El turismo: ¿nuevo colonialismo?
El turismo, el viajar por placer, se ha convertido en un acto de masas a través de los años. Son más de mil doscientos millones de personas las que engrosaron las filas de los turistas el año pasado y quizá en el actual la cifra llegue al doble. Existen lugares, como la ciudad de Barcelona, en donde sus habitantes no pueden ya caminar libremente por sitios que antes eran de uso popular, como las famosas ramblas, los andadores diríamos en Chiapas, uno de los atractivos principales de esa gran ciudad. En Oviedo, siguiendo con ejemplos de España, o en Toledo, los ejércitos de turistas lo llenan todo, al grado de que la población local se ve impedida de disfrutar a su propia tierra. Lo que antes era una actividad de elites, pasear y disfrutar los períodos de vacaciones, se ha transformado en una gigantesca industria que arroja billonarias ganancias a quienes controlan el negocio. Es una larga cadena de beneficiarios, desde los ejércitos de empleados en los hoteles y hostales, de los que existen toda suerte de ofertas, desde los que cobran 100,000.00 pesos por noche, ¡que los hay!, hasta los cuchitriles de 20.00 pesos, más los restaurantes, vehículos de alquiler, compañías que organizan paseos, guías de turistas, y un largo etcétera. Es una de las industrias más boyantes del planeta.
No es lo mismo el efecto sobre la población que causa el turismo en los países que vienen de pasados coloniales a los que tienen historias imperiales. Un turista norteamericano o inglés, o francés, para ejemplificar, no se toma la menor molestia por aprender el idioma del país al que escoge para turistear. Hablan en su lengua a todo el mundo. La población que ofrece los servicios, se ve obligada a aprender la lengua del turista que llega exigiendo servicios, productos y diversión. Lo hacen sin el menor rubor. Pero además, el turista de ese tipo, tiene una imagen previa de los países “sub desarrollados” que visita, en donde todo debe ser como lo tiene previsto en su cabeza. De esta manera, la forma de vestir, las comidas locales, los productos artesanales, en fin, el mundo cultural de acogida, se va enrareciendo al gusto del turista. Los ejércitos de visitantes exigen y exigen que la población local se acomode a sus gustos. Así surgen platillos que jamás se habían consumido u objetos artesanales que son mezclas “tuti fruti”, la mayoría de las veces de un mal gusto aterrador, que nada tienen que ver con la población local. Pero dejan dinero, le gustan al turista, y aquello se convierte en una plaga.
El turismo contemporáneo, es para variar, un hecho problemático. Por un lado, deja toneladas de dinero, pero en los países “tercer mundistas” es un recurso que se distribuye en muy pocas manos. Los sirvientes del turismo recogen las migajas que se llevan los controladores de la industria. Países enteros entregan sus recursos naturales a estos ejércitos de personas, las más de las veces, con una ignorancia difícil de creer, acerca no sólo del mundo en general, sino de los lugares en donde están pasando su tiempo libre. Los bosques o las montañas caen o se deforman para que se adapten a lo que exigen los turistas. Hasta las zonas arqueológicas son invadidas como lo ejemplifican Palenque en Chiapas o Tulum en Quintana Roo, convirtiéndolas en grandes espacios comerciales en detrimento del patrimonio histórico. En fin, el turismo es otro de los males contemporáneos que, en países como España, están siendo cada vez más rechazados y no precisamente con gestos pacíficos.
San Cristobal de las Casas es una ciudad invadida que vive del turismo. ¿Se corresponde con lo comentado renglones arriba? El lector dirá.
Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 15 de agosto de 2017.
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