Definición de ¡Ah!

 

Imagen: http://directivosygerentes.es/

 

Los jóvenes están acostumbrados a “Dar avión”; es decir, a casi ignorar lo que el otro dice. Rosalinda, en tiempos en que no existía “el avionazo”, ignoraba todo a través de un simple ¡ah! Esto, que bien puede ser signo de satisfacción: ¡Ah!, ella lo empleaba casi como su punto y aparte en una conversación. Si algún amigo la invitaba al cine, ella decía: ¡ah! El otro no sabía qué significaba eso e interpretaba como que Rosalinda no había escuchado, por lo que el otro repetía la invitación. Ante la insistencia, Rosalinda volvía a decir ¡ah! ¿Debía el otro repetir la invitación? A veces alguien volvía a decir ¿Vamos al cine? Ella, como si fuera la primera vez, decía ¡ah! Y así podía estar poniendo mil puntos y aparte sin mayor problema. Nunca, eso sí debe reconocerse, puso un punto final que el otro interpretara como una falta de respeto. ¡No! Rosalinda, decía su ¡ah! con una gran sonrisa, era un ¡ah! afectuoso, amigable.

Todos sus amigos nos acostumbramos a ese ¡ah! Al final entendimos que era lo que he comentado al principio: el punto y aparte de la conversación. Los ajenos no la comprendían bien a bien. Ella era muy platicadora, pero cuando aparecía alguna conversación petulante o una pregunta indiscreta, ella decía ¡ah! Los cercanos sabíamos que había puesto el punto y aparte; los lejanos se extrañaban. Ella lograba su cometido, cortar de tajo la petulancia, la soberbia, la maledicencia, la estulticia.

Recuerdo que en una ocasión respondió con claridad todas las preguntas que en examen oral le hizo el maestro de Derecho Positivo. Al final, a la hora que el maestro debía escribir el diez en la lista le preguntó: “¿Crees merecer nueve o diez?”. Mientras el maestro esperaba la respuesta, ella dijo su clásico ¡ah! El maestro creyó lo que medio mundo ajeno creía, que no había escuchado la pregunta y la repitió. Nosotros, sus amigos, nos agachamos en los pupitres y con las manos cerramos nuestras bocas que insistían en abrirse en rotundas carcajadas.

¿Qué es ¡Ah!? El diccionario dice que es una interjección que se usa para denotar pena, admiración o sorpresa. Mayela decía que ella la usaba siempre que su amigo Rolando la hacía alcanzar el clímax sexual; es decir, la empleaba en el sentido de gozo. Decía que si ella repetía una y otra vez, siempre alzando un poco más la voz y cerrando los ojos, Rolando también alcanzaba el clímax porque esa interjección era la puerta para el deseo consumado.

Las personas saben que hay muchas variantes de “dar el avión”. Chabela cuenta que su tía Engracia tenía la costumbre de decir a todo “Sí, bueno pue’”. “Es mentira lo que estás diciendo”, ella respondía “Sí, bueno pue’” y se daba la media vuelta; “Necesitamos dar la cooperación para la pintura del templo”, “Sí, bueno pue’” y se daba la media vuelta; “¿No entendés que tu hija está embarazada?”, “Sí, bueno pue’” y se daba la media vuelta.

Rosalinda siempre tuvo una maravillosa capacidad de síntesis, su manera de dar avión era con un simple ¡ah!

La vez del examen de Derecho Positivo, el maestro comenzó a enojarse y, en la tercera ocasión, cambió la pregunta, ya con un tono de voz de doberman: “¡Ah!, ¿te estás burlando? ¿Ni nueve ni diez? ¿Te parece entonces un ocho?”. ¡Ah!, dijo Rosalinda. El maestro escribió en la lista, alzó el brazo y dijo: “¡Ocho, entonces!”. Rosalinda bajó del estrado, tomó su libreta y salió del salón. En el corredor, varios compañeros le preguntaron si iba a permitir que el maestro le pusiera ocho cuando ella merecía diez, ella (por supuesto) dijo: ¡ah! y fue a la cafetería a tomar un refresco.

En la cafetería comentó con sus cercanos que ella sabía que merecía el diez, pero que si el maestro era feliz con su juego tonto y le había puesto ocho, ella no se rebajaría a discutir algo tan irrelevante, como una calificación.

¿Les parece?, preguntó y nosotros le hicimos un homenaje, pues, a coro, dijimos: “¿Ah?”. Ella rió, rió mucho, divertidísima.

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