Definición de olvido
Comienzo escribiendo esta Arenilla con duda. ¿No ya escribí la definición de Olvido? No puedo asegurarlo. Podría recurrir a mi archivo de Arenillas especiales para Chiapas Paralelo, pero ello me colocaría en el territorio de la certeza y la certeza es el territorio más resbaloso. Tendría la seguridad, pero sé qué algo perdería. Si todo mundo tuviera certezas, el mundo sería muy aburrido. Quienes no dudan, quienes no están permanentemente en el territorio de la confusión, son los que aseguran que el reino de los cielos será de ellos. ¡Pobres!
El olvido es la mayor virtud de los mortales. Los dioses no olvidan, pero los mortales deben olvidar muchos instantes vividos para poder sobrevivir con dignidad. Si un mortal no olvidara se convertiría en dios y eso le restaría emoción a su vida. ¿Puede alguien imaginar convertirse en dios de la noche a la mañana? ¿Para qué? La vida es asombrosa por su capacidad de ser humano, por su capacidad de olvido.
La tía Esperanza dice que nunca ha podido olvidar a su hijo muerto hace treinta y dos años. Lo dice con certeza rotunda. ¿Es así? No, no es así. Por instantes veo que ella olvida a Rodolfo, lo deja al lado de su silla y soy yo quien recuerda a Rodolfo al ver que su mamá lo olvida. Vi a la tía reír como río cuando su nieta Elena cumplió sus quince años. Elena es hija de Aurora, hermana de Rodolfo. Esa tarde de guateque la tía bailó y bebió dos o tres copas de tequila. La vi quitarse los zapatos y con los pies desnudos macerar los ladrillos del patio, como si fuera de esas benditas mujeres que maceran las uvas en tiempo de vendimia. La vi brincar de a poquito, como si el aire fuera la cuerda para saltarla. Claro, cuando la fiesta terminó la vi nostálgica. ¡En ese momento recogió el recuerdo de su hijo! Tal vez recordó algún momento de la vida de Rodolfo en una fiesta y suspiró como si necesitara llenar con piedritas sus pulmones. Pero, a mí no me engañan, hay instantes en que la tía olvida a su hijo. Si no fuera así, estoy seguro que la tía ya habría muerto también. Ante las ausencias ¡la vida compensa con píldoras de olvido!
Si revisamos un diccionario elemental hallamos que olvido es: “No recordar algo concreto”. De acá colegimos que el olvido tiene que ver con el recuerdo. Recordamos algunas cosas y otras no; de igual manera, olvidamos algunas cosas y otras no. Los científicos han explicado el mecanismo por el cual recordamos algunos hechos y otros los mandamos al basurero, un basurero que sigue estando en nuestra mente. Cortázar, el escritor, estimulaba su mente para tratar de recordar hechos olvidados, hechos que seguían trepados en su memoria, pero estaban en lo más alto de su árbol nemotécnico y por lo tanto le era muy difícil acceder.
No olvidamos aquello que nos toca en forma más directa. El amante no olvida el nombre de su amor imposible, siempre lo lleva en su mente (dice que también en su corazón, aunque está demostrado científicamente que el corazón nada tiene que ver con el amor que es un proceso netamente mental). Por esto, cuando algún amante dice que lleva a su amada en el corazón, casi casi le está diciendo que no la recuerda, porque si así fuera la llevaría día y noche en su mente.
La tía Esperanza recuerda a su hijo fallecido. Pero su organismo le hace la travesura de aislarlo por instantes. La mente de la tía ayuda a que ella sobreviva. Si todo el día estuviera anclada en el recuerdo ya se habría muerto. Ningún mortal puede respirar adentro de la burbuja del olvido, porque esta burbuja es como una cámara vacía, donde el oxígeno está ausente. Tío Ausencio decía que moríamos en el instante que nos olvidábamos de respirar. Siempre el olvido está presente en la vida del ser humano, pero no siempre, a veces recordamos que la vida está compuesta de presencias y no de ausencias.
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