Libros inmortales
Casa de citas/ 329
Libros inmortales
Héctor Cortés Mandujano
Luego de sufrir un devastador derrame cerebral, Lojte Sodderland invitó a Sophie Robinson para que filmara su tortuoso reaprendizaje de las cuestiones elementales y su posible recuperación. Las dos mujeres dirigen y producen, con el apoyo del gran cineasta David Lynch, My Beautiful Broken Brain (Netflix, 2016), que desde el título propone bendecir lo que aparentemente es malo. Lojte graba a un hombre en un hospital de rehabilitación quien, como ella, sufrió lo mismo, y él le dice una frase que me parece fundamental: “La vida es lo que tú haces de ella”.
Este no es documental actuado, sino la vida real. Lojte recuerda con precisión una escena de Twin Peaks, de Lynch, y lee entrevistas y conceptos del cineasta. Le manda recados por video, hasta que lo entrevista y lo conoce. Uno de sus aprendizajes significativos, relacionados con Lynch, es éste, que vale para todos: “No soy definida por mis limitaciones, sino por mis infinitas posibilidades”.
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Como coda en un disco, que recoge un pequeño concierto para radio y se llama Mi mejor verdad, 17 boleros inolvidables, hay una entrevista radiofónica realizada en abril de 1958, en Lima, Perú, al maravilloso cantante Ignacio Villa y Fernández, Bola de Nieve, uno de mis favoritos (no creo que haya alguien en el mundo que pueda igualar su versión a “Vete de mí”, un hachazo al corazón). Algunas de sus respuestas, tomadas a vuela pluma:
- Soy un solterón, no he tenido contra quien
- Rita Montaner, quien me contrató como pianista, a quien gustaba hacerme bromas para enojarme, me puso en un programa Bola de Nieve, un odiado apodo del colegio (Ignacio Villa y Fernández, por si alguien lo ignora, era negro). Es uno de los grandes favores que me hizo.
- Empecé a trabajar, como artista, en México.
- ¿Qué voz tiene?, me preguntó un crítico español: ¿Barítono, tenor, bajo? De ninguna de ésas, tengo voz de persona, que es la única que me hace falta.
- Mi voz es mala, fea, muy desagradable, pero tengo el valor de usarla en público.
- No existe la felicidad. Si existiera no habría seres humanos. Felices, los elefantes. Adonde voltees a ver hay cosas que no te gustan.
- La ovación final es lo que menos me interesa, me interesa el silencio en el centro de la canción.
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En Frankenstein o el moderno Prometeo, la célebre novela de Mary W. Shelley, publicada originalmente en 1818, el monstruo creado por el doctor Víctor Frankenstein (el “demonio”, como lo llama su creador, ha sido conocido en la posteridad –oh, ironía–, con el apellido de su hacedor) aprende solo, con su propio esfuerzo, a hablar, a escribir y a leer. En mi ejemplar (Editores Mexicanos Unidos, 2014) se refiere con admiración a los libros primeros que disfrutó y que yo he leído también dos siglos después (p. 112): El Paraíso perdido, de John Milton; Vidas paralelas, de Plutarco y Las tribulaciones del joven Werther, de Goethe. Tres libros inmortales.
Curiosamente la que me faltaba por leer, pese a lo sabido de la historia, vista en docenas de películas, y de conocerla en cómics, resúmenes, síntesis, era la versión íntegra de Shelley, que hasta ahora he leído con mucho placer.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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