Al vaivén del viento

Árboles de Tuxtla. Foto: Cortesía

En  memoria de todos los árboles derribados en ciudad coneja y en Chiapas.

Cada vez encontramos menos en los bosques, selvas, praderas, montañas, parques, jardínes, así como en andadores aledaños al Río Sabinal – en ciudad coneja, Tuxtla Gutiérrez- ; ellos tan altos, pequeños, gruesos, delgados, con abundantes follajes o de pocas hojas, que en las tardes frescas mueven sus hojas al vaivén del viento: los árboles.

Somos personas afortunadas quienes hemos tenido la oportunidad de crecer rodeadas de la naturaleza, viendo cómo plantan árboles y cómo crecen, nos obsequian sus frutos, les ayudamos a combatir sus plagas y llegan a formar parte de nuestra vida.

La naturaleza es sabia, nos provee de tantos regalos y se debería contribuir en su cuidado. Recuerdo una frase de un representante de la cultura lacandona, Chan Kin viejo,  cuando cae un árbol cae una estrella. ¿Cuántas estrellas habrán caído en los últimos 10, 20 o 30 años ante tanto árbol talado en nuestra ciudad capital?

En Tuxtla Gutiérrez había mayor número de árboles, varios de ellos son más escasos en la actualidad como los de capulín,  castaño, anona, cupapé, matzú, mata ratón, guaya, entre muchos más. Con el paso del tiempo algunos de estos árboles han caído por la edad, por incendios provocados, otros han sido talados, sea por construcción de libramientos, pavimentación de espacios, realización de obras que, en ocasiones, no han sido planificadas y por lo tanto, lo que menos se tiene contemplado es reforestar para contribuir con lo que se quitó a la naturaleza.

Compartiré la historia de uno de los tantos árboles que ya no están en la ciudad, un árbol de mango, ubicado en uno de los andadores del Río Sabinal. Fuimos varias las  personas que disfrutamos más de una vez bajo su sombra, de correr a su alrededor, de platicar con las amistades bajo su follaje, de caminar cerca de él durante el paseo con nuestros perritos.

El árbol era muy visitado en la época de mangos verdes, niños y adultos subían con afán de cortar sus racimos en lo alto; era triste ver sus hojas arrancadas, tiradas en el piso junto a los frutos que solían dejar a medio comer. Algunas veces salimos en su defensa.

Un día al enterarnos que estaban ampliando el cauce del Río Sabinal, pregunté a mi familia si creía que tirarían los árboles, pensé en tres de ellos, el de mango, su vecino el árbol de guaya y uno más, el de guayaba. Mi corazón pedía que la medida de ampliación no pasara por donde estaba el árbol de mango, era el más cercano a la zona de trabajo, sin embargo, el presentimiento se cumplió. No imaginé que me daría tanta tristeza ver el vacío que dejó no sólo como parte vital de la naturaleza, sino en su significado para la vida de las personas.

La obra que ampliaron quedó mal terminada y continúa así, en abandono, sin que a las autoridades les importe; es probable que como la historia de este árbol haya muchas más, desde mi perspectiva no era necesario que lo cortaran.

¿Se ha percatado del impacto ambiental que se ha generado en Tuxtla Gutiérrez con la tala de árboles? Los resultados ya están evidenciándose,  un ejemplo es el incremento de temperatura.

Las tareas por realizar son varias, entre algunas posibilidades está cuidar a los árboles que tenemos en casa, o cerca de donde vivimos, si hay terreno procurar sembrar algún árbol que se adecue al espacio que se tiene. ¿Qué otras propuestas le surgen para compartir y contribuir con esta labor? Aún estamos a tiempo, podemos llevar a cabo acciones para continuar disfrutando que los árboles permanezcan y nos susurren hermosos mensajes al vaivén del viento.

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