El desgasolinazo tuxtleco
En Chiapas ya nos estamos acostumbrando a marchas, saqueos y tomas de vías públicas, consecuencia o situación paralela a los gobiernos más desacertados, por decirlo con suavidad, que el estado ha tenido en su historia federal.
El último ejemplo de esta costumbre hecha realidad en las calles de la capital chiapaneca, principalmente, ha sido la toma de gasolineras y la repartición, gratuita, para aquellos que se formaran en colas. Como no resulta difícil imaginar tuvieron mucha demanda entre los taxistas, muchos de ellos trabajadores de los propietarios de vehículos dedicados al transporte público, que vieron una posibilidad de ahorrarse para sus bolsillos los 10 litros de su tanque de gasolina distribuidos por los manifestantes.
El pretexto esgrimido por los que asumieron esa decisión de regalar combustible tras la toma de los expendios, los maestros en lucha constante, fue la exigencia de que el gobierno federal se sentara a dialogar para concretar acuerdos previos. Las opiniones sobre las protestas continuas de los profesores ya han sido enunciadas desde las páginas de Chiapas Paralelo y no volveré sobre ellas, pero resultan tan reiterados sus reclamos que es difícil que obtengan más simpatías o apoyos, y no por su lucha de fondo sino por las formas de actuar.
Los empresarios afectados por las tomas de los establecimientos de hidrocarburos no son personas con pocos recursos, por supuesto, pero las consecuencias de la afectación a terceros debe ser juzgada de la misma manera si se trata de una pequeña tiendita de nuestra colonia o de una plaza comercial, y ello porque en primer lugar, el hecho es el mismo y, en segundo lugar, porque también en esos establecimientos, por muy grandes que sean o poderosos económicamente sus propietarios, trabajan paisanos que necesitan de su empleo para mantener y sacar adelante familias; hombres y mujeres que luchan cada día con salarios insuficientes pero necesarios en tiempos críticos como los que vive Chiapas.
Tampoco hay que olvidar que el gasolinazo, y todo lo que le entorna, no ha sido una decisión de esos empresarios sino del gobierno federal, acuciado por la situación internacional y por cargar sobre sus hombros una reforma energética que prometía el paraíso terrestre en México pero que, de momento, ningún beneficio ha ofrecido a sus ciudadanos.
PEMEX necesitaba un zarandeo, por decir lo menos, aunque hasta ahora ni se ha producido ni parece estar cercano con la presión pública que tiene el gobierno federal, desprestigiado en las encuestas y acuciado por las futuras elecciones donde el PRI no tendrá posibilidades de renovar el mandato, si no cambian mucho las cosas, en la presidencia de la República mexicana.
Todo el mundo tiene el derecho de manifestarse, siempre que sus ideas no se enfrenten a principios básicos establecidos en acuerdos internacionales, es decir, contra otros seres humanos por ser o considerarse diferentes. Pero ese derecho inherente a la libertad de expresión tampoco debería perjudicar, de manera persistente, a terceros, como está ocurriendo en Chiapas con demasiada frecuencia. Si queremos un mejor estado tendríamos todos que aplicarnos en conseguirlo, y con lo que sucede no parece que lo vayamos a lograr. Hay que recordar que, como en todo en la vida, la forma también es fondo.
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