Definición de divertimento

Imagen: Divertimento goyesco

 

Hay palabras que son exclusivas de un arte o de un oficio o de una profesión. El maestro Rodolfo Armenta dice que el concepto metalenguaje es aquel que usamos para hablar de la misma lengua; es decir, cuando alguien emplea la palabra metalenguaje la usa (perdón por la reiteración) en el terreno del lenguaje. Pero, a veces, tales palabras juegan en otros territorios. Ejemplos de estas últimas son la palabra rondó y la palabra divertimento. Estas dos palabras parecieran ser exclusivas del terreno musical: la palabra rondó se aplica a una composición musical que se repite varias veces; y la palabra divertimento fue inicialmente empleada en música para designar una composición musical ligera y divertida.

Ambas palabras también las hallamos en otros campos del arte. Por su vocación de niñas traviesas, de vez en vez, estas palabras brincan la barda y juguetean, por ejemplo, en terrenos literarios. He hallado cuentos donde la palabra rondó aparece en el título, porque dicho texto repite historias, como si la aliteración literaria fuera prima hermana del rondó musical. De igual manera (¡quién puede ignorarlo!) Julio Cortázar escribió una novelilla que le puso el título de Divertimento; es decir, un texto ligero y divertido. Aunque, en realidad, la novelilla es un poco pedante (habrá que recordar que fue su primera novela). Quien lee el Divertimento Cortazariano halla la simiente de lo que posteriormente (ahí sí de manera magistral, brillante, única) aparecerá en su novela Rayuela, una novela inmensa, en contenido y en estructura.

Conocí a una amiga que repetía a cada rato la palabra divertimento, la usaba como su ideario de vida. Si, por ejemplo, yo le decía que tenía examen de psicología, por lo tanto no podía ir con ella al café, ella, con su sonrisa de tren en bajada, decía que no me preocupara, que todo era un divertimento. Yo insistía en que no diría lo mismo al recibir las calificaciones, pero ella también, necia, me preguntaba qué podía pasar si, en realidad no aprobaba el examen. ¡Cómo qué!, decía yo. Sí, ¿qué? Yo, un poco desarmado, decía que mis papás me matarían. ¡No, no!, decía ella, bien sabés que tus papás no te matarán, ellos te aman demasiado. Y ya, con carita de ratón arriba de una despensa, me volvía a preguntar si íbamos a ir al café y repetía eso de que la vida era un divertimento, que nunca debíamos colocarle una máscara de púas.

Al final terminaba yendo con ella al café y la vida tomaba su mejor cara, la del divertimento. Cuando volvía a casa (por desgracia) la tragedia, como mascota fiel, se paraba en mi cuarto y entonces yo comenzaba a temblar y tomaba el libro de psicología y me ponía a estudiar, con la conciencia de que había perdido horas valiosas y no alcanzaría a terminar los temas que vendrían en el examen. En ese momento la palabra divertimento se llenaba de lodo y era como una charola oscura.

Al siguiente día, después de salir como perro con la cola entre las piernas, mi amiga, con su sonrisa de libro nuevo, me preguntaba cómo me había ido, yo, con cara de libro deshojado, le decía que mal, había obtenido seis. ¿Seis? ¡Qué maravilla!, decía ella, ¡pasaste!, y me invitaba a ir, de nuevo, al café. Pero mi papá se enojará por el seis. ¿Por qué?, decía ella, vos no serás psicólogo, ¿verdad? No, decía yo. ¡Mirás, pasa nada! ¡Todo es un divertimento! Y visto desde ese plano, en efecto, todo era un divertimento. Si reprobaba un año, ¿qué podía pasar? ¡Nada!, decía ella. Nada pasa, todo pasa, ese era su lema.

La definición de la palabra divertimento se ha ampliado. Ya no sólo engloba al mundo de la música, ahora es más general. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española dice: “Obra artística o literaria cuyo fin es divertir”. La pretensión es sencilla y compleja: Divertir. ¡Ah, qué difícil lograr una obra que sea un sencillo divertimento! Mi amiga hubiese definido divertimento como “Vocación permanente de una vida plena”. No hubiese sido mala definición; no hubiese sido un mal ideario de vida o, por el contrario, ¿era un himno “permanente” a la mediocridad, al dejar pasar, a la irresponsabilidad? No lo sé. Pero ella vivía de manera muy plena, sin ambiciones desmedidas, sin afanes desproporcionados. Lo sigue haciendo. Cuando me topo con ella me pregunta: “¿Cómo va la vida?”, y yo, sonriendo, digo: “Ahí, tratando de volverla un divertimento”. Ella también sonríe y me invita al café, pero yo digo que no puedo, debo escribir mi novelilla. Ella dice que está bien y se aleja. La veo feliz y yo me quedo con mi carpeta llena de responsabilidades por cumplir.

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