Prisión de activistas zoques

La vida me llevó a tener un especial vínculo con el territorio históricamente ocupado por los zoques. Hecho que marcó mi camino profesional y he agradecido siempre a quienes me apoyaron para que ello ocurriera.

Dicho esto debo decir que veo con preocupación y tristeza lo que está sucediendo en ciertos municipios y, en especial, las consecuencias para algunas personas. Es sabido que la explotación minera o de hidrocarburos está siendo recurrente en muchos lugares del continente americano donde viven poblaciones indígenas. Los conflictos y los resultados de ello no se explican en pocos párrafos, y para ello existen especialistas que superan, por mucho,  mis conocimientos en tales temáticas. Pero lo anterior no impide comentar sobre las formas de participación y opinión política que cualquier ser humano tiene reconocido en los Estados modernos, aunque no siempre se cumplen esos derechos universales signados por los países que se llaman democráticos.

Ni soy juez, ni pretendo serlo, pero es lamentable que deban ocurrir situaciones como la quema de la presidencia municipal de Tecpatán y la detención de personas, supuestamente involucradas en delitos de motín, daños y secuestro, los que se le imputaron a Silvia Juárez Juárez. Además existen otras personas que cuentan con órdenes de aprehensión en su contra, y con los mismos delitos señalados, por ser parte de las protestas contra el futuro uso o explotación del territorio zoque.

Mujer zoque en una de las calles de Nuevo Carmén Tonapac en Chiapa de Corzo. Foto: Francisco López Velásquez/Chiapas PARALELO.

Ni soy miembro o representante del Movimiento de Pueblos Originarios en Resistencia ni de la Procuraduría de Chiapas, como los que me conocen sabrán, pero ello no significa que me indignen situaciones que deberían solventarse de otra forma, utilizando las herramientas que la política tiene la obligación de ofrecer.

El teatro en concreto, o la literatura en general, ofrecen siempre ejemplos de situaciones que deberían tomarse en cuenta por los miembros de la sociedad, y sobre todo por los políticos. Fuenteovejuna, la obra teatral de Lope de Vega, habla de un drama municipal ubicado en la Andalucía que transita entre los siglos XV y XVI, aunque el texto fue publicado a principios del siglo XVII. Esta pieza teatral tiene como protagonista a un pueblo, un municipio, alzado y en lucha contra lo que consideraban opresión y mal gobierno que sufrían. No todos debemos ser Fuenteovejuna, “todos a una”, como contestó el pueblo que cometió el tiranicidio, porque los siglos han otorgado mecanismos distintos para resolver las diferencias, las discrepancias de cualquier naturaleza, aunque los ineludibles intereses económicos y políticos siempre estén presentes.

A principios del siglo XXI resulta imprescindible contar con soluciones que vayan más allá de la protesta y la judicialización de la misma. La política tiene la obligación de encontrar las vías necesarias para desechar violencias o represiones como únicos caminos para acometer esa negación del diálogo que es la confrontación sin resultados. Misma política que debe solucionar los desencuentros si se sitúa por encima de cualquier cosa el interés general, el único que tendría sentido en democracia.

Si nada de ello se toma en cuenta se estará en las reacciones de siempre y que el refranero recuerda con trágica rotundidad: “ahogado el niño, a tapar el pozo”. Tal vez sea excesivo pesimismo, pero lo observado no llama a lanzar las campanas al vuelo de regocijo, sino que conduce a la preocupación.

En lo personal deseo que nadie visite la cárcel por la expresión de sus ideas, y que Fuenteovejuna sea un recuerdo, un gusto literario. El territorio históricamente zoque, y sus habitantes merecen, como cualquier ciudadano, ser escuchados y expresar sus ideas y anhelos por las vías que un Estado moderno tiene la obligación de ofrecer.