Definición de salvaje
Martha dice que el salvajismo de la palabra está signado por su sílaba inicial: ¡sal! Martha dice que el concepto debía atenuarse cambiándole la sal por la azúcar.
Es un buen deseo de Martha. Lo salvaje, tal vez, es lo que define el estado inicial de la humanidad y, por lo tanto, no puede negarse ni modificarse. Está en nuestros genes.
En principio (lo sabe medio mundo) la palabra salvaje se asignó a lo primitivo, a lo no civilizado. Los habitantes de territorios ignotos eran conocidos como salvajes. Salvaje también significaba (se sigue empleando el término para ello) que un animal no era domesticado. Un chucho salvaje era algo diferente a un chucho con pedigrí.
¿Cómo, entonces, lo salvaje se aplica en nuestras sociedades contemporáneas, que, se supone, son civilizadas? ¿Es que, acaso, hay seres que viven en estados primitivos en pleno siglo XXI?
Ya sé que en este momento, muchos lectores comienzan a dar ejemplos de salvajes que conocen en su entorno. ¡Claro! En nuestras ciudades aún hay seres (cada vez más) que son primos hermanos de aquellos primitivos habitantes que tenían relación directa con los animales no domesticados.
¿Me permiten que haga un parangón de estos tipejos con los animales no domesticados? Cuando un chuchito es domesticado, deja por un lado su lado bestial, el natural instinto salvaje. Un perro doberman puede, perfectamente, tratar con ternura al bebé de la casa. En el famoso libro “El Principito”, hay una escena conocida por todos, en la que el principito invita al zorro a jugar, pero el zorro le dice que no puede jugar con él, porque no está domesticado. El principito se saca de onda y pregunta qué es domesticar. El zorro se hace tacuatz una y otra vez y no responde la pregunta, pero al final dice que domesticar es “crear vínculos”. Al final, el zorro le dice que si el principito lo domestica su vida estará “llena de sol”.
Vemos pues que el zorro, una vez domesticado, deja de ser huraño y se convierte en un animal dócil.
¡Ahí está el problema! Las personas de estos tiempos se rebelan a ser dóciles, por lo tanto, se convierten en unos salvajes, que tienen una brutal cercanía con las bestias irracionales. Responden a estímulos bestiales y olvidan el raciocinio, esencia principal de las sociedades civilizadas.
Cuando estudié la secundaria (en el colegio Mariano N. Ruiz, que era conocido como “La escuela del padre”, porque fue fundada por el padre Carlos J. Mandujano, un ser humano de una sorprendente capacidad intelectual), al inicio de cada clase, recitábamos una oración que, en una de sus partes, decía: “Haznos dóciles a la voz de nuestros maestros”. ¿Cómo entender esta docilidad? Dejando atrás nuestros salvajes comportamientos. Si en el aula existía orden, los alumnos podríamos pepenar de mejor manera los conocimientos para nuestro desarrollo personal. ¿Qué sucede con los alumnos en estos tiempos? Se resisten a ser dóciles y, creyéndose muy autónomos, hacen caso omiso a la “voz de sus maestros”.
Martha insiste en no mencionar la palabra salvaje y cuando debe referirse a una persona con tal característica pronuncia la palabra dulcevaje. Armando, que es un cabroncillo, casi un salvaje delicioso, dice que Martha debía pronunciar la palabra en francés (sauvage), que suena más suave. Armando, con voz de vándalo, pronuncia la palabra francesa de esta manera ¡Sovasch!, y cuando lo dice se acaricia el pene. Es un bruto, un verdadero salvaje ¡al triple!
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