PRI y PVEM evitan el divorcio en Chiapas; van por candidatura en común

Después de amenazas de separación y divorcio, el PVEM y el PRI planean mantener la alianza para la gubernatura de Chiapas en el 2018.
Lo que está en puerta ahora es la elección del candidato que los representará y el método que utilizarán para seleccionarlo, el cual surgirá de entre Eduardo Ramírez Aguilar, Roberto Albores Gleason, Luis Armando Melgar y José Antonio Aguilar Bodegas. Podrían aparecer más nombres, en especial de mujeres, para mandar el mensaje de equidad de género, incluso de simpatizantes del PRI, por la reforma a sus estatutos.
Los dos principales contendientes, Eduardo Ramírez y Roberto Albores, tienen sus preferencias sobre la forma en que se debe elegir al candidato de esta a alianza al que se sumarían Mover a Chiapas y Chiapas Unidos. El primero, lo dijo el viernes pasado en la asamblea estatal del Verde, se inclina por una consulta directa a las bases, confiado que en esa elección interna, ensayo de lo que será la definitiva el 1 de julio de 2018, saldría ganador. El segundo prefiere una encuesta o una decisión copular.
Lo más probable es que la dirigencia de los partidos en la alianza, los aspirantes y el propio gobernador Manuel Velasco, quien no puede sustraerse de este proceso, decidan que el mejor método sea la consulta a las bases, porque arrojaría un resultado menos impugnable.
Si Eduardo Ramírez prefiere una consulta a las bases es porque tiene la seguridad de ganar sin problemas a todos los precandidatos. La asamblea del Verde del pasado fin de semana en el Polyfórum fue una manifestación de su ascendencia entre los militantes del Verde, en donde fue aplaudido y vitoreado, mientras que Luis Armando Melgar fue ignorado y hasta menospreciado.
La consulta a las bases, sin embargo, presenta inconvenientes. En primer lugar, un desgaste económico de todos los candidatos quienes deberán invertir cada uno al menos cien millones de pesos para atraer el voto de los militantes, y en segundo término, posibles enfrentamientos violentos, fracturas y heridas que no cicatrizarán para el 2018.
Pero a diferencia de una encuesta o de una decisión cupular, la consulta a las bases dejará a los perdedores sin argumentos para defender triunfos presumibles, a no ser del fraude, pero entre gitanos no podrán leerse la mano, y casi sin posibilidades de ser propuestos por Morena, el gran rival a vencer para el PRI-Verde en el 2018, porque no podría alimentarse de las sobras de los partidos en el poder.
Si en 2006, Andrés Manuel López Obrador aceptó a Juan Sabines, el corrupto exgobernador de Chiapas, era porque en las encuestas aparecía con niveles de popularidad que vislumbraban su triunfo, y porque no había sido derrotado en una consulta a las bases.
Atenerse a los resultados de una encuesta, método en el que sueña Roberto Albores Gleason, abriría conflictos entre los dirigentes y militantes de ambos partidos, porque se cuestionaría el resultado y a las empresas encuestadoras, que han dilapidado su credibilidad en varias elecciones a gobernador.
Una decisión cocinada entre dirigentes también presentaría riesgos porque los perdedores, en especial si no llega Eduardo Ramírez, podrían emprender el éxodo hacia otros partidos políticos, lo que ocasionaría una sangría en el PRI y en el Verde, que podría causar la muerte de este último, con el beneplácito de muchos de nosotros.
En todas las opciones, a excepción quizá de la cupular, Eduardo Ramírez Aguilar se perfila como el político que encabece la alianza, la misma que en el 2012 le dio el triunfo a Manuel Velasco Coello y que en 2015 le proporcionó el 40 por ciento de los votos en Chiapas al Partido Verde Ecologista de México.