Un playboy tropical para el Cobach
A Luis Miranda, secretario de la Sedesol, no le gustó lo que vio en la delegación en Chiapas: desorganización, despido injustificado de empleados, acoso, manejo burdo de programas con fines electorales y desvío de recursos que pueden alcanzar los tres mil millones de pesos, que removió al delegado de esta dependencia, Miguel Prado de los Santos.
El tonalteco es un funcionario zafio, exhibicionista, banal, adulador de los poderosos, sin valores democráticos y terriblemente derrochador de los dineros públicos.
Lo increíble que este vendedor de baratijas encuentra oyentes y apoyo entre sus superiores. Su principal bono es, en todo caso, su atrevimiento: no le importa desviar recursos aun cuando deje una estela de corrupción, cochinero y cañerías de aguas negras, y un zalamerismo incontenible.
Cuando José Antonio Mead, entonces secretario de Sedesol, vio el video en donde Miguel Prado ofrecía como piedra filosofal para solucionar la pobreza en Chiapas y librar a los jóvenes del acecho del alcoholismo y la drogadicción, unos torneídos de futbol, llamó a sus colaboradores más cercanos para reírse del más tropical e ignorante de sus delegados.
No lo removió, pero faltas no le quedaron. Eso sí, las veces que podía hablaba de ese delegado chiapaneco, habituado en vivir en paños menores y mostrar su esperpéntica figura en las redes sociales. Lo mostraba como ejemplo de lo que no debería ser un delegado de una dependencia dispensadora de programas sociales.
Pero Prado estaba en la delegación de Sedesol precisamente para eso: para repartir y coaccionar a ciudadanas con programas sociales.
Luis Miranda, a diferencia de José Antonio Mead, sí le importó los oscuros pasos de Miguel Prado. No solo vio las fotos al desnudo del delegado chiapaneco, sino que procedió a una auditoría bastante light, pero que radiografió los desvíos.
Pero Miguel Prado, quien se siente príncipe en este reino, no quiere quedar fuera del abundante presupuesto estatal.
Su solicitud ha sido, por supuesto, para ocupar una secretaría, de preferencia la de Pesca, ubicada en su feudo, pero le dijeron que no. Pensó en una rectoría de una universidad pública, y ya, casi como favor, ha dicho que quiere convertirse en director general del Colegio de Bachilleres de Chiapas.
¡Imagínese! Un estudiante mediocre a cargo de una de las instituciones educativas más importantes de la entidad es un sinsentido, pero como la política no se rige bajo las premisas de la honorabilidad, lo más probable es que veamos a este playboy tropical comandando la educación en Chiapas.
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