Una cantina literaria
Casa de citas/ 319
Una cantina literaria
Héctor Cortés Mandujano
El amor no surge espontáneamente, debe aprenderse como un oficio, como un arte, dice, en resumen simplificador (la simplificación es mía, claro), Erich Fromm en El arte de amar (Paidós, 1959). Aunque no es un libro que se publicó ayer, mucho se aprende leyéndolo.
Una sorpresa, para mí, al menos, es la cita que hace Fromm de Carlos Marx hablando de amor (p. 34): “Si amamos sin producir amor, es decir, si nuestro amor como tal no produce amor, si por medio de una expresión de vida como personas que amamos, no nos convertimos en personas amadas, entonces nuestro amor es impotente, es una desgracia”.
Dice Fromm que la polarización hace que una persona busque el amor en otra, pero (p. 41) “la polaridad entre los principios masculino y femenino existe también dentro de cada hombre y cada mujer. Así como fisiológicamente tanto el hombre como la mujer poseen hormonas del sexo opuesto, así también en el sentido psicológico son bisexuales. Llevan en sí mismos el principio de recibir y de penetrar, de la materia y del espíritu”.
Y para explicar la reciprocidad de amar-ser amado cita al poeta Rumi (p. 41): “Cuando el amor a Dios agita tu corazón, también Dios tiene amor para ti”.
Los conceptos de Fromm reafirman lo que he pensado desde hace mucho: el amor de la madre generalmente es incondicional (p. 48): “La madre ama al recién nacido porque es su hijo, no porque el niño satisfaga alguna condición específica ni porque llene sus aspiraciones particulares”; el amor de padre, en cambio, es condicional (p. 49): “Su principio es ‘te amo porque llenas mis aspiraciones, porque cumples con tu deber, porque eres como yo’ ”. Así, pues, el amor de la madre se tiene sin ningún esfuerzo y el amor del padre hay que conseguirlo.
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Es un agasajo leer Los pasos perdidos (originalmente publicada en 1953; mi ejemplar es de RBA Editores, 1993), de Alejo Carpentier. Es evidente que Elena Garro leyó este libro y, aunque tengo en la memoria una entrevista donde afirma que tomó su más célebre título, Los recuerdos del porvenir (novela publicada en 1963), del nombre de una cantina, parece más probable que haya sido de aquí, de esta cantina literaria (p. 146): “En mi boca demoraba el sabor avellanado del aguardiente de agave que acababa de probar con deleite en la taguara cuya enseña floreada ostentaba un nombre graciosamente absurdo: ‘Los Recuerdos del Porvenir’ ”.
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Creo que la primera película que vi de ella fue Orlando (1992, basada en la novela homónima de mi amada Virginia Woolf), que me gustó mucho; después he intentado no perderme ninguna de las películas firmadas y filmadas por la inglesa Sally Potter, que aunque muy premiada sólo ha hecho, creo, siete cintas. Vi Yes (2004), que se me había pasado y me gustó el modo en que cuenta esta historia de amor donde es muy improbable que los dos amantes, bastante mayorcitos, queden juntos. Cada cual se va por su lado, y oh sorpresa, se hallan para no soltarse, se supone, en Cuba (perdón por el spoiler). La mucama, que habla directamente a la cámara y que comparte sus reflexiones con nosotros, dice en el final algo lindo: Creo que la palabra No no existe, sólo existe el Sí, que es un modo de decir que nada es imposible.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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