Chiapas; la era de las turbulencias
Con la polémica que conlleva; pero en términos generales México ha logrado un cierto grado de estabilidad macroeconómica y además se ha logrado también casi la cobertura nacional en materia de escolaridad, salud, electricidad y etcétera.
Pero aun así la pobreza nacional subsiste; no se reduce. Porque habría que notar que no es lo mismo cobertura que calidad de los servicios y satisfactores sociales.
Obviamente las causas de que la pobreza subsista son multifactoriales. Y por ello su combate también tiene que darse desde múltiples frentes.
Elevar la productividad laboral, dejar de incentivar el trabajo informal, incrementar los ingresos salariales, alcanzar el cien por ciento de cobertura de los indicadores de bienestar social; todo eso tiene que hacerse para el crecimiento económico.
Todo eso se hace en México. Pero se hace de manera desigual. Hay regiones del país que crecen económicamente al doble que lo hace la media nacional y otras regiones que se encuentran en un rezago evidente.
Entre estas últimas regiones se encuentra Chiapas.
Y ese rezago nos condena a hacer más profunda la brecha que nos separa del desarrollo de las regiones del país más desarrolladas e incluso la medida gubernamental de hacer que el estado viva de subsidios federales, lo único que ha provocado es que esas transferencias federales ahonden la desigualdad que hoy padecemos.
¿Por qué ese camino de políticas públicas que privilegian los subsidios federales condena a los chiapanecos a seguir ahondando la desigualdad?.
Porque los subsidios no hacen que a quienes beneficia, logren insertarse en el aparato productivo nacional.
Disfrutar de un subsidio –ser beneficiario de un programa social- solo sirve para que los pobres subsistan; no son una herramienta para el desarrollo de las capacidades individuales y colectivas. Esa es la realidad.
Esto nos condena a seguir siendo pobres y quienes viven en las regiones con una producción con perfil exportador tienen más oportunidades de desarrollo que un chiapaneco. Porque cuentan con más opciones.
No digo que los programas sociales no sean necesarios. Claro que lo son; pero hacer que la población pobre viva de ellos profundiza más la pobreza.
Entonces ¿Qué hacer?
Hay que desarrollar programas y políticas de gobierno que fomenten las competencias y habilidades de las personas y las comunidades en las sociedades para que puedan superar las causas de su exclusión y pobreza. Ello crea mejor productividad.
También se tienen que generar las condiciones para que la sociedad en su conjunto tenga igualdad en cualquiera de los derechos sociales básicos; ello alienta la creación de oportunidades laborales para todos.
Y también se tiene que disfrutar de una administración pública racional, profesional y eficiente.
Pero nada de lo anterior se cumple en Chiapas.
La pobreza subsiste en Chiapas y así lo hará por muchos años más porque somos el estado que menos productividad laboral tiene, uno de los que más empleo informal sufre, una de las entidades en donde a más trabajadores se les paga con salario mínimo.
Ello no abona a abandonar la desigualdad, porque en parte; esta se debe a los bajos salarios. Incrementarlos o tener un salario decoroso permite a las familias vestir mejor, alimentarse mejor y recibir mejor educación entre otros aspectos.
Y además la desigualdad impide el crecimiento económico porque no todos los sectores sociales tienen la suficiente capacidad de compra.
¿Y los indicadores sociales en Chiapas?
En salud, educación básica, seguridad social y etcétera; hemos en varios casos avanzado hasta alcanzar casi la media nacional. Pero no en calidad de los servicios. ¿Qué más hay que agregar al hecho de que el propio secretario de salud estatal reconoció la inoperancia de las clínicas de salud?; tal vez lo único que procede en estos casos; es
su renuncia, como también la deberían presentar los miembros del gabinete estatal, ya que no hay resultados espectaculares de ninguno.
No hay pues en Chiapas una administración pública racional, profesional y eficiente. Pero es un estado de efervescencia social permanente.
Esas dos condiciones hacen que se deteriore el tejido social a cada momento. Pero a contracorriente de lo que se necesita hacer, nuestra clase política piensa en las elecciones del 2018.
El problema es que llegaremos a ellas con una sociedad indignada y un modelo político que se agota. Pero ello no implica que dicha clase política tenga urgencia por cambiarlo a pesar de que se agota.
No han podido resolver nuestros problemas y ya piensan sobrevivir otro sexenio.
Habrá fragmentación partidaria porque si se divide el voto, la clase política tiene más posibilidades de ganar elecciones, estarán al día los golpes bajos, la incertidumbre y la poca promoción de prácticas democráticas.
En consecuencia, Chiapas tiene una economía frágil que será heredada a la próxima administración y a ello tiene que sumársele también una de las democracias locales más frágiles de México.
Democracia frágil; porque -ante la experiencia del Estado de México- esta corre el riesgo de sucumbir ante la carretada de recursos financieros a un estado que los necesita; pero solo los recibe para los programas sociales; precisamente lo que más se condiciona en épocas electorales.
Millones de mexicanos ven en las elecciones el único proceso para provocar un cambio político. Es también la oportunidad de castigar las malas prácticas de un partido político y la posibilidad de que la maquinaria de fiscalización gubernamental avance evaluando las acciones de las administraciones salientes.
Pero hay agravios. Sobre todo en Chiapas donde no se castigaron los excesos de la administración estatal anterior.
La pregunta es si la próxima administración estatal solapará los excesos y las omisiones de esta que corre. Y más concretamente si el estado aguantará más impunidad a nivel estatal y municipal.
No dejamos atrás las turbulencias políticas, los chiapanecos vivimos en ella.
Ni se piensa en atajar la brecha que nos separa del desarrollo de las regiones más ricas del país, ni se trabaja en ofrecer servicios públicos de calidad, ni hay lozanía financiera y mucho menos rumbo político.
Pero eso sí; se quiere retener el poder o incidir sobre el perfil político de la próxima administración pública.
¿Cuál perfil?, ¿el de la frivolidad?, ¿el de la aversión al cambio?, ¿el de una administración llena de intereses políticos y de amigos?
Las obras y acciones de relumbrón no taparán la turbulencia que viene y que será política, pero también económica y social.
Correo: geracouti@hotmail.com
Twitter: @GerardoCoutino
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