El terremoto en Chiapas, ¿prendemos del desastre?
Pienso en Pijijiapan y es sinónimo de felicidad.
Tierra del sol, del aire y del mar; nadie como Armando Duvalier con sus poemas y César Pineda del Valle con sus textos, capturaron su esencia. Los manglares, la “Piedra del Burro”, el “manguito”, sus fabulosos y únicos personajes de cada barrio.
De niño, con mis primos y mi hermano Heber nos tirábamos en las playas de Costa Azul, Chocohuital, Palo Blanco o Palmarcito, hacíamos “angelitos”, veíamos las estrellas y exclamábamos: ¡Todo esto es mío!.
Pienso en mi barrio “Las Flores”. El que tiene como sobrenombre “Barrio Presidencial”. Pienso en los vecinos de toda la vida, las familias, los esfuerzos por labrarles a los hijos un futuro mejor. Recuerdo a los cuates de la cuadra del “tepezcuintlillo”, los Ozuna, los Lorenzana, los Meneses, los primos Arreola, los hermanos Alfaro, Constancio Ramos
y varios más que ¡cómo le dábamos guerra a los vecinos con las retas de fútbol!. Y recuerdo también todas nuestras aventuras en el río, los campos de futbol, la playa y las fiestas.
Recuerdo mi Primaria, con los Meneses Wong, con Arturo Sibaja, Pablo Escobar Bravo, Osman Clemente, los Tirado Ramón, con Chema Chang; que un día me prestó su “bimex” y con ella aprendí a andar en bicicleta ¡en un solo día!. Evoco a la ETA, mi secundaria con las idas a la “parcela” y la preparatoria con sus descubrimientos personales.
Hace tiempo que mi persona tuvo que descubrir otros lares. Pero mi esencia es costeña, pijijiapaneca y un poco coleta; por los años que viví -casi como indocumentado- en San Cristóbal pero feliz, al igual que en Pijijiapan.
Me duele Pijijiapan pues. Como también me duele San Cristóbal y por supuesto Tuxtla; ciudad crisol del chiapaneco. Me duelen Chiapas y sus problemas, sus atrasos, la rapiña de sus políticos y los dolorosos desastres naturales que nos llenan de desesperanza porque significan atraso sobre atraso. Me duele también que las nuevas generaciones crezcan con las secuelas económicas y psicológicas que los desastres han dejado en Chiapas.
Con el terremoto de la semana pasada; son ya tres desastres naturales que en menos de veinte años sufre la costa chiapaneca. El primero fue en 1998, cuando desaparecieron barrios y colonias. El segundo el desastre del “Huracán Stan” en el 2005 y por supuesto el terremoto del que todavía sufrimos las réplicas.
Tres veces la tragedia tocó nuestras puertas. Dos veces nos hemos levantado y esta será la tercera ocasión en la que prevaleceremos. Pero no nos equivoquemos; una cosa es sobrevivir y otra muy diferente sufrir lo mismo una y otra vez.
¿A que me refiero? Es obvio que es imposible evadir los impactos de la naturaleza. Pero estos se pueden aminorar. Es cuando las comunidades se vuelven resilientes; es decir tal y como lo define la FAO: la resiliencia es “la capacidad de prevenir desastres y crisis, así como de preverlos, amortiguarlos, tenerlos en cuenta o recuperarse de ellos a tiempo y de forma eficiente y sostenible, incluida la protección, el restablecimiento y la mejora de los sistemas de vida frente a las amenazas que afectan a la agricultura, la nutrición, la seguridad alimentaria y la inocuidad de los alimentos”.
De acuerdo a esta definición, ¿En Chiapas prevenimos y amortiguamos desastres?, ¿Nos recuperamos a tiempo de ellos? Y además ¿hemos mejorado?. Es evidente que no. No hemos creado un entorno favorable para resistir mejor los embates de la naturaleza y para crear las condiciones de una mejora económica.
Seamos claros. Luego de la emergencia tiene que venir la reconstrucción para recuperar las actividades económicas porque el impacto de un desastre de las tres dimensiones que hemos sufrido se resiente en nuestro PIB porque la economía no es diversificada. Decaído nuestro PIB, con el desastre decaerá más.
De acuerdo a la evidencia, lo que ocurrió después de los primeros dos desastres costeños fue el éxodo. La migración hacia Estados Unidos y otras partes de la República y Chiapas. Ello significa que con todo y lo que se diga, el proceso de reconstrucción y reactivación económica fue en esas dos ocasiones un fracaso total.
¿Qué nos hace pensar que esta vez será diferente?. Nada, porque en esas ocasiones no mejoramos a pesar de lo cuantioso de la inversión para la reconstrucción. Es decir, en Chiapas no hay comunidades con resiliencia.
Son también más de 20 mil localidades en Chiapas. Si ello dificulta la planeación, encarece las obras; ¿Cómo reconstruirlas rápidamente o como volverlas resilientes lo más pronto posible?.
Los desastres naturales han demostrado que el estado de Chiapas por sí solo no mejora y ni lo hará en el futuro. No hay un estado de derecho efectivo. El sismo ha hecho emerger -otra vez- nuestra pobreza. Y es que ante un desastre, el futuro depende de la forma en cómo se responda a la crisis que genera. Con una producción poco diversificada y por ende pobre, su base económica se ve afectada.
La pérdida de vidas, los impactos en la salud y la perturbación de la vida cotidiana son aspectos cruciales por atender. En la emergencia, los hogares chiapanecos están preocupados por sus activos, pero pronto comenzará la preocupación por los ingresos, que al ser preferentemente producto de las actividades primarias, más temprano que tarde comenzarán a reducirse.
Se perdieron negocios, puestos de trabajo y ello redundará en la capacidad de consumir; es decir en la disponibilidad de bienes y servicios. Ante un desastre en comunidades sin resiliencia como las chiapanecas; las pérdidas futuras, son pérdidas directas en el bienestar de la población. Por eso las personas migran, porque pierden la esperanza de mejorar en el lugar que los ve nacer. Y es que cuanto más largo sea el período de reconstrucción, mayor será el costo económico y social total del desastre.
Tal parece que en Chiapas vivimos desde el primer desastre en un estado de reconstrucción permanente, con todos los recursos destinados a reparaciones en vez que al mismo tiempo, se pueda invertirlos en nuevas infraestructuras y equipamientos más resistentes. Una característica más de nuestro subdesarrollo.
Pero estrictamente en lo personal, la reconstrucción en Chiapas no se me antoja permanente, sino inacabada. Y a pesar de que no creo que nuestra pobreza sea el “destino manifiesto” chiapaneco, no confío mucho en que en esta ocasión, la reconstrucción haga tener resiliencia a las comunidades chiapanecas.
Démonos cuenta, casi todo el gabinete federal está en Chiapas, funcionarios de todos los niveles están apoyando las tareas de emergencia y lo harán en la reconstrucción. ¿Pero en manos de quienes estamos? En las de una cuestionada titular de SEDATU por sus omisiones en la Cruzada contra el Hambre; en manos también de un titular de la SCT que no responde con claridad a sus responsabilidades políticas en el caso del “socavón” de Cuernavaca.
Y si nos vamos al plano estatal, ¿Qué podemos pensar de un secretario de salud cuestionado en un noticiario nacional, exhibido por el propio titular del ejecutivo estatal en un video que da vueltas en las redes sociales. ¿El titular del FOFOE? Ya vimos su frivolidad e insensibilidad. ¿Tenemos un gabinete capaz?. Restaurar la confianza ciudadana será una tarea esencial también del gabinete estatal y federal. ¿Podrán
cuando antes del evento sísmico esta confianza ciudadana era casi nula?.
Una vía podrá ser la supervisión ciudadana de la reconstrucción. ¿Pero habrá voluntad política para ello?.
Estamos los chiapanecos hundidos económicamente, con alcaldías endeudadas, con un proceso electoral federal y estatal a días de iniciarse. Con la necesidad de reconstruir el estado y con recursos que serán escasos. La reconstrucción, como lo fue con los dos desastres anteriores, se avizora de nueva cuenta; inacabada.
Como Kavafis; yo no quiero encontrar otras tierras, otros mares, quiero vivir en Chiapas, en sus mismas calles, sus mismos barrios, quiero saludar a los amigos de siempre, no verlos migrar buscando un futuro que en la tierra que los vio nacer se cancela. Sé que las comunidades tienen que transformarse; pero quiero que esa transformación sea hacia la resiliencia. Hacia comunidades menos vulnerables.
Hay que construir ciudadanía. Todo desde abajo hacia arriba. Así cabemos todos. La reconstrucción es la oportunidad de avanzar en ello; ojalá y nuestra clase política lo entienda así. Pero si los políticos no han aprendido de los desastres -y al contrario, se aprovechan de ellos- obliguémoslos a que lo hagan. Reclame sus derechos, exíjales, castíguelos con su voto si no aprenden. Poco a poco y con conciencia, podemos ver a nuestras comunidades resilientes.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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