Definición de anécdota
Un anecdotario es un conjunto de anécdotas. ¿Qué es una anécdota? El diccionario de la Real dice: “Relato breve de un hecho curioso”. Esto es lo que dice la Real Academia de la Lengua Española. ¿Qué decía tío Lacho? Tío Lacho decía, mientras tomaba un trago de cerveza en la sombra del árbol de jocote, que la anécdota era “la putería de la vida”. Decía: “Todo es pue serio en esta cosa. Lo mirás que la gente camina seria, que trabaja seria, todo es serio, ah, pero no vaya a ser que lo mirés desde el otro lado, porque rápido aparece la putería de la vida”. Entonces, tomando otro trago de cerveza, acompañado con una costilla de cerdo, bien dorada, daba un ejemplo. “Hacé de cuenta que estás en la iglesia, que estás en la misa, ah, todo mundo está bien serio, pendiente de lo que está diciendo el padre, que levanta la hostia y dice que ese es el cuerpo de Cristo, cuando el chitirís, hijo de la Adolfa, jala del vestido a su mamá y le pregunta que por qué don Cristo tiene forma de pumpo pacho. Los que están al lado de Adolfa se llevan la mano a la boca para no desparramarse de la risa. ¿Cómo se van a reír si el padre está pues muy serio diciendo tomad y comed todos de él y el acólito está somatando la campanilla para que todos nos hinquemos ante la presencia de don Cristo que tiene la horma de pumpo pacho?”
La anécdota más simpática, la que hace honor a su nombre, es la que aparece, como bien decía tío Lacho, en el momento más solemne. Si medio mundo en una fiesta está borracho no hay anécdota que resista “la prueba del añejo”, ah, pero si el noventa y nueve por ciento está en juicio y aparece un borracho, entonces, el acto de este último se convierte en una anécdota inolvidable, porque es como prender una fogata en medio de la oscuridad. Cuentan que en Comitán, el día que coronaron como reina a una linda señorita que cojeaba tantito, un borracho se acercó hasta el trono donde la reina, rodeada por sus pajecitos y por las princesas, lanzaba besos a sus súbditos. El borracho se inclinó ante ella y le mostró las flores que llevaba en ambas manos y, muy ceremonioso, le dijo: “Entre el clavel y la rosa, su majestad ¡es-coja!”.
Aunque es una cosa sabida, hay que reafirmar que para que la anécdota sea efectiva debe aparecer en medio de un grupo de personas. Las anécdotas que cuentan los cazadores son anecdóticas porque no son creíbles, porque ellos cuentan hechos del que nadie más fue testigo: “Les juro por ésta, que había dado un paso cuando oí que crujió la rama del árbol que estaba arriba de mí. Ah, pucha, alcé la vista y miré un puma de este tamaño, se los juro, su garra era del tamaño de la piedra de un metate, ¡enorme!”. Los oyentes sonríen, se miran uno a otro e intercambian miradas que dicen que no le creen, que eso es un cuento increíble. Pero si dos compañeros más asienten y juran haber sido testigos del hecho, todo mundo cree entonces cuando el cazador dice que, del miedo, se quedó parado como estatua y que sólo se le ocurrió decir, con voz de pito: “Mishito, mishito”. Si no hubiera sido porque el compadre Arturo se avivó y le metió dos balazos en la mera frente del puma, el cazador no estuviera contando la anécdota.
La anécdota es, de acuerdo con la definición de tío Lacho, “la putería de la vida”. Asoma en medio de lo pomposo. Sucede cuando alguien, muy pedante, se olvida de su condición de mortal.
Siempre que hay un grupo (desde dos hasta el infinito) la anécdota brinca como si fuese un niño travieso brincando arriba de la mesa donde el sacerdote, muy ceremonioso, levanta la hostia y dice que ese es el cuerpo de Cristo (horma de pumpo pacho).
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