Desde la tierra caliente a Los Altos

© Templo de Ntra. Sra. de La Candelaria. Acala, Chiapas (2017)

Primera parte

Por fin, señoras y señores, tras varias semanas de dudas y la consulta del mapa oficial de Chiapas, escala uno 250,000 del CEIEG, versión digital 2016, pues la del 17 aún presenta fallas, Clara, Augusto y Juan José, este último amigo de los primeros, se animan en pleno tiempo de aguas, a efectuar una especie de travesía por la parte media de la entidad, durante los pasados tres días. CEIEG, por si alguien no sabe, es la agencia estatal que provee a los chiapanecos de información geográfica y estadísticas. Proyectaron el viaje y ha salido tal cual fue su deseo: iniciar en su casa del Aguaje en Tuxtla, llegar a Acala por la nueva carretera, continuar hacia San Lucas, y por esa vía intentar subir a San Cristóbal. De ahí visitar Comitán, atravesar la zona tojolabal, continuar hacia Altamirano, seguir a Ocosingo y pernoctar ahí.

Al día siguiente emprenderían de nuevo el camino, hasta concretar su visita al Cristo Negro, Señor de Tila, postergada desde hace años. De ahí regresarían a Chilón. Y a partir de ese pueblo… a recorrer una ruta absolutamente desconocida por ellos hacia el rumbo Este, ¡hasta llegar a Simojovel! hacia el centro-norte. Luego reconocerían Puerto Caté y continuarían hacia el Norte, para descansar finalmente en Pueblo Nuevo Solistahuacán. Al día siguiente seguirían la carretera hacia Pichucalco para desviarse en Rayón, a donde tomarían la vía que permite visitar los pueblos zoques de Pantepec, Tapalapa y Ocotepec. De ahí desandarían parte del camino para conectar con Coapilla, pasar a Copainalá y desde ahí, ahora sí, emprender su regreso a casa.

 

Desde Tuxtla, camino a Acala

Tal cual entonces, así lo hacen. Llevan una provisión adicional de veinte litros de gasolina, agua, aceites para el auto, y como en los años 50 y 60, “jabón de pan” por si las moscas. Inician el lunes, desde El Aguaje en Tuxtla Gutiérrez; son las siete de la mañana en punto. Primero van a la desviación hacia La Concordia y La Angostura, por la carretera principal a Chiapa, luego a la bifurcación de Las Limas hacia Veinte de Noviembre, pueblo que hoy señorea al nuevo municipio de Emiliano Zapata. Y avanzan tantito para luego virar a la izquierda y encontrar la desviación novísima hacia Acala. ¡Entran a lo desconocido! Sí. A lo ignoto, pues aunque saben desde hace tiempo del camino y puente nuevo sobre el río Grijalva, construidos durante la administración del nunca bien valorado Patrocinio gobernador, justo frente al pueblo “de los carricillos y las canoas”, la verdad es que no conocen la vía.

Avanzan y hay parcelas agrícolas, milpas y jocotales a ambos lados del camino; ranchos y pequeños corrales de ganado, y frente al portón metálico de uno de éstos, paran a almorzar. Salen a olfatearlos tres perros desmedrados. Un vaquero de a pie separa las vacas de los becerros, mientras mugen y dan de coces. Huele a estiércol y a tierra mojada. Encuentran unas rocas y sobre ellas se comparten las guayabas, tortas y café, todo preparado por doña Clarangélica. Continuamos, aunque… es una calamidad el paisaje, infestado con la propaganda política adelantada e ilegal de los propios gobernantes.

El primer escaparate de junto a las riveras es el que anuncia “Súmate con fuerza. Eduardo Ramírez”. Aparece una foto, suponen es la del tipo, y cierra con una instrucción: ¡Súmate! Luego asoman varios espectaculares, repetidos, con el texto: “ERA, Eduardo Ramírez Aguilar, PRI y Partido Verde”, y justo aquí uno más advierte: “Fundación la Luz de los Pobres. Igualdad para todos los chiapanecos”, aunque algo más allá un nuevo cartel gigante informa de alguna inexistente y quizá fraudulenta Fundación Guirao.

Reconocen la desviación que a la izquierda conduce a alguna ranchería, probablemente Buenos Aires. Aparecen ahora los escaparates de un felino con grandes letras rojas que rezan “Jaguar Negro Fundación”, y por si falta hiciera, igual que en la ciudad se exhiben pequeños gallardetes que anuncian un programa estatal ERA (pretendidamente “Educar con Responsabilidad Ambiental”), que evidentemente divulgan las iniciales de aquel personaje, aquí se exhiben idénticos, aunque en tamaño enorme, igual que los anteriores. Pero ya, en un momento más están frente al puente, frente al cauce del río Grijalva, ahora mismo adelgazado a su mínima expresión. Seguramente arriba, la CFE atrapa toda el agua del río Grande superior; han de estar llenando el vaso de la presa hidroeléctrica La Angostura.

Nunca habían visto el lecho del río central de Chiapas, tan seco y lodoso, superficie sobre la que asoman enormes troncos, antiguos árboles secos, corpulentos. Son perceptibles las marcas raídas del agua sobre la arena y el fango, la fuerza del corrental ahora apagado: dos hilos de agua apenas forman el majestuoso Chejel, dos hilos alimentados por el agua servida tras las turbinas de la hidroeléctrica, y los escasos arroyos de más arriba, aunque por debajo de la cortina de La Angostura.

Entran a la pequeña ciudad de Acala, reconocen su vieja avenida principal, continuación de la carretera que viene de Tuxtla y va hacia la antigua San Bartolomé, aunque muy pronto vuelven hacia el Sur, hacia donde la extensa plaza, el Ayuntamiento, la iglesia de la virgen de Candelaria y su atrio espacioso, y hasta la escuela asentada en parte de sus antiguos anexos.

Aún permanecen en pie, los ladrillos rojos, ocres, restos arqueológicos de su antiguo y original templo colonial, y en el mismo lugar del Oeste, el espacio que a principios de los años setenta Augusto conoció, todo ocupado por un campamento de “húngaros”, los gitanos de esta parte del mundo; con su gran carpa, sus hombres barbados y panzones, sus caballos, sus camiones emperifollados, sus peroles de bronce, sus puercos destazados y en especial… ¡Sus mujeres hermosas! Todas siempre acicaladas, como de fiesta: blusas bordadas de fantasía y escotadas a más no poder, vestidos largos de colores vivos y vaporosos; cabellos largos, cubiertos con pañoletas incandescentes, manos ensortijadas, muñecas y orejas engalanadas. Así evoca Augusto a las gitanas de Acala, año setenta y tres.

Retroalimentación porfas. cruzcoutino@gmail.com

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