Tiempos decadentes/tiempos de nostalgia

Los que nacimos en México entre los años de 1945-1955, vivimos en un país que aún conservaba una parte del bagaje de la Revolución Mexicana iniciada en 1910. Esa Revolución abrió el siglo XX y dio por terminado el ciclo del XIX. Después de una culminación durante los años en que gobernó el General Lázaro Cárdenas, aquel México de las grandes transformaciones, de la reforma agraria, de la fundación de universidades con la UNAM a la cabeza, de una política externa que tuvo la fuerza de mantener la dignidad del país, de una nación vigorosa y campesina, de movimientos culturales que alumbraron al mundo y de solidaridad con los grandes esfuerzos de transformación de las sociedades, México se fue corroyendo, oxidando, diluyendo.

En un esfuerzo por conservar el vigor y los anhelos de la Revolución Mexicana, Lázaro Cárdenas dejó como sucesor al General Ávila Camacho, su compañero de armas y colaborador en su sexenio. Pero una repetida lección-que nadie escucha-del sistema político mexicano es que quien llega al poder, no sólo olvida a quien se lo debe, sino que se vuelve contra su benefactor. Eso justamente fue lo que hizo Ávila Camacho, con quien se inicia el declive de los principios que dieron vida al Estado Mexicano de la Revolución. Al llegar el régimen que presidió Miguel Alemán, el viraje hacia el desastre dio un paso significativo. Sólo la presencia de Lázaro Cárdenas evitó que el daño fuese mayor. El veterano General amenazó a Miguel Alemán con levantarse en armas él mismo si aquel traicionaba los principios de la Revolución a grado tal de suprimir la reforma agraria, desmontar la política externa, acabar con las instituciones de beneficio social y hacer pedazos la legislación protectora de los trabajadores. Pero la muerte le llegó al General Cárdenas y con ello se abrió el camino ancho para que el neoliberalismo entrase triunfante y modelase al país actual.

Lázaro Cárdenas. Foto: Archivo Nacional

La culminación de la protesta social por el abandono de los principios que guiaron a la Revolución Mexicana sucedió en el año de 1968. Fue un momento en el que los estudiantes, sobre todo en la Ciudad de México, levantaron su voz para protestar en contra de lo que sucedía y reclamar la vuelta a los principios revolucionarios. Sin duda, fueron días que marcaron al siglo XX. La voz de los jóvenes recorrió al país entero devolviendo la alegría a sus caminos, a las calles de las ciudades, renovando la esperanza, anunciando que no todo estaba perdido.  Fue la llegada del México urbano y el anuncio de una nueva generación, identificada con los ideales de construir mejores sociedades, pelear contra la desigualdad, acabar con la pobreza, buscar una sociedad de iguales, pero no en el sentido liberal, hipócrita, sino en la realidad de las relaciones sociales. El movimiento estudiantil terminó en la Noche Triste de Tlatelolco con una masacre, un 2 de octubre de 1968. A estas fechas, aún no sabemos cuántos jóvenes murieron, cuántos mexicanos quedaron tendidos en las baldosas de la Plaza de Las Tres Culturas. Con esa matanza, la Revolución Mexicana llegó a su fin. Si con Ávila Camacho se inició el proceso de abandono de los principios revolucionarios que abanderaron Zapata, Villa, los hermanos Flores Magón, con Miguel Alemán se consolidó la tragedia consumada por Díaz Ordaz y finiquitada al llegar Calderón al poder. La Revolución murió en medio de un crecimiento demográfico significativo y con la desigualdad social ensanchándose como nunca se había presentado en el país.

Por ello, para los nacidos entre 1945-1955, la nostalgia es el recurso para mantener vivo el recuerdo de un México que pudo haber sido. La nostalgia será mayor en función de la magnitud del desastre. Recordamos aquel México digno que en la OEA votó, fue el único en hacerlo, en contra de las sanciones a Cuba; se fue aquel México que recibió a los Republicanos Españoles, luchadores por el hombre universal, vencidos por la unión fascista del general traidor Francisco Franco con Hitler y Musolini; se fue el México de los campesinos de la Reforma Agraria, de los ejidos beligerantes, de los grandes sembradíos de maíz, pilar de una Cultura que alumbró al mundo. Se nos fue el México solidario con los países de América Latina y El Caribe, como es evidente a la luz de los acontecimientos actuales. Se perdió ese México de la gran vida nocturna en la capital del país y de los caminos transitables, amables. Hoy, la violencia es tal que no podemos circular sin temor a encontrarnos en medio de una balacera sin sentido, en cualquier rumbo del país, a cualquier hora del día, en cualquier lugar.

Nos queda la nostalgia como una fuerza para conservar la esperanza en un México como el que ha demandado la mayoría de los mexicanos. Un país con oportunidad para todos. Una tierra en la que no tenga lugar la pobreza y la desigualdad. Una tierra sin violencia. Nos queda la nostalgia para preservar el ánimo y seguir buscando. Algo permanece, aunque sea una rendija, pero nos queda. La nostalgia es una fuerza y es la hora de apelar a ella.

Ajijic, Ribera del Lago de Chapala, 6 de agosto de 2017.

 

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