Lo que queda de Julion Álvarez y Rafael Márquez

En un país donde cada 15 días hay un escándalo político, lo que conviene es tomar cierta distancia para luego retomar las consecuencias que trae consigo cada evento, donde cada vez más horadan el imaginario de las personas y seguramente nos marcará como pueblo. Después de mostrar los trapos sucios, México cada vez está peor, sobre todo porque no hemos dimensionado lo que vendrá después y que camino deberíamos seguir en colectivo.

Cada escándalo político provoca ciertos estados de animo. En el caso de Rafael Márquez y Julión Álvarez, el golpe fue directo al corazón emocional de los mexicanos. Ambos son ídolos populares, por lo que son generadores de expectativas; ambos son figuras públicas en un país ávido de creer en algo. Márquez, ejemplo deportivo y capitán de la selección nacional, el deporte más popular de México, Julión Alvarez, uno de los artistas más importantes de la actualidad.

En caso de ser ciertas las acusaciones de Estados Unidos, la huella de lo que esto ocasiona refrenda la idea de que el narco está donde sea. No hay un solo lugar donde no escape a su influencia. Y lo más importante, es que todos somos vulnerables y sujetos a ser maniatados, en cualquier momento, por sus extraños y escurridizos vínculos.

Cuesta mucho trabajo pensar que Márquez hay tenido idea en lo que se metía, cuando invertía en negocios que luego, según Estados Unidos, se convirtieron en turbios. Quisiéramos creer que no lo sabía, y que ingenuamente no haya medido ningún riesgo cuando de mucho dinero se trata. Pero la propia omisión también es onerosa, por falta de cuidado y de precaución, y por tanto, sospechosa. En un país donde prácticamente todo el universo político está metido hasta las narices en la transa y el dispendio del dinero público, lo de menos es preguntar a donde y con quien se va tu dinero.

En el mejor de los casos, Rafa Márquez no sabía. Ejemplo del liderazgo racional de un capitán de la selección nacional de futbol, donde quien lleva ese brazalete es, aparte de tener carisma grupal, es alguien que lleva por característica la ecuanimidad y la frialdad en la toma de decisiones. Claro, en el futbol. En los negocios seguramente es otra cosa, y  tan es así que pareciera que nuestro capitán, vil y descaradamente, lo chamaquearon.

Julión Álvarez se cuece aparte. Con una carrera meteórica, de ser un cantante más de música banda, de repente, con un par de hits en el mercado se ha convertido en una figura que ha trascendido fronteras. No me gusta su música, tampoco su estilo, pero lo respeto como artista y como ha vendido su figura, un hecho-así-mismo: sencillo, de origen pobre, que ha escalado lugares dentro del mainstream y en todo el campo del espectáculo. Pero él tiene su propio pecado. En su presurosa carrera, ha coqueteado todo el tiempo con el poder. Como todo artista-Estado, su éxito también se mide en las relaciones que tiene. Manuel Velasco, gobernador de Chiapas, lo ha adoptado como su cantante oficial, incluso lo puso “ejemplo de la juventud” y lo presentó con el presidente Peña Nieto. Menudo aprieto en el que están los gobernantes y el mismo Julión. Si el gobernador y presidente no sabían que éste estaba metido en líos legales, Dios nos agarre confesados, ¿en manos de quien estamos administrados? Y si lo sabían, entonces se valida la tesis de que vivimos en un narco-Estado. Por lo pronto, Álvarez ya fue echado de un reality show de Televisa y seguramente muchos de sus contratos serán cancelados. Seguirá pagando los platos rotos.

En lo de Julión, mucho se está diciendo. Primera duda: ¿por qué el y no otro de cualquier estilo musical fue llamado a ser el ejemplo de Chiapas, según el gobernador? Segunda: si es un cantante del gobierno ¿no será que por eso puede jugar con el fuego -como todos los políticos en el poder- de los lavados y las transacciones sucias y fáciles, por impunes, del dinero malhabido? No es que sea culpable por sí, solo que, como dice el dicho, con quien con lobos anda, a aullar se aprende; o con quien con niños duerme, meado amanece. El poder es el poder. Y él sí sabía en lo que se metía, para bien o para mal, en esas relaciones.

Creo que aún no se ha analizado en su totalidad el tamaño de este nuevo escándalo. Al imaginario popular le cuesta dar veredicto definitivo sobre sus figuras, porque son suyas, son parte de sus vidas. De ser ciertas las acusaciones, dos grandes de la cultura popular mexicana serán denostados hasta el olvido mediático, y quizá la cosa no pase de ahí, pero en el fondo quedará la sospecha de que sí se les culpabiliza por lavado de dinero, si tenían que ver con esa forma de vida que tanta mala fama le ha dado a México en el mundo, la de la narcocultura, la del dinero fácil y cuantioso, lo que nos quiere decir que vivimos en un estado de impunidad total si no se llega al trasfondo de lo que debería ser impensable: desde hace tiempo estamos perdiendo la guerra contra la delincuencia y no necesariamente desde el punto de vista militar.

 

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