Hecho en México
Relanzar el logotipo “Hecho en México” es una evidente respuesta a las soflamas proteccionistas, en lo económico, y xenófobas, en lo político, de los discursos emitidos por Donald Trump desde su campaña, los cuales no han cesado una vez instalado en la Casa Blanca como máximo responsable del país más poderoso del mundo.
Una opinión a vuelapluma de esta iniciativa empujada desde la presidencia mexicana, y donde el máximo mandatario, Enrique Peña Nieto, se ha puesto al frente, puede conducir a alabarla sin ningún tipo de revisión crítica, puesto el nacionalismo tiene mecanismos para hacernos levantar y exaltar, y no todos tenemos la fuerza de George Brassens, en su canción “La mala reputación”, para decir que
Cuando la fiesta nacional
Yo me quedo en la cama igual,
Que la música militar
Nunca me pudo levantar.
En el mundo pues no hay mayor pecado
Que el de no seguir al abanderado
Y a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
En casos como el que nos ocupa, es difícil tener esa sangre fría, pero sería bueno recordar que no toda acción considerada injusta y reproblable, como lo son las amenazas y posibles consecuencias del accionar del vecino del norte, tiene una única solución: voltear a nosotros mismos.
En México, todavía resuena la campaña nacionalista emprendida tras la gran depresión de 1929, y que las instituciones mexicanas promovieron para contrarrestar esa crisis global a través del incremento de la producción propia, y con un aparato publicitario que ya contaba con la experiencia de los gobiernos posrevolucionarios y las asociaciones ligadas a ellos. Las salidas de tono de la campaña, donde cualquiera podía ser considerado traidor a la patria, no se reflejaron en la generación de un real crecimiento económico surgido desde el territorio nacional. Incluso la nacionalización del petróleo, unos años más tarde, ha sido leída como un hito, pero el devenir de PEMEX desde entonces hasta ahora merece ser revisado a fondo, y no por reprochar la recuperación de bienes propios, que nadie puede discutir, sino por lo que se dejó de hacer debido a poseer esa máquina de crear recursos durante años.
Dicho esto, decir que fomentar la producción de la industria mexicana, de cualquier tipo, para que sea competitiva a nivel nacional e internacional no es reprochable, ni tampoco usar un logotipo distintivo, aunque para ello los fabricantes deben hacer los trámites correspondientes. Sin embargo, lo que sí merece una aguda reflexión es si la política económica del país se construye y relanza a golpes de riñón nacionalista, cuando los discursos de nuestros principales socios comerciales, y las iniciales medidas de su nuevo gobierno, no nos son favorables.
En vez de tanto discurso nacionalista, que muchos incumplen con singular desprecio al país y a sus ciudadanos con sus prácticas corruptas, por solo citar un ejemplo, habría que recurrir más al refranero que, sin ser construido desde la macroeconomía, sí nos recuerda con claridad la sabiduría popular que ilustra nuestros propios defectos. Así que no tapemos el pozo, con el niño ahogado; ni pongamos todos los huevos en la misma canasta.
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