La ciudad enjaulada: el caso de Los Laureles
01Robos a casas habitación o intentos de secuestro han sido denunciados por los habitantes del fraccionamiento Los Laureles de la capital del estado, Tuxtla Gutiérrez, para reclamar a las autoridades municipales y estatales su desatención a esas situaciones de indefensión ciudadana.
Ante ello la propuesta de los vecinos de tal fraccionamiento bajo la firma de “Unión de Colonos del Fraccionamiento Los Laureles A.C.” ha sido hacer públicas esas demandas y exigencias, al mismo tiempo que proponen un llamado “Plan Integral de Seguridad” que consistiría en ubicar un circuito cerrado de seguridad en el Boulevard Laureles para controlar la entrada y salida del fraccionamiento. Esa propuesta, según la misma Unión de Colonos, recibió una respuesta negativa por parte de las instituciones encargadas debido a que no contaban ni con el personal, ni los recursos suficientes para atenderla, así como recomendaban contratar a personal “certificado” por la propia Secretaría de Seguridad Pública del estado para cumplir la misión de vigilantes privados.
Lo extraño de lo anterior es que, en el mismo comunicado, se señale que el 22 de abril del año en curso empleados del municipio destruyeron “de manera ilegal, con maquinaria pesada, lo que con gran esfuerzo habíamos construido, […] privando la libertad de manera ilegal a los guardias de seguridad privada”. Lo anterior remite a una nítida contradicción puesto que por una parte se solicita el apoyo de dependencias públicas para erradicar la delincuencia y permitir la instalación de un complejo de seguridad en el fraccionamiento, mientras que por otra parte el municipio destruye una construcción dedicada a ese fin y con miembros de seguridad privados ya instalados. No puedo definir, con la información en mis manos, quien tiene razón, o quien cuenta con ella en algunos aspectos, pero lo ilógico es que se solicite un emplazamiento de vigilancia mientras ya se construía, es de suponer que sin permiso municipal por ser posteriormente destruido.
Esta discordancia, que puede ser un problema de redacción, no evita pensar que, al menos, dos cosas estamos haciendo erróneamente como ciudadanos y servidores públicos. Empiezo con la primera y que tiene como actores principales a los funcionarios involucrados. Resulta impensable que ante problemas, de la naturaleza que sean, no se tenga la capacidad de sentarse a dialogar con los involucrados y buscar soluciones. Eso se llama negociación, forma de cumplir con los deberes de un servidor público.
Los contratiempos en un municipio son muchos y crecen conforme la ciudad también lo hace, pero ello no imposibilita llegar a acuerdos y más cuando grupos organizados de ciudadanos piden su apoyo. Ello no quiere decir saltarse la legislación vigente, sino buscar salidas a los conflictos o problemáticas.
La segunda es más extensa, aunque solo la apuntaré aquí, y consiste en el modelo de ciudad que deseamos y se está construyendo. La gentrificación o elitización residencial que viven muchas urbes del mundo también se ha producido en Tuxtla Gutiérrez, situación que significa tomar antiguas zonas rurales o populares para convertirlas en residenciales de mayor estatus social y el consiguiente desplazamiento de sus habitantes originales. La capital chiapaneca también vive esta realidad ya convertida en mundial y ello ha significado un encerramiento de sus habitantes en guetos protegidos, si es posible, y que lógicamente atraen la delincuencia por los posibles beneficios que pueden obtener con robos a casas habitación.
Nuestras ciudades, y repito que Tuxtla Gutiérrez no se libra de ello, se están convirtiendo en conglomerados de núcleos aislados de vida, algo que resta cada vez más los lugares de encuentro cotidiano entre sus distintos habitantes. La ciencia ficción nos ha mostrado, a veces de forma extrema, esa tendencia que separa a ciudadanos cada vez más hasta convertirnos en totalmente extraños, sino en enemigos.
En lo personal creo que el problema de Los Laureles, visible en otras colonias y fraccionamientos, debe tener solución aunque sea temporal; pero también observo con pesar que Tuxtla Gutiérrez viva con rapidez esa forma de mirar y vivir la ciudad. Nuestra situación económica y social no ayuda a las soluciones, pero los tuxtlecos deben pensar en un futuro mejor para todos sus habitantes si se estima el espacio urbano, aquel compartido por todos.
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