La política al revés

 

En los tiempos que vivimos pareciera que nuestra realidad gira al revés. No es que fuese raro en estos tiempos donde Donald Trump se erige como un nuevo emperador, un Nerón, que apuesta con un mundo arrodillado ante sus caprichos. Lo extraño es la congoja que no nos permite pensar bien cómo se mueve la política y los políticos. Estamos en un mundo loco, dispar, ante el cual tenemos que ponernos atentos para entenderlo.

En México, la ola de violencia que campea el país no tiene precedente. Quien no vea que estamos ante un panorama social crítico, como nunca antes de nuestra vida moderna como nación, es que simplemente vive en otro planeta. Prácticamente, el Estado desapareció. Parece que la delincuencia se puso de acuerdo y, ante la ausencia de autoridades, no hay rincón alguno de México donde no haya altísimos índices delictivos. No se salva ningún municipio, pueblo o ciudad. En Chiapas, en la capital Tuxtla, y en todos los pueblos aledaños, por todas las colonias existen letreros de vecinos organizados instando a una nueva ley, a la del barrio, consistente en la justicia por propia mano cuando se descubra a alguien robando o haciendo daño a la comunidad. ¿El gobierno? Bien, gracias.

Javier Duarte, exgobernador de Veracruz.

El caso de Javier Duarte, es emblemático, no por la lección de justicia de debería haber, sino por todo lo contrario, nadie cree en ella, ni que se vaya a hacer nada a este político que protagonizó el saqueo más atroz de los últimos años. Los fiscales son vapuleados (¿a propósito?) por los abogados defensores y hasta cabe la posibilidad de exonerar al exgobernador y se le devuelvan sus miles de millones. Todo ante nuestros ojos. La última estampa de este comic es que se detiene a la amante, pero no a la esposa que ha confesado, literalmente, haber sido la mente del robo a los dineros públicos. Mientras tanto, la mayoría de sus cómplices siguen libres, y el ex tesorero (ni más ni menos), anda por ahí, cobrando muy bien como diputado federal. Para persignarse.

¿Cómo dormirá el Secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, después de tomarse un Don Perignon enfundado en una bata de impecable seda importada? ¿Pensará en los muertos que ocasionó por su negligencia como funcionario público? O quizá, en el próximo multimillonario aguinaldo y su compadrazgo con el presidente del este país. Salud, por mí y por todos mis amigos.

El actor cómico, Héctor Suarez, sale en prensa nacional, dolido hasta las lágrimas, denunciando amenazas de muerte por ser un crítico de este gobierno (Suárez dixit). Odin Ciani, comentarista deportivo de la cadena ESPN, sale en cadena nacional, denunciando el asesinato de su hermana en Tijuana sin que haya nadie que se haga cargo. También dolido hasta las lágrimas, conmina, exige justicia en un país donde la política está al revés, en sentido contrario de los intereses del pueblo. Una más cercana: en Comitán, sábado en la mañana, en pleno centro, en una modesta tienda de ropa, la dueña, dolida hasta las lágrimas, le dice a un despistado y mal vestido policía que es la tercera vez que le roban, en plena luz del día. Su cara, inolvidable: mezcla de estupor, coraje, miedo, indefensión de quien confía en que su gobierno la cuidará, que para eso, ella y todos nosotros, pagamos mucho dinero. ¿Dictadura venezolana? No, México, supuestamente un país democrático.

A propósito de Venezuela, al aprendiz de canciller bien la valiera leer aunque sea un libro básico, uno nomás, sobre la Doctrina Estrada, que tanto prestigio ético le dio al país desde principios del siglo XX, el de no intervención y soberanía de las naciones. O lo que quiere decir, no ver la paja en el ojo ajeno, o no te metas en lo que no te importa, y si te importa, primero limpia tu cochinero y luego habla de moral cuando aquí, en nuestro México, el desastre político, entre socavones, corrupciones, impunidad, despidos masivos, alza de precio, desempleo, violencia, con solo que “algunos” hagan su trabajo, hay mucho por reconstruir.

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