Calles llenas: ninguna mujer menos
La mucha tinta derramada sobre ciertos hechos siempre resulta insuficiente para demostrar la indignación y la rabia que provocan. Aunque medios de comunicación y redes sociales lo reflejen con rotundidad, o las calles se llenen en manifestaciones más allá de donde se producen los actos execrables, se necesitan más acciones y no siempre los ciudadanos de a pie las podemos llevar a cabo con la inmediatez reclamada y necesaria.
El asesinato de Emma Gabriela Molina Canto en Mérida ha provocado una reacción en cadena en distintas localidades del país, y no porque el resto de asesinatos de mujeres sea menos grave sino por representar, en su vida, un ejemplo de lo que no debería ocurrir. Condensación simbólica en una figura humana, con la consiguiente percepción sacrificial de su asesinato, reflejan agravios hacia una sociedad, pero en especial de las mujeres, debido a que han sufrido, sufren o conocen violencias hacia ellas que no deberían tener cabida hoy.
Emma Gabriela significó la lucha de una madre por obtener la custodia de sus hijos contra su esposo, amparado en los entresijos del poder del gobierno tabasqueño encabezado por Andrés Granier Melo. Hoy el exmarido está preso por los delitos de sustracción de menores y desvío de recursos públicos, pero ella fue acuchillada con odio hasta morir frente a su domicilio.
Se ha detenido a dos presuntos agresores que sabían perfectamente lo que hacían al esperarla para llevar a cabo la ejecución, pero antes de ello Emma Gabriela tuvo que enfrentarse a la ley, incluso siendo encarcelada en Tabasco, y peregrinar por dependencias en busca de justicia para recuperar a sus hijos. Los detalles, con mayor precisión, pueden seguirse en cualquier sitio de internet, pero lo relevante aquí es lo que destapa este caso y aquello que se puede hacer.
Solo me centraré en dos cuestiones, imposibles de solucionar desde estas páginas, pero que deben ponerse sobre la mesa del debate. La primera es la reprobable actuación de instituciones obligadas a defender a sus ciudadanos y ejercer la justicia. Nadie se sorprende de la parcialidad con la que se mueven los hilos de esas dependencias, y lo dicen organismos de carácter mundial dedicadas a analizar su funcionamiento u otras cuestiones que afectan al funcionamiento del Estado y sus órganos. México no es excepción, pero mal de muchos, consuelo de tontos dice el refrán. Es impostergable una profunda reforma mediante la transformación de instituciones y su funcionamiento, así como el compromiso de sus trabajadores, lejos de servilismos tan cercanos al ejercicio del poder como patrimonio y no como servicio. De lo contrario nada o casi nada se podrá llevar a cabo desde la sociedad indignada, a pesar de todo tipo de protestas efectuadas y futuras.
La segunda corresponde a un trabajo de más largo aliento, ineludible para modificar la relación entre seres humanos y no solo respecto a las mujeres. Construir desde hogares a escuelas un pensamiento equitativo con respecto al trato entre personas no parece tarea fácil cuando los estereotipos fundamentan la forma de establecer vínculos con nuestros semejantes. Y a ello se agrega la diferenciación de estatus convertida en separación pseudocolonial para muchos.
Crear una visión de igualdad y consideración entre seres humanos no es logro de varita mágica, o consecuencia del simple deseo, es tarea de consenso y tiempo, no cabe duda, de ahí que su obtención no se otea cercana en el horizonte social. El respeto por la vida ajena y de las distintas formas de ser, pensar u opinar de otros es meta inaplazable para evitar situaciones como las ocurridas y que, por desgracia, no serán las últimas a pesar que nos exasperen e indignen.
Hasta tener capacidad de efectuar cambios sociales e institucionales de fondo quedan las calles, la opinión pública y la rabia incontenible porque cualquiera puede ser Emma Gabriela.
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