Lo épico
Casa de citas/ 321
Lo épico
Héctor Cortés Mandujano
En favor de los Reyes leyes se hacen,
Y las que al pueblo amparan se deshacen
Camoens
Uno de los grandes poemas universales y el mayor de la literatura portuguesa es Los Lusíadas, de Luis de Camoens. Se publicó por primera vez en 1572. Ríos de tinta se han vertido para hablar de la recuperación en el mar del poema y de la pobreza extrema en la que vivió y murió el poeta. Un religioso dijo (p. 17): “Yo lo vi morir en un hospital en Lisboa, sin tener una sábana con que cubrirse”. Así pasó y así seguirá ocurriendo: algunos artistas viven y mueren en la mendicidad y los políticos, en la opulencia. Lo que tal vez sobreviva es lo que hacen los primeros; los nombres de segundos, si quedan en la memoria, serán sólo para la maledicencia.
Mi magnífico ejemplar es una joya editorial. Se publicó en Madrid en 1887 y es un regalo de mi querido amigo Sarelly Martínez.
Los Lusíadas es un extenso poema épico (p.21) “que canta el viaje que los Portugueses hicieron al Oriente el año 1497”, conducidos por Vasco de Gama, y su título “es lo mismo que si dijéramos los descendientes de Luso o Lisias, que fue un hijo o compañero de Baco, y uno de los primeros reyes de los tiempos fabulosos de Portugal”. Evidentemente tiene como modelo central el célebre mito de Los Argonautas y, como dice la introducción, también la Odisea, la Ilíada y la Eneida, porque Vasco de Gama y sus acompañantes están, como los personajes de las obras citadas, bajo la égida de los inmortales dioses griegos.
El viaje real, sobre el que se fundó el poema, duró 26 meses; salieron 148 hombres y (p. 62) “sólo 55 volvieron vivos a Portugal”. Está escrito en diez cantos y en versos irreprochables, de los que se puede aprender mucho sobre la naturaleza humana (p. 83): “¡Que nunca falte un pérfido enemigo/ Entre los que uno trata como amigo!”
Se les aparece una diosa (p. 102): “Sus lácteos pechos al andar temblaban”, y gozan más con lo oculto que con lo explícito: “Un delgado cendal las partes cubre/ De que es vergüenza natural reparo/ […]/ Despierta los deseos lo que encubre/ Más que lo que descubre el velo raro”.
Llegan a muchos lugares en su periplo y se encuentran con gente buena y mala. Uno de sus anfitriones les dice (p. 109): “El hospicio que aquí te han preparado/ Es aquel que Diomedes cruel daba,/ Que había a sus caballos enseñado/ A comerse a las gentes que hospedaba”.
Esta imagen de Tritón, hijo de Neptuno, dios del mar, es un poco ridícula (p. 219): “Era un mancebo grande, negro y feo,/ Trompeta de su padre y su correo./ […]/ En las puntas a cientos se agrupaban/ Mariscos, que en el hondo mar nacieran,/ Y por gorra llevaba una langosta/ De las mayores que encontró en la costa”.
Y esta es una bella imagen del atardecer (p. 276): “Mas ya la luz estaba muy dudosa,/ Pues la lámpara grande se escondía/ Bajo del horizonte y luminosa/ Llevaba a los antípodas el día”.
Las notas del final, que aclaran versos y dan información valiosa, ocupan cien páginas. De allí estas maravillas, que nunca serán suficientes (hay páginas completas con historias geniales que no pueden sintetizarse fácilmente).
En unos versos del canto segundo se habla de ranas que antes fueron gente. ¿La explicación? (p. 365): “Hallándose Latona en Licia con mucha sed, se acercó a beber a una balsa; pero unos rústicos se lo estorbaron, enturbiándole el agua: Júpiter, indignado de aquella impiedad, los convirtió en ranas”.
En una batalla, un ángel baja para ayudar en la batalla (p. 373): “Al dar la batalla, se vio pelear a su lado un brazo alado con una hermosa espada, todo de oro”.
Y (p. 376) “Atlante, insigne astrónomo, viendo el rostro de Medusa, quedó convertido en aquel monte de África que conserva su nombre”.
Hace tiempo, en una de mis Casas escribí sobre una monografía de Chamula (escrita por Enrique Pérez López) donde citaba una leyenda que afirmaba que los mestizos fuimos engendrados por una mujer y un perro. Lo mismo dice esta nota (p. 450): “Las tradiciones y escritos del reino del Pegú refieren que, habiendo naufragado un bajel chino en aquella costa, llegaron a tierra una mujer y un perro solos, de los cuales nacieron sus pobladores”. El mundo es un pañuelo.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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