Creer en el otro
Casa de citas/ 338
Creer en el otro
Héctor Cortés Mandujano
La edición española es de formato pequeño y bellísima. La novela es Lady Barberina (Editorial Trevina, 2009), de Henry James. Forma y contenido hacen una obra de arte. Dice el narrador sobre lo que el hombre, estudiante de medicina, siente por la joven (p. 52): “La muchacha lo tentaba de manera casi irresistible, satisfaciendo su imaginación, tanto de enamorado como de estudiante del organismo humano”.
James, aunque nacido en EUA, vivió e hizo su carrera en Inglaterra. Lady Barberina ama Inglaterra y no quiere vivir en EUA, de donde es su prometido, su esposo. Ese es uno de los conflictos del amor y de la novela, pese a que (p. 126) “un caballero junto al que se había sentado en una cena al comienzo de su estancia en Nueva York le había comentado que Estados Unidos era el paraíso de las mujeres y de los mecánicos”. El matrimonio tiene que tomar una decisión salomónica, que develarán quienes lean esta delicia.
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En El canon occidental, Harold Bloom propone la lectura de 26 autores como lo más concentrado del arte de la escritura en teatro, poesía, novela, ensayo (de habla hispana sólo están Cervantes, Borges y Neruda). A veces es un libro nada más e, incluso, un apartado especial. Del dramaturgo noruego Henrick Ibsen eligió la obra de teatro “Peter Gynt”, como la de imprescindible lectura, de la cual tomo estas perlas (p. 25): “Los hombres siempre dicen lo mismo. Sólo de palabra veneran el espíritu; pero únicamente os importa lo que se puede coger con la mano”.
Dice Peter (p. 42): “Está escrito, no recuerdo ahora dónde, que ‘si conquistas el mundo entero, pero te pierdes a ti mismo, tu triunfo no será más que una corona sobre un cráneo hundido’ ”. El editor nos dice, a pie de página, que la cita es de San Lucas, IX, 25.
Le dicen a Peter (p. 60): “Cada uno se encierra en el tonel del yo, se sumerge del todo en la fermentación del yo… […] Nadie llora las penas ajenas, nadie concibe las ideas de otros”.
Compré el libro en una feria. Estaba en un botadero y me costó casi nada. Tiene, además de Peter Gynt, Casa de muñecas, Espectros, Un enemigo del pueblo, El pato silvestre y Juan Gabriel Borkman (Editorial Porrúa, “Sepan cuántos” No. 303, 1976), todo un festín de maravillas.
Dice Ibsen en “Espectros” (p.146): “Lo más asombroso es que, en realidad, no se encuentra absolutamente nada nuevo en los libros. No hay en ellos sino lo que la mayoría de los hombres piensa y cree. Sólo que la mayor parte de los hombres no se da cuenta o no se quiere detener a pensar”.
En “El pato silvestre”, un hombre está bastante desconectado de la realidad, pero su familia cuida lo que llaman la “mentira vital”, es decir, aquello que, aunque falso, le permite seguir viviendo (p. 300): “Si quita usted la mentira, su mentira vital, a un hombre vulgar, al mismo tiempo le quita usted la felicidad”.
En “Juan Gabriel Borkman”, éste dice a su amigo la verdad sobre su proyecto de escritura. Lo había incitado y ahora le dice lo que de verdad pensaba: que lo suyo no vale la pena. Foldal lo abandona y Borkam, antes, le dice: “Me has estado mintiendo todo el tiempo”. Foldal le responde (p. 333): “No era mentira mientras tú creías en mi vocación. Mientras tu creíste en mí, creí yo en ti”.
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