El socavón democrático y la ley de hierro de las oligarquías
Lo menos que puede decirse sobre el incidente en el denominado “Paso Express” de Cuernavaca, Morelos; es que fue una tragedia y además vergonzosa que nunca debió ocurrir.
Tragedia por las vidas humanas que cobró e incidente vergonzoso, porque nunca debió ocurrir, pero que desnuda a un gobierno mexicano que ya no funciona; pero que aun así los mexicanos tendremos que soportar el año y pico que falta para que el sexenio termine.
No hay mecanismos institucionales que obliguen a renunciar a un presidente que ya está desgastado. No hay mecanismos -más que la voluntad política del presidente- para que los altos funcionarios responsables políticos, que no materiales; de la obra colapsada renuncien.
Eso lo sabe Gerardo Ruiz Esparza, el Secretario de Comunicaciones y Transporte, que en un intento por salvar el puesto, le endilga la responsabilidad de su renuncia a su jefe; el presidente de la república. Pero el asunto es que al igual que otros miembros del gabinete presidencial; Ruiz Esparza no realizó bien su trabajo y lo que es peor: la sospecha de corrupción es permanente.
La tragedia ocurre a los tres meses de inaugurada la obra. El proyecto costó el doble de lo originalmente presupuestado, no sirvió para lo que se pensaba podría servir y al contrario; demostró negligencia, irresponsabilidad e insensibilidad de las autoridades.
Lamentablemente nadie hizo caso a los vecinos; quienes desde meses atrás documentaron el fracaso de la obra.
Por eso el asunto del socavón del “Paso Express” es una tragedia, una vergüenza y documenta lo que ha sido hasta ahora el gobierno peñanietista; un fracaso total.
Fracaso porque es un gobierno que no sabe o no está preparado para atender una crisis y que aún ahora, está lleno de funcionarios que piensan que el servicio público es gozar del poder y no servir a los ciudadanos. ¿Más de dos mil millones de pesos para una obra de solo 14 kilómetros?.
Viendo las lluvias en Tuxtla Gutiérrez, sus baches, sus problemas con el drenaje; la salida al desastre urbano es siempre es la misma: “fueron lluvias atípicas”. Casi lo mismo que Ruiz Esparza dijo sobre el socavón. El problema es que ante el cambio climático, de ahora en adelante las lluvias serán atípicas.
Si no tenemos buena infraestructura, ante el cambio climático; dentro de poco tiempo ya no tendremos infraestructura. Toda habrá colapsado y el pretexto de las “lluvias atípicas” ya no será creíble. Tendrán que buscarse otro pretexto.
Pero en el fondo, el socavón de la carretera a Cuernavaca y el impacto mediático que le ha seguido nos demuestran -una vez más- que el sistema político mexicano que se basa en una democracia representativa; está agonizando. El problema es que todavía da y dará coletazos.
El reflejo de un buen o mal gobierno siempre son sus instituciones. En México, es evidente que las instituciones que existen no funcionan y las que nacen, lo hacen muertas.
¿Por qué el presidente Peña Nieto no reacciona pidiéndole la renuncia al responsable -político- de la tragedia, Gerardo Ruiz Esparza?. ¿Dónde están los diputados exigiendo justicia?.
Pero no solo en el caso del socavón en el Paso Express los políticos y las instituciones son lentos e inmunes al clamor, la indignación y el coraje popular. ¿Dónde quedó la credibilidad del INE despúes de las elecciones en varios estados de este año?. Observemos también la actuación de la PGR en el caso de las acusaciones contra el ex gobernador de Veracruz; no pueden fincar contundentemente las responsabilidades penales.
Y el colmo: El sistema nacional anticorrupción nace sin jueces, sin oficinas. Es como si nada de la cultura de la transparencia y la rendición de cuentas fuera de interés para la clase política nacional.
El México posrevolucionario aspiraba a ser un país democrático e incluyente. Pero como siempre ha demostrado la historia muchas veces, las aspiraciones nacionales se transforman en otra cosa, menos en lo que en una primera instancia se busca. Por ejemplo, el ansía democrático español se convirtió en franquismo, el espíritu martiano cubano se convirtió en castrismo, el sandinismo se convirtió en orteguismo y etcétera, etcétera.
En México, las aspiraciones democráticas se han estrellado contra lo que Roberts Michels denominó “La ley de hierro de la oligarquía”. Era 1911 cuando Michels afirmaba que el gobierno de una oligarquía, era inevitable, como lo es una ley de hierro y esto sucedería aunque el sistema político fuera democrático.
Esta transformación -según Michels- se deben a las complejidades de los sistemas políticos y la forma como se organizan. Es decir a una maraña de intereses que impiden el funcionamiento y la aparición de la democracia directa.
Consecuencia de ello; el poder dentro de una organización siempre será delegado a individuos dentro de ese grupo, elegidos o no. En ese sentido, Michels remata: “Quién dice organización, dice oligarquía».
De acuerdo a Michels, todas las organizaciones eventualmente llegan a ser dirigidas por un «liderazgo», que a menudo funcionan y tienen como principal aspiración «servir a las masas», pero inevitablemente el liderazgo crecerá hasta dominar las estructuras de poder de la organización.
De esta manera en México, el gran “Tlatoani” o presidente, se impone e impone dentro de la clase política. Se apoya en los virreyes, es decir los gobernadores, quienes ejercen todo el poder posible. Son elegidos democráticamente y de acuerdo a nuestras leyes; pero actúan como si no fueran elegidos en procesos democráticos. Es decir, se sirven de la democracia.
Se convierten con ello -como dice Michels- en oligarcas de la política. Y además intentan perpetuarse en el cargo.
El problema es que se escudan en la democracia y en su nombre han hecho todo mal. El soporte es el presidencialismo mexicano y ese es precisamente el problema mexicano: el presidencialismo; soporte de la democracia nacional que es ya una institución cuestionada.
Como dicen en el argot futbolero: “Todo es culpa de”. Efectivamente todo es culpa de Enrique Peña Nieto, quien deja hacer, quien solapa a sus funcionarios, quien protege a los impunes, porque estos le permitieron llegar a la presidencia.
Todo es culpa de Peña Nieto, quien solo disfraza acciones de transparencia, pero le estalla la impunidad y la corrupción. Todo es culpa de Peña Nieto, quien todavía le faltan poco más de año y medio en la presidencia y en esos días por venir; todavía veremos más casos de corrupción e impunidad, porque esos dos fenómenos son los que sobran entre la clase política del país.
Adiós a la democracia representativa mexicana. O fortalecemos nuestras instituciones o este país irá hacia un abismo de descomposición política y social. ¿Cómo hacerlo, si nuestras instituciones están secuestradas por quienes no quieren transformarlas?. Ese es el dilema mexicano.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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