Definición de VIP
Todo mundo sabe que es un anglicismo (Very Important People), por eso la emplean sintiéndose muy snobs. La pronuncian como si fueran personas muy importantes.
Se ha convertido (¡qué pena!) en un territorio de exclusión. En los espectáculos existen las zonas VIP para, obviamente, “gente muy importante”. Estas zonas, por supuesto, son exclusivas para gente bonita, de piel blanca y con dinero.
En Comitán se celebra, en agosto, la feria más importante del pueblo, la dedicada al santo patrono: Santo Domingo. En las instalaciones de la feria realizan masivos (así les llaman ahora a los conciertos). En dichos masivos hay segregaciones. La zona cercana al escenario es zona VIP; es decir, una zona exclusiva para quienes pagan el derecho y para los funcionarios del gobierno municipal y sus familiares. Es simpático constatar que el funcionario del ayuntamiento se convierte, por designios de estas democracias surrealistas, en gente muy importante y sus familiares, por gracia revolucionaria, ¡también!
Así pues, las personas de a pie, los del pueblo, los que con sus impuestos pagan los costos de dichos festejos tienen que conformarse con estar en “gayola”; es decir, en la zona más retirada. Son relegados. Es un fenómeno de discriminación evidente, ya que el acto se realiza en un festejo popular. Si fuese un festejo privado, los VIP tienen todo el derecho de reservarse el derecho de admisión y permitir el acceso sólo a la gente bonita de su condición, pero ¿en un festejo del pueblo?
Hubo un tiempo (hace muchos años) en que todos los comitecos fuimos especiales, sin exclusiones de especie alguna. En ese tiempo el concepto de VIP no se conocía por estas tierras, pero acá todo mundo era atendido como gente muy importante.
Un ejemplo de ello era el Cine Comitán. Bastaba pagar el boleto de entrada para ingresar a ese mundo de atenciones especiales. En el Cine Comitán existía la luneta y el anfiteatro (la famosísima gayola). Había una diferencia de costo, porque la luneta tenía butacas individuales, y en gayola los asientos eran tablas corridas. Pero, una vez adentro todo mundo era considerado VIP porque había servicio “a domicilio”. Muchachitos, diez minutos después de iniciada la función, caminaban por los pasillos ofreciendo refrescos, cargaban las botellas de Pepsi Cola (en ese tiempo la Pepsi aún no era “colotop” y ostentaba la Cola, como la Coca. Ahora es que ya la Pepsi perdió la cola. En Comitán “colotop” significa “sin cola”). De manera muy discreta, un espectador pedía un refresco, el muchachito, entonces, destapaba el refresco con un destapador metálico y depositaba el líquido en un vaso encerado desechable. Si el espectador ya tenía un poco de antojo (también en voz baja) pedía una orden de tacos y el muchachito volaba (es un decir) a la dulcería y regresaba con la orden de tacos servida sobre un pequeño pedazo de papel estraza. Todo mundo sabe que esos tacos eran los tacos dorados más sabrosos del mundo y de puntos intermedios. Eran simples tacos dorados de papa, con salsa roja y queso espolvoreado, pero tenían un sabor que no ha sido igualado jamás. (Muchos peatones pedían permiso al boletero para entrar al cine y comprar órdenes de tacos).
¡Ah, qué privilegio! Los espectadores no se perdían nada de la película, porque había un servicio especial que los atendía en sus asientos. ¿Zona VIP? ¡No! Todo mundo era atendido de manera exclusiva.
Juan me cuenta que en un cine de Tuxtla el servicio era semejante, sólo que allá (¡qué maravilla!) ofrecían cervezas, bien frías. ¿Ofrecían carraca, camarones secos en caldito de chile güero? Eso era servicio VIP, lo de ahora son zonas de exclusión, líneas absurdas que pintan los que se creen integrantes de una nobleza sin blasones ni educación. Como dice Polo Borrás: ¡Que con su pan se lo coman!
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