La cultura contra la humanidad
Hace años, cuando aún era estudiante de Antropología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia en el añorado Distrito federal, leí el libro de Jules Henry La cultura contra el hombre, que predecía los desastres que provocaría la acción humana sobre la naturaleza. Posteriormente, y sobre todo por las enseñanzas de Ángel Palerm, me propuse aplicar en mis trabajos el método llamado de “la ecología-cultural” para tratar de buscar explicaciones a las situaciones bajo reflexión. La influencia de las lecturas marxistas y sobre todo, la relación con Lawrence Krader y Ángel Palerm, me llevó a la perspectiva que hoy se conoce como “ecología política”, es decir, sintetizar los enfoques de la ecología cultural con los de la economía política para explicar las situaciones que interesan a la antropología. Todo ello viene a cuento en estos momentos en los que los acontecimientos recientes ponen en primer plano la relación entre cultura y desastres en nuestro mundo actual. En México, ha sido la antropóloga Virginia García quien inició los trabajos para buscar explicaciones antropológicas a los desastres llamados naturales. Surgió esta corriente analítica en nuestro país a raíz del gran terremoto que asoló a la ciudad de México en 1985 y que mostró la capacidad de solidaridad en una ciudad aparentemente indiferente ante el destino colectivo. La rápida movilización ciudadana en aquellos días rebasó con creces al gobierno presidido por Miguel de la Madrid y demostró que la vida de barrio, la cotidianidad vecinal, era una realidad en la gran ciudad del país.
Hoy vemos lo mismo. La solidaridad ciudadana es la que rescata a la colectividad herida. La administración pública no sólo es indiferente, sino que prevalece la falta de sensibilidad y de visión ante las tragedias, que de naturales pasan a ser culturales y sociales. Conforme la naturaleza se va transformando en un mundo cultural, arrecia el peligro de destrucción. La explicación a este fenómeno en el que la propia obra de la humanidad se voltea en contra de ella, no es difícil de encontrar. Se debe a que los intereses particulares privan sobre el llamado desarrollo y ponen por delante la ambición característica del capitalismo, para ser más precisos, de la economía política capitalista que priva en las ecologías culturales actuales. Donald Trump es el ejemplo ideal para ilustrar lo anterior. Un cretino que llega al poder con la ignorancia a cuestas, pero con la ambición a todo tren, representando intereses que no son sensibles ante el mundo, sino lo que buscan es dinero y poder, se revelan en los desastres naturales. El espectáculo de un Trump declarando sandeces es de risa, sólo que produce tragedias humanas de incalculables consecuencias para la convivencia. Igual sucede con las conductas de quienes están en el poder en nuestro país. En las actuales circunstancias, las declaraciones frívolas de quienes dominan la administración pública avergüenzan a la ciudadanía sin que los poderosos se sensibilicen ante el s01ufrimiento de sus propios compatriotas. Nada cuenta, sólo el interés de seguir acumulando y dominando. Es un terrible signo de época. Por eso decimos que en la economía política del capitalismo la cultura brega contra la humanidad, porque de lo que se trata es de desplazar al interés social colectivo en la dirección del desarrollo (aunque este término está a discusión) y sustituirlo por la búsqueda del bien personal.
Lo positivo de la situación actual es que nos invita a una amplia reflexión sobre la conducción de las ecologías culturales actuales y las alternativas que si existen. Ello nos conmina a un amplio debate en el que la antropología y los antropólogos y antropólogas tienen un papel que jugar. Es una responsabilidad que desde mi punto de vista es ineludible.
Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 19 de septiembre de 2017
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