El sexenio de la corrupción
Es difícil no seguir escribiendo sobre el caso del exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, hoy prófugo de la justicia. Dificil porque se contempla como un suceso de altos vuelos en el tema de la corrupción en México pero, principalmente, porque estaríamos ante quizá el saqueo más voraz que se haya conocido en el país por parte de un político y que a la fecha todavía sigue sin ninguna aplicación de la justicia.
El impacto sigue siendo brutal, cada vez que se conocen más las múltiples y enfermizas formas de robar al pueblo. De ser cierto el descubrimiento del ya famoso diario de la ex primera dama, Karime Macías, de golpe nos tendría que sacudir no únicamente a los ciudadanos de este acongojado país, sino a todo el tejido social y el orden de las instituciones de nuestra llamada democracia. El resumen de tal drama es que, en los hechos, estamos gobernados por verdaderos sociópatas, delincuentes devenidos en funcionarios, mafiosos empistolados al servicio de sus propios intereses, que son los recursos del pueblo.
La supuesta letanía del diario de Karime Macías supone lo que todo el mundo en el país sabe de cierto: los gobernantes están enloquecidos, desatados por robar. Entonces, todo cae como en una perfecta y ordenada cascada. Es creíble que Duarte mandara asesinar periodistas y activistas en Veracruz; es cierto que le robó hasta las pensiones de los ancianos; a la Universidad Veracruzana ya todo lo que sonara a dinero pagado por los ciudadanos, pero también a los empresarios y otros sectores; que los millones de pesos en efectivo para la campaña de Enrique Peña Nieto fueran producto de quién sabe qué origen, turbio, limpio o lavado. Todo resulta ser parte de una trama que fue planeada y ejecutada sin que nadie diera cuenta de ello.
Y esto es lo que se sabe. La pregunta que quita el sueño: ¿cuántos decenios han pasado sin que mandatarios en funciones, exgobernadores, o políticos de alto nivel haya pisado una cárcel nacional? ¿Cuántos negros Durazo, Portillo, De la Madrid, Fox y Sahagún, Calderón y Pemexgate, Zedillo y FOBAPROA, Sabines, Duartes, Borge, Medina, Moreira y un larguísimo etcétecera, debemos de soportar para sentirnos parte de una nación donde no pasa nada con los delincuentes de cuello blanco? Enseguida la otra pregunta que es pesadilla: la lección de la historia no se aprende. En Chiapas, por ejemplo, parece que el manual del pillo veracruzano Duarte de Ochoa se aplica cual manual a disposición de cualquier politiqillo de cuarto nivel. Chiapas sin medicinas, sin pavimento en la calle, sin trabajo (los despidos de este año suman miles), sin obra pública, sin agua, sin dinero. Sin futuro. Alguien lo robó, y más de uno de los políticos actuales es responsable. Tienen rostro, nombre y apellido.
En algunas notas perdidas por ahí, me encontré con un artículo de Gabriel Zaid de 1995, escrito en la revista Contenido, donde expresa, punto a punto, las mismas condiciones sociales y políticas del México de entonces con las de ahora, 22 años después. La misma crisis de gobernalidad, las mismas caras de la corrupción, mismos persoanjes políticos. Sigue siendo duro no sobresaltarse con lo que pasa en el país.
Más complejo es que este sexenio no sea visto como uno de los más corruptos de la historia, en una nación donde ser deshonesto es el deporte nacional de cada periodo político trienal o sexenal. Seguimos esperando, de una vez por todas, la hora de la ciudadanía.
Yo diría sexenio d la corrupción y la impunidad, x q las instituciones de impartición de justicia valen madre x estar al servicio del gobierno de la Rata Enrique Peña Nieto, patrocinado x el marco gobierno de Duarte