Narcoperiodismo, el testamento de Javier Valdez
Para Paco Cordero, por regalarme este libro
Narcoperiodismo: la prensa en medio del crimen y la denuncia (Aguilar, 2016), el último libro de Javier Valdez Cárdenas (1967-2017), es el testamento rabioso de lo que es y debe ser el oficio de informar desde el infierno de la violencia y la corrupción.
La voz de este periodista, asesinado al medio día del 15 de mayo, se transforma en grito, casi en alarido, por lo que sucede en México, por la impunidad con que se mata, por la cuota de sangre de periodistas, por tanto miedo, por tantos sobresaltos y tanta tristeza.
Javier Valdez busca culpables de la tragedia mexicana y los encuentra: políticos coludidos con los narcos, políticos hechos por los carteles, pistoleros al servicio de políticos y políticos al servicio de la mafia; de todos lados disparan contra los periodistas, los someten, los compran y los rebeldes como él, los matan.
“El reportero —escribe— tiene hijos, esposa, padres, hermanos, pero también tiene sus muertos y una mordaza, sus muertos y hambre y llanto y sed y una punzada en el pecho que lo obliga a reprimir algunas lágrimas, sabe que no puede escribir, no debe escribir, no siente escribir, no sabe escribir porque ‘miedo’ es su casa, el periódico donde trabaja, la ciudad y el país donde vive, donde se esconde y miserablemente sobrevive, pero aun así le dice al teclado, ‘ándale, cabrón, no te agüites, digamos lo que sabemos’, pero sólo ‘miedo’ aparece en la pantalla…”.
Y con ese miedo, si es que lo tuvo, Javier Valdez documentó el crimen de políticos y narcos, escribió reportajes, publicó su columna Malayerba y varios libros de la desesperante realidad de este país que se resquebraja: Huérfanos del narco, Miss narco, Con una granada en la boca, Los morros del narcos y Levantones, todos publicados por Aguilar.
Narcoperiodismo es un libro de la angustia y de esa pérdida paulatina de libertad. Y la mordaza golpea por igual a todos: a hombres y mujeres dedicadas al periodismo, a jóvenes pobres y clasemedieros, y a ancianos sobrevivientes tragedias. Por eso Javier se lamenta, alza su altar para honrar la memoria de Regina Martínez y por la desaparición violenta de Miroslava Breach.
No hay lugar posible para el consuelo cuando a diario caen mexicanos por las balas en un enfrentamiento civil sin vencedores: “Cuesta trabajo creer que en un país tan grande y lleno de contrastes, con una geografía maravillosa y recursos naturales que lo harían una potencia, los intereses económicos de unos cuantos estén por encima de la gran mayoría y el discurso con el que impongan su ley se ala impunidad, el asesinato, la corrupción, el despojo electoral, los levantones, la mordaza y el puñetazo artero, implacable a los periodistas que buscan la verdad”.
Aparte de ser un estupendo investigador y entrevistador, Javier Valdez era un gran escritor. Sus escritos tienen sangre, tienen vida, transpiran y emocionan, un reto difícil de cumplir, porque se puede poseer un lenguaje fino, propio, pero sin alma. Su prosa vibra, dispara con metralla y con lanzagranadas.
Norcoperiodismo no es solo, como decía su autor, un libro sobre periodismo y narcotráfico, “es también un libro sobre el poder político que secuestra y persigue, para matar, torturar, amenazar, a quienes trabajan en los medios de comunicación, como en Veracruz, donde los fotógrafos, reporteros y editores son vigilados en sus casas por enviados del gobierno y amenazados, amarrados de la cabeza a los genitales por el terror psicológico y obligados a dejar el pueblo, la casa, la entraña. Son perseguidos y asesinados por no complacer las preferencias de gobernantes y sus allegados. Mujeres y hombres en la mira, señalados, intimidados, hasta ser emboscados y después de la cotidiana tortura matarlos con salvajismo”.
Para Javier Valdez la descomposición social se agravó en el 2006, cuando unos hombres tiraron una granada al diario El Mañana de Nuevo León. Desde entonces ya nada fue igual. Políticos y narcos tomaron a los reporteros como rehenes, como mensajeros y en muchas ocasiones en blancos móviles para los cuernos de chivo.
En las tres últimas líneas de este trabajo espléndido, Javier escribe, como despidiéndose de su oficio de reportero y de escritor: “La muerte sigue, entonces este libro no podrá cerrarse ni tendrá fin: punto suspensivos sin punto final. No hay manera de contar tanto dolor”. Y no lo habrá.
Solo felicitar a Sarelly quien hace un artículo muy certero sobre el gran periodista mexicano Javier Valdez, quien forma parte de los hombres y mujeres más dignos y dign@s de México. Solidaridad con todos los mexicanos que sufren agravios.