Venezuela, México y globalización
El mundo ha construido diversas instituciones que son supranacionales. Mientras la globalización avanza, estas instituciones se vuelven más complejas.
La política también se vuelve una ciencia más compleja. Hoy puede hablarse ya de un “sistema político” mundial. De entrada los conceptos primarios del “Estado-Nación” no son los mismos dentro de la globalización que sin ella. El Estado-nación se define como un país
con una población, territorio reconocido, gobierno y soberanía; pero ya en el mundo se habla de ciudadanía global, de educación cívica global, de ciudadanía trasnacional y de interdependencia de las naciones. Esto fundamentalmente porque si hay normas y leyes nacionales, también las hay internacionales y muchas naciones han firmado acuerdos globales.
De manera que como bien se sabe, la globalización impacta a gobiernos y también a las personas porque es un proceso con por lo menos tres componentes: cultural, económico y geográfico.
Multilaterismo dicen algunos, gobernanza mundial otros. Lo cierto es que el Estado-Nación pierde peso específico y nacen otros actores políticos, como los organismos mundiales y las empresas globales. Hablamos de Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y varios organismos de cooperación política y económica regionales.
Hoy ante la globalización los gobiernos, las organizaciones sociales, los movimientos políticos que no tejen alianzas se aíslan completamente y radicalizan sus posiciones; ejemplos sobran. Ya no deja ninguna ganancia política decir y actuar con un “estás conmigo o en mi contra”. Todos tienen que sumar adeptos y simpatizantes.
Y es que hay debate sobre la globalización y el Estado-Nación. ¿Este fenómeno desaparece o fortalece el estado-nación?. Hay quienes plantean que por lo menos ese concepto se hace más chico y otros quienes dicen que el Estado es el actor central en las relaciones internacionales.
Lo cierto es que las naciones están interrelacionadas entre sí -no solo con sus vecinos- pero tienen autoridad sobre sus fronteras y también los asuntos internos.
México por ejemplo no puede combatir solo el narcotráfico, necesita por lo menos la cooperación de Estados Unidos ya que este es el mercado receptor de las drogas que pasan por territorio nacional. Imagínese también que solo un país en el mundo combata el terrorismo religioso, cuando este azota a toda Europa libre de
fronteras. Tampoco es posible que cualquier país del mundo haga política económica sin analizar lo que sucede en materia económica en el contexto internacional.
Si hay globalización. Pero hoy por hoy las decisiones colectivas el gobierno de cualquier nación las toma, de acuerdo a los intereses nacionales; casi nunca de acuerdo a los intereses mundiales. Es como una contradicción que ya es evidente. Porque además las organizaciones internaciones generalmente lo primero que observan de cualquier país es si este es democrático o no lo es.
Venezuela no es una isla dentro de la globalización. Es un país que tiene enormes yacimientos petroleros, refinerías en Estados Unidos y que las últimas décadas ha basado sus fortalezas exportadoras en el petróleo.
El problema es que el oro negro es casi su único producto exportador. Hoy los precios petroleros internacionales se encuentran a la baja porque los países vendedores de petróleo, cada vez le venden menos petróleo al histórico comprador mundial; Estados Unidos. No hay dinero entonces para financiar el desarrollo venezolano.
Los mexicanos sabemos perfectamente lo que pasa cuando los precios internacionales del petróleo suben. El despilfarro gubernamental es evidente; y cuando estos bajan, la crisis es de proporciones casi apocalípticas.
Venezuela tenía un gobierno que diluyó la fortuna petrolera. Un gobierno poco previsor que no logró un modelo económico que no dependiera del petróleo.
Hoy la viabilidad económica del país sudamericano está en entredicho. Por más que se diga que Estados Unidos promueve a la oposición. Los americanos más bien aprovecharán el probable caos que resulte de la caída o el sostenimiento de Maduro en el poder.
¿Por qué? Porque PDVSA, la compañía petrolera columna vertebral de la economía venezolana está casi arruinada. Maduro tendrá que vender activos de la empresa para adquirir recursos financieros o en su caso endeudarla. Y eso es lo que es más que seguro hará incluso quien pueda sustituirlo en el poder, en caso que caiga el mandatario venezolano.
Muchos países se han pronunciado diplomáticamente por las condiciones políticas de Venezuela. La mayoría de los países en contra de Maduro y su régimen. México también ha hecho pronunciamientos diplomáticos e incluso hubo un enfrentamiento memorable entre los cancilleres mexicano y venezolana.
Pero además ante la efervescencia electoral mexicana rumbo al 2018, varios actores políticos nacionales, comparan a Andrés Manuel López Obrador, el candidato de izquierda y probable triunfador en el 2018 por la candidatura de la presidencia; con Hugo Chávez Frías, el mítico comandante bolivariano y mentor del actual presidente Maduro.
¿Andrés Manuel López Obrador hará que México sea como Venezuela?
Es claro que no. Primero porque la génesis del experimento venezolano fue el alza de los precios internaciones de las materias primas de la década pasada. Hoy no hay condiciones de ese tipo en México para que el tabasqueño intente un viraje económico de la magnitud venezolana o cubana si retrocedemos un poco más en el tiempo.
En segundo lugar porque no es necesario ese empujón de López Obrador. El actual régimen tiene al país en una crisis económica, con sueldos precarios, con carestía de la vida que poco falta para que la gente salga a las calles a protestar de manera permanente como si lo hace en Venezuela.
Poco falta, porque por lo menos en Chiapas, la protesta sí es permanente. Y a nivel nacional este año inicio con las protestas por el gasolinazo.
Ahora bien, México ¿Tiene derecho u obligación de protestarle al gobierno de Nicolás Maduro por la situación de su país?
Claro que sí la tiene. Porque tanto México como Venezuela son países firmantes de diversos acuerdos internacionales. Muchos de ellos cuentan con cláusulas democráticas. México debe protestar.
El problema es que las condiciones de política interna de nuestro país hacer ver a esa protesta como algo poco ético, considerando los problemas a los que enfrenta el gobierno de Peña Nieto. No son pocos los que piensan que primero se tienen que arreglar nuestros problemas y luego debemos preocuparnos por los problemas de los demás países.
El asunto es que toda ley internacional que ha suscrito México, la tiene primero que respetar luego promover y por último defenderla.
México y Venezuela son países víctimas de las contradicciones de la globalización. Participan de ella en materia económica o en materia política, pero tienen gobiernos nacionales que es la autoridad sobre los asuntos internos.
El problema es que al ver la división casi en dos del país venezolano y al ver a los gobernantes mexicanos que son los reyes de la impunidad, prácticamente, esa autoridad en épocas globalizadores, la ejercen para sus propios intereses.
Falta mucho por ver en Venezuela, pero ya el desgaste de Maduro es evidente. Solo lo sostiene un ejército que es casi ya el único sector social que no sufre la crisis. Salir de las ruinas a Venezuela con Maduro, o sin Maduro costará también dinero que seguramente llegará de las arcas de los organismos financieros internacionales que han nacido con la globalización.
Si no es por esa vía, el financiamiento llegará a través de la venta de lo que quede de PDVSA. Y si Maduro sobrevive políticamente, los que se queden con la riqueza venezolana no serán los americanos, pero serán los rusos, los chinos o los japoneses.
Lo único seguro es la ruina venezolana. El abismo está cerca.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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