya continuidad, no importa que haya desastres. Podemos trabajar mediante un programa permanente aunque no hagamos grandes cosas, poco a poquito y avanzaremos mucho. Si se identifica la persona a quién dirigirse, nos podríamos comunicar y comenzar nuestras actividades. Espero no sonar fuerte y se conozca a quien a la persona indicada.