Modelos de familia o familia sin modelo
El grupo eumed.net mantiene un sitio web gracias a la Facultad de Derecho de la Universidad de Málaga (España) y la Fundación Universitaria Andaluza Inca Garcilaso, y dice ser “un equipo de investigación especializado en el estudio de las consecuencias económicas y sociales de Internet”, además de organizar congresos y publicar libros a través del mismo medio.
Jorge Ceballos Sebastián publicó en dicho sitio un artículo llamado “La importancia de los valores de la familia en México” (www.eumed.net/rev/cccss/12/). En el resumen del texto se puede entender la dirección de su contenido: “La familia es el cimiento de la sociedad, porque en ella se aprende los valores y la educación que impactan desde la niñez hasta la edad adulta en la sociedad, estado y país”. Su propuesta es la educación en valores y para ello es fundamental la familia:
-“La familia es el elemento de la humanidad que permite distinguir a la sociedad actual”
-“La familia sigue siendo en México la base de la sociedad”
-“Los mexicanos se sienten seguros como miembros de una familia, pues en la familia todos tienden a ayudarse entre sí”
-“¿de dónde surge el hecho de que México, y en otras sociedades parecidas, la familia tenga más importancia que el individuo?”
No cabe duda que las generalizaciones son siempre peligrosas y, mucho más, cuando los involucrados somos los seres humanos. Este es el caso del texto que encontré buscando otras cosas en internet, pero me pareció pertinente referirlo para reflexionar una situación tan relevante como lo son los problemas de definición que ha suscitado en las últimas décadas el concepto de familia. No voy a realizar un repaso a su historia, ni a los estudios en ciencias sociales que la han tomado como referencia principal, pero es imprescindible decir que la familia que predominó en Occidente, desde la Edad Moderna para no ir más atrás, ha sido la nuclear: padres e hijos, con la ampliación en algunos casos con la incorporación de abuelos, algún tío o sobrinos. Sin embargo, ello no habla de toda la historia de la humanidad y tampoco de lo que está ocurriendo en las últimas décadas en lugares como México.
A nadie debe sorprender que sea en el seno de la familia donde se reproducen valores y se convierta en el primer enlace de los infantes con la sociedad; la incipiente educación de los niños que después se incorporarán a la escuela. Pero dicho ello, resulta difícil hablar de la existencia de un único modelo de familia y que se encargue de manera monopólica de la reproducción social. Y lo digo porque desde diversas adscripciones religiosas, o asociaciones civiles ligadas a ellas, se propugna y lucha por definir, para toda la sociedad mexicana en este caso, cómo debe ser esa familia y quienes la componen.
En el artículo mencionado arriba se señala que la “familia mexicana ha sido manipulada por los medios masivos de comunicación y también ha influido en sus vidas para la pérdida de valores de nuestra cultura. Ahora copiamos modas extranjeras en la forma de vestir, hablar, tatuarse el cuerpo, etc.”. Esta explicación, bastante estereotipada sobre algunos hitos visibles y poco profundos, desea situar en el exterior la disolución de lo que se considera como algo “sagrado”, la familia nuclear indivisible, por única, sea cual sea la vida o mala vida de alguno de los cónyuges e hijos. Así se cree en su carácter unívoco por ser constituida por hombre-mujer-hijos y, sobre todo, porque se evita mirar lo que ocurre de manera perceptible en México y muchos otros lugares del planeta. Ello no es más que la transformación paulatina de un modelo que nunca fue exclusivo, ni en la historia ni en tiempos recientes. Es decir, lo ideológico suele fluir con mucha rapidez en este tipo de temas para no mostrar que la sociedad en la que vivimos está optando por múltiples opciones para conformar los nuevos núcleos familiares.
Cualquiera puede conocer casos de esas familias formadas por un solo adulto con hijos, e incluso con abuelos, por personas del mismo sexo o, como demuestran estudios, las variantes que produce la creación de otros hogares paralelos. En definitiva, las reivindicaciones para lograr el matrimonio gay y también la adopción de infantes son un reflejo singular, más no el único, de las distintas maneras de entender y, sobre todo, vivir la familia.
Por lo anterior, más que hablar del modelo de familia debemos hacerlo de familia sin modelo, como titulé este texto. De lo contrario defenderemos una idea con un contenido ideológico y moral, respetable por supuesto, pero que no tiene la capacidad de contradecir la pluralidad de la sociedad presente.
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