EL regreso de Carlos Marx
El 9 de noviembre de 1989 se derrumbó el Muro de Berlín que dividía a Alemania en dos, la Occidental y la Oriental, resultado de los arreglos entre los vencedores en la Segunda Guerra Mundial. No transcurrió mucho tiempo para que también la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas terminara disolviéndose entre el 11 de marzo de 1990 y el 25 de diciembre de 1991. Dejo para otro texto el comentar con amplitud por qué ambos sucesos para centrarme en una reflexión acerca de las vicisitudes que ocurrieron en relación a la obra de Carlos Marx, el filósofo alemán al que se asociaban los regímenes socialistas de los tiempos de la guerra fría. En la América Latina de los 1950 hasta los 1990, la obra de Marx era ampliamente leída y discutida en los círculos intelectuales y en las aulas universitarias. Al tiempo que eso sucedía, en la Unión Soviética el dictador José Stalin imponía un punto de vista que se difundía como la “verdad marxista”, deshonrando al propio Carlos Marx. No faltaron los denostadores de la obra del pensador alemán que le achacaron los crímenes estalinistas y cuanta aberración dogmática ocurrió en el movimiento intelectual marxista. Al derrumbarse el Muro de Berlín con sus consecuencias y disolverse la Unión Soviética, los pensadores liberales y los nuevos liberales, festejaron en grande y expulsaron a Marx de los círculos académicos, de los centros de investigación en ciencias sociales y, por supuesto, de las universidades. Varias generaciones de jóvenes se educaron con grupos de profesores que declararon la muerte de la obra de Marx, su total ineficacia para explicar al mundo contemporáneo, al tiempo que enseñaron a sus estudiantes que, nos guste o no nos guste, el sistema de democracia liberal que acompaña al capitalismo, no sólo había probado su superioridad sino además, su eternidad. El pensamiento crítico tuvo que navegar en esas aguas. No fueron pocos los colegas que se avergonzaron de su filiación marxista y la negaron, proclamando su fervor por el triunfo de los pensadores neo liberales. Por supuesto, la primera confusión que había que echar abajo es ligar a la obra de Marx con el régimen de Stalin. Este último lo que hizo fue acomodar al pensamiento de Marx para justificar un insostenible ámbito político. Es decir, falsificando textos y divulgándolos como la verdad marxista, Stalin diseñó a un Marx “a modo”, que, por cierto, no todos los marxistas aceptaron. Algunos notables pensadores fueron seriamente amenazados e incluso se les presionó para que abjuraran de sus planteamientos, so pena de perder la vida. Es el caso, por ejemplo, de George Luckás, autor de El Asalto a la Razón, un libro que hoy regresa para beneficio de los jóvenes que estudian ciencias sociales. El proceso de derrumbe del régimen Stalinista se inició con la celebración del XX Congreso del Partido Comunista de la URSS, celebrado entre el 14 y el 26 de febrero de 1956, el primero en llevarse a cabo tres años después de la muerte del dictador. Justo el 26 de febrero, el último día del congreso, Nikita Jrushchov pronunció lo que se conoce como “el discurso secreto” en el que reconoció los crímenes de Stalin y, quizá sin saberlo, colocó la primera piedra de la disolución de la URSS. La culminación de ese discurso llegó cuando se abrieron las puertas del Congreso a los viejos comunistas, a los seguidores de Lenin, que habían sobrevivido a las purgas stalinistas y acudían desde las prisiones de Siberia para ser reivindicados y recibidos, incluso con lágrimas, como héroes de la Unión Soviética. Mientras ello ocurría, en las aulas universitarias de América Latina, el pensamiento de Marx era reflexionado desde diferentes puntos de vista, incluyendo los más ortodoxos, apegados a los textos stalinistas. Es curioso incluso que la propia etiqueta de marxista haya sido rechazada por Carlos Marx. En conversación con su yerno, Paúl Lafargue, quien le hablaba de los avances de los marxistas franceses, Marx pronunció su frase: “yo no soy marxista”. Hoy, el pensamiento de Marx regresa a las aulas con la ventaja de que casi toda su obra está publicada, además de que es posible discutirlo como él quería: como un pensador más que propone cambios al mundo para construir una sociedad mejor. Ahora agradecemos a nuestros maestros, los grandes pensadores que propugnaron por seguir estudiando y discutiendo a Marx al lado de Weber, Durkheim, Pareto, Martí. Me refiero a Eric J. Hobsbawm, Ágel Palerm, Lawrence Krader, Pablo González Casanova, Juan Carlos Mariátegui, Charles Wrigth Mills, que, entre otros, mantuvieron viva la llama del pensamiento crítico. El planteamiento de Marx sigue siendo importante para entender el capitalismo y los problemas contemporáneos que enfrentamos. Es aún más actual ante la realidad del regreso del fascismo al poder con Donald Trump y su caterva de sicarios. No es casualidad que los libros de Thomás Piketty, en especial el titulado El Capital en el Siglo XXI, esté siendo traducido a un número impresionante de idiomas y discutido en las aulas de ciencias sociales de prácticamente todas las grandes universidades del mundo. Marx regresa como él quiso ser leído: no como un dogma sino como una sugerencia para pensar el mundo y cómo transformarlo.
Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 26 de marzo de 2017
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